1a
SEMANA de ADVIENTO:
DOMINGO 1o de ADVIENTO:
1a SEMANA del SALTERIO
Lecturas:
según la Biblia
de la Conferencia Episcopal Española.
Oraciones: según el Nuevo Misal español.
DOMINGO 1o
LUNES 1o
MARTES 1o
MIÉRCOLES 1o
JUEVES 1o
VIERNES 1o
SÁBADO 1o
DOMINGO 1o DE ADVIENTO.
— SEMANA 1a DEL SALTERIO —
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Anunciad a los pueblos y decidles: «Mirad, viene Dios, nuestro Salvador».
Salmo 140,
1-9.
Oración ante el peligro.
Por
manos del ángel subió
a la presencia de Dios
el humo de los perfumes,
junto con las oraciones
de los santos. (Ap 8, 4)
Señor, te
estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca, Señor,
una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.
Que el justo
me golpee,
que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío
no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.
Sus jefes
cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis
ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Anunciad a los pueblos y decidles: «Mirad, viene Dios, nuestro Salvador».
Antífona 2: Mirad: el Señor vendrá, y todos sus santos vendrán con él; en aquel día habrá una gran luz. Aleluya.
Salmo 141.
Tú eres mi refugio.
Todo
lo que describe el Salmo se realizó
en el Señor durante su pasión. (S. Hilario)
A voz en grito
clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.
Pero tú
conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Mira a la
derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.
A ti grito,
Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida».
Atiende a mis
clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
Sácame de la
prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Mirad: el Señor vendrá, y todos sus santos vendrán con él; en aquel día habrá una gran luz. Aleluya.
Antífona 3: Vendrá el Señor con gran poder, y lo contemplarán todos los hombres.
Cántico de
Filipenses 2, 6-11.
Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual.
Cristo, a
pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así,
actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios
lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Salmo 15.
El Señor es el lote de mi heredad.
Dios
resucitó a Jesús rompiendo
las ataduras de la muerte. (Hch 2, 24)
Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican
las estatuas
de dioses extraños,
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el
lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
Me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al
Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me
alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás
el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Vendrá el Señor con gran poder, y lo contemplarán todos los hombres.
Lectura breve: 1a Carta a los Tesalonicenses 5, 23-24.
Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os llama es fiel, y él lo realizará.
Responsorio breve:
V. Muéstranos, Señor, Tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, Tu misericordia.
V. Danos tu salvación.
R. Tu misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, Tu misericordia.
Antífona Magníficat: Mirad: El Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.
O bien:
Año A: «Estad en vela —dice Jesús—, porque
no sabéis qué día vendrá vuestro Señor».
Año B: El Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.
Año C: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Mirad: El Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.
O bien:
Año A: «Estad en vela —dice Jesús—, porque
no sabéis qué día vendrá vuestro Señor».
Año B: El Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.
Año C: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Preces:
Invoquemos a
Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:
¡Ven, Señor, y no tardes más!
Esperamos alegres tu venida:
— ven, Señor Jesús.
Tú que existes antes de los tiempos,
— ven y salva a los que viven en el tiempo.
Tú que creaste al mundo y a todos los que en él habitan,
— ven a restaurar la obra de tus manos.
Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
— ven y arráncanos del dominio de la muerte.
Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
— ven y danos tu vida eterna.
Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
— ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concede
a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de
buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su
derecha merezcan poseer el reino de los cielos. Por nuestro Señor
Jesucristo.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno:
Preparemos los caminos
—ya se acerca el Salvador—
y salgamos, peregrinos,
al encuentro del Señor.
Ven, Señor, a libertarnos,
ven tu pueblo a redimir;
purifica nuestras vidas
y no tardes en venir.
El rocío de los cielos
sobre el mundo va a caer,
el Mesías prometido,
hecho niño, va a nacer.
De los montes la dulzura,
de los ríos leche y miel,
de la noche será aurora
la venida de Emmanuel.
Te esperamos anhelantes
y sabemos que vendrás;
deseamos ver tu rostro
y que vengas a reinar.
Consolaos y alegraos,
desterrados de Sión,
que ya viene, ya está cerca,
Él es nuestra salvación. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Aquel día, los montes destilarán dulzura y las colinas manarán leche y miel. Aleluya.
Salmo 62,
2-9.
El alma sedienta de Dios.
Madruga
por Dios todo el que
rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios, tú
eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida
te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me
acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Aquel día, los montes destilarán dulzura y las colinas manarán leche y miel. Aleluya.
Antífona 2: Los montes y las colinas aclamarán en presencia del Señor, y los árboles del bosque aplaudirán, porque viene el Señor y reinará eternamente. Aleluya.
Cántico de
Daniel 3, 57-88. 56.
Toda la creación alabe al Señor.
Alabad
al Señor,
sus siervos todos. (Ap 19, 5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del
Señor, bendecid al Señor,
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del
espacio, bendecid al Señor,
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna,
bendecid al Señor,
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y
rocío, bendecid al Señor,
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor,
bendecid al Señor,
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y
nevadas, bendecid al Señor,
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y
nieves, bendecid al Señor,
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y
tinieblas, bendecid al Señor,
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la
tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y
cumbres, bendecid al Señor,
cuanto germina en la tierra bendiga al Señor.
Manantiales,
bendecid al Señor,
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y
peces, bendecid al Señor,
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y
ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los
hombres, bendecid al Señor,
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del
Señor, bendecid al Señor,
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y
espíritus justos, bendecid al Señor,
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías,
Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al
Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el
Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
(No se dice Gloria al Padre).
Antífona 2: Los montes y las colinas aclamarán en presencia del Señor, y los árboles del bosque aplaudirán, porque viene el Señor y reinará eternamente. Aleluya.
Antífona 3: Vendrá el gran profeta y renovará a Jerusalén. Aleluya.
Salmo 149.
Alegría de los santos.
Los
hijos de la Iglesia,
nuevo pueblo de Dios,
se alegran por su Rey,
Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su
nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles
festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar
venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la
sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Vendrá el gran profeta y renovará a Jerusalén. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 13, 11b-12.
Ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz.
Responsorio breve:
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, Ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, Ten piedad de nosotros.
V. Tú que has de venir al mundo.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, Ten piedad de nosotros.
Antífona Benedictus: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu vientre al Hijo de Dios. Aleluya.
O bien:
Año A: Si supiera el dueño de casa a qué
hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un
boquete en su casa.
Año B: Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer.
Año C: Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu vientre al Hijo de Dios. Aleluya.
O bien:
Año A: Si supiera el dueño de casa a qué
hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un
boquete en su casa.
Año B: Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer.
Año C: Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Preces:
Oremos a Dios
Padre, que nos concede la gracia de esperar la revelación de nuestro
Señor Jesucristo, y digámosle confiados:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Santifica, Señor, todo nuestro espíritu, alma y cuerpo:
— y guárdanos sin reproche hasta el día de la venida de tu Hijo.
Haz que durante este día caminemos en santidad
— y llevemos una vida sobria, honrada y religiosa.
Ayúdanos a vestirnos del Señor Jesucristo
— y a llenarnos del Espíritu Santo.
Haz, Señor, que estemos preparados
— el día de la manifestación gloriosa de tu Hijo.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concede
a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de
buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su
derecha merezcan poseer el reino de los cielos. Por nuestro Señor
Jesucristo.
SEGUNDAS VÍSPERAS
1o DOMINGO ADVIENTO.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Hija de Sión, alégrate; salta de gozo, hija de Jerusalén. Aleluya.
Salmo 109,
1-5. 7.
El Mesías, Rey y Sacerdote.
Cristo
tiene que reinar hasta que Dios
haga de sus enemigos estrado
de sus pies. (1 Cor 15, 25)
Oráculo del
Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe
desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío
antes de la aurora».
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu
derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Hija de Sión, alégrate; salta de gozo, hija de Jerusalén. Aleluya.
Antífona 2: Vendrá nuestro Rey, Cristo, el Señor: el Cordero de quien Juan anunció la venida.
Salmo 113 A.
Israel librado de Egipto: las maravillas del Éxodo.
Reconoced
que también vosotros,
los que renunciasteis al mundo,
habéis salido de Egipto. (S. Agustín)
Cuando Israel
salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar al
verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa,
mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros,
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia
del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Vendrá nuestro Rey, Cristo, el Señor: el Cordero de quien Juan anunció la venida.
Antífona 3: Llego en seguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno según sus propias obras.
Cántico de
Apocalipsis 19, 1-7.
Las bodas del Cordero.
Aleluya. La
salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que lo teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó
la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Filipenses 4, 4-5.
Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.
Responsorio breve:
V. Muéstranos, Señor, Tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, Tu misericordia.
V. Danos tu salvación.
R. Tu misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, Tu misericordia.
Antífona Magníficat: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. Aleluya.
O bien:
Año A: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu vientre al Hijo de Dios. Aleluya.
Año B: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. Aleluya.
Año C: Dichosa tú, María, que has creído al Señor, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. Aleluya.
O bien:
Año A: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu vientre al Hijo de Dios. Aleluya.
Año B: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. Aleluya.
Año C: Dichosa tú, María, que has creído al Señor, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Jesucristo, nuestro redentor, que es Camino, Verdad y Vida de los
hombres, y digámosle:
Ven, Señor, y quédate con nosotros.
Jesús, Hijo del Altísimo, anunciado por el ángel Gabriel a María Virgen,
— ven a reinar para siempre sobre tu pueblo.
Santo de Dios, ante cuya venida el Precursor saltó de gozo en el seno de Isabel,
— ven y alegra el mundo con la gracia de la salvación.
Jesús, Salvador, cuyo nombre el ángel reveló a José,
— ven a salvar al pueblo de sus pecados.
Luz del mundo, a quien esperaban Simeón y todos los justos,
— ven a consolar a tu pueblo.
Sol naciente que nos visitará de lo alto, como profetizó Zacarías,
— ven a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concede
a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de
buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su
derecha merezcan poseer el reino de los cielos. Por nuestro Señor
Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno:
Preparemos los caminos
—ya se acerca el Salvador—
y salgamos, peregrinos,
al encuentro del Señor.
Ven, Señor, a libertarnos,
ven tu pueblo a redimir;
purifica nuestras vidas
y no tardes en venir.
El rocío de los cielos
sobre el mundo va a caer,
el Mesías prometido,
hecho niño, va a nacer.
De los montes la dulzura,
de los ríos leche y miel,
de la noche será aurora
la venida de Emmanuel.
Te esperamos anhelantes
y sabemos que vendrás;
deseamos ver tu rostro
y que vengas a reinar.
Consolaos y alegraos,
desterrados de Sión,
que ya viene, ya está cerca,
Él es nuestra salvación. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
Salmo 5,
2-10. 12-13.
Oración de la mañana de un justo perseguido.
Se
alegrarán eternamente los que
acogieron al Verbo en su interior.
El Verbo habita en ellos.
Señor, escucha
mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te
suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un
Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los
malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por
tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame
con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no
hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren
los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú,
Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
Antífona 2: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
Cántico 1o
Crónicas 29, 10-13.
Sólo a Dios honor y gloria.
Bendito
sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo. (Ef 1, 3)
Bendito eres,
Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son,
Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la
riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios
nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
Antífona 3: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
Salmo 28.
Manifestación de Dios en la tempestad.
Vino
una voz del cielo que decía:
«Éste es mi Hijo, el amado,
mi predilecto» (Mt 3, 17)
Hijos de Dios,
aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del
Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del
Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar
al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del
Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del
Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!».
El Señor se
sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
Lectura breve: Isaías 2, 3.
Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén.
Responsorio breve:
V. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
Antífona Benedictus: Levanta tu mirada, Jerusalén, y contempla el poder de tu Rey: mira, tu Salvador viene a librarte de tus cadenas.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Levanta tu mirada, Jerusalén, y contempla el poder de tu Rey: mira, tu Salvador viene a librarte de tus cadenas.
Preces:
El Señor
Jesucristo, Luz de Luz e Hijo de Dios vivo, nos sacará de las tinieblas
en que nos encontramos, para que podamos contemplar su gloria;
acudamos, pues, a Él y digámosle confiadamente:
Ven, Señor Jesús.
Oh Luz indestructible que vienes e iluminas nuestras tinieblas,
— despierta nuestra fe aletargada.
Haz que andemos con seguridad durante el día,
— guiados por el resplandor de tu claridad.
Concédenos la mansedumbre en todo tiempo,
— y haz que sea notoria a todos los hombres.
Ven a crear la nueva tierra que anhelamos,
— en la que habite la justicia y la paz.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concédenos,
Señor Dios nuestro, esperar vigilantes la venida de Cristo, tu Hijo,
para que, cuando llegue y llame a la puerta, nos encuentre velando en
oración y cantando con alegría sus alabanzas. Por nuestro Señor
Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
¡Marana tha!
¡Ven, Señor, Jesús!
Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.
El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven, Señor!».
Quien lo oiga diga: «¡Ven, Señor!».
Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.
Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor, Jesús!
Salmodia:
Antífona 1: El Señor se complace en el pobre.
Salmo 10.
El Señor, esperanza del justo.
Dichosos
los que tienen hambre
y sed de la justicia, porque ellos
quedarán saciados. (Mt 5, 6)
Al Señor me
acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?».
Pero el Señor
está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo,
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor
examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el
Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El Señor se complace en el pobre.
Antífona 2: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Salmo 14.
¿Quién es justo ante el Señor?
Os
habéis acercado al monte Sión,
ciudad del Dios vivo. (Hb 12, 22)
Señor, ¿quién
puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede
honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace
mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no
retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Cántico de
Efesios 1, 3-10.
El Dios Salvador.
Bendito sea
Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió
en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha
destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo,
por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Lectura breve: Carta a los Filipenses 3, 20b-21.
Aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Responsorio breve:
V. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Antífona Magníficat: El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo. Aleluya.
Preces:
Oremos al
Señor que vendrá y nos salvará, y digámosle:
Ven, Señor, y sálvanos.
Señor Jesús, ungido del Padre y Salvador de los hombres,
— ven pronto y sálvanos.
Tú que viniste al mundo,
— líbranos del pecado del mundo.
Tú que viniste del Padre,
— muéstranos el camino para ir al Padre.
Tú que fuiste concebido por obra del Espíritu Santo,
— renuévanos a nosotros con la fuerza de este mismo Espíritu Santo.
Tú que tomaste carne en el seno de la Virgen María,
— líbranos de la corrupción de la carne.
Acuérdate, Señor, de todos los hombres
— que, desde el comienzo del mundo, esperaron en ti.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concédenos,
Señor Dios nuestro, esperar vigilantes la venida de Cristo, tu Hijo,
para que, cuando llegue y llame a la puerta, nos encuentre velando en
oración y cantando con alegría sus alabanzas. Por nuestro Señor
Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio
66 |
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno:
De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que es poderoso
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos moraba
se hizo carne en la Virgen María.
Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es
ese
Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Antífona 2: Ensalzad con vuestras obras al Rey de los siglos.
Cántico de
Tobías 13, 1-10a.
Dios castiga y salva.
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que en su gran misericordia
nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva (1 Pe 1, 3)
Bendito sea
Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias,
israelitas, ante los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes,
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro padre por todos los siglos.
Él nos azota
por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre las naciones
por donde estáis dispersados.
Si volvéis a
él de todo corazón
y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros
y no os ocultará su rostro.
Veréis lo que
hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos.
Yo le doy
gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su poder
a un pueblo pecador.
Convertíos,
pecadores,
obrad rectamente en su presencia:
quizá os mostrará benevolencia
y tendrá compasión.
Ensalzaré a mi
Dios, al rey del cielo,
y me alegraré de su grandeza.
Que todos alaben al Señor
y le den gracias en Jerusalén.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Ensalzad con vuestras obras al rey de los siglos.
Antífona 3: El Señor merece la alabanza de los buenos.
Salmo 32.
Himno al poder y a la providencia de Dios.
Por
medio de la Palabra
se hizo todo. (Jn 1, 3)
Aclamad,
justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al
Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones:
Que la palabra
del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
La palabra del
Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.
Tema al Señor
la tierra entera,
tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó y surgió.
El Señor
deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la
nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira
desde el cielo,
se fija en todos los hombres;
desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
No vence el
rey por su gran ejército,
no escapa el soldado por su mucha fuerza,
nada valen sus caballos para la victoria,
ni por su gran ejército se salvan.
Los ojos del
Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Señor merece la alabanza de los buenos.
Lectura breve: Génesis 49, 10.
No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos.
Responsorio breve:
V. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
Antífona Benedictus: Brotará un renuevo del tronco de Jesé y la gloria del Señor llenará toda la tierra; y todos verán la salvación de Dios.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Brotará un renuevo del tronco de Jesé y la gloria del Señor llenará toda la tierra; y todos verán la salvación de Dios.
Preces:
El Señor,
Padre todopoderoso, tenderá otra vez su mano, para rescatar al resto de
su pueblo; supliquémosle, pues, confiados:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Concédenos, Señor, dar aquel fruto que pide la conversión,
— para que podamos recibir tu reino que se acerca.
Prepara, Señor, en nuestros corazones, un camino para tu Palabra que ha de venir;
— así tu gloria se manifestará al mundo por medio de nosotros.
Abaja los montes y las colinas de nuestro orgullo
— y levanta los valles de nuestros desánimos y de nuestras cobardías.
Destruye los muros del odio que divide a las naciones
— y allana los caminos de la concordia entre los hombres.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor
Dios, acoge favorablemente nuestras súplicas y ayúdanos con tu amor en
nuestras tribulaciones, para que, consolados por la presencia de tu
Hijo que viene, no caigamos en la antigua servidumbre del pecado. Por
nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: El Señor da la victoria a su Ungido.
Salmo 19.
Oración por la victoria del Rey.
Cuantos
invoquen el nombre
del Señor se salvarán. (Hch 2, 21)
Que te escuche
el Señor el día del peligro,
que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte Sión.
Que se acuerde
de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios;
que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.
Que podamos
celebrar tu victoria
y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.
Ahora
reconozco que el Señor
da la victoria a su ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.
Unos confían
en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.
Ellos cayeron
derribados,
nosotros nos mantenemos en pie.
Señor, da la
victoria al Rey
y escúchanos cuando te invocamos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El Señor da la victoria a su Ungido.
Antífona 2: Al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Salmo 20,
2-8. 14.
Acción de gracias por la victoria del rey.
El
Señor resucitado recibió la vida,
años que se prolongan sin término.
(S. Ireneo)
Señor, el rey
se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste
a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha
engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate,
Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
Cántico de
Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12.
Himno de los redimidos.
Eres digno,
Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de
tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el
Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
Lectura breve: Cf. 1a Carta a los Corintios 1, 7b-9.
Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
Responsorio breve:
V. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Antífona Magníficat: Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca. Aleluya.
Preces:
Cristo,
Palabra eterna, ha inaugurado un camino nuevo y vivo, a través del velo
de su propia carne, para entrar en el santuario. Pidámosle pues, con
humildad:
Ven, Señor, y sálvanos.
Oh Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos,
— ven a revelarnos que somos estirpe tuya.
Tú que no estás lejos de ninguno de nosotros,
— muéstrate en seguida a todos los que te buscan.
Padre de los pobres y consuelo de los afligidos,
— da la libertad a los cautivos y la alegría a los tristes.
Tú que destruyes la muerte y haces brillar la vida,
— líbranos a nosotros y a todos los difuntos de la muerte eterna.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor
Dios, acoge favorablemente nuestras súplicas y ayúdanos con tu amor en
nuestras tribulaciones, para que, consolados por la presencia de tu
Hijo que viene, no caigamos en la antigua servidumbre del pecado. Por
nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno:
Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está;
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.
Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.
Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.
Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida en su vida, su Amor en su amor,
serían un día su gracia y su don.
Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Salmo 35.
Depravación del malvado y bondad de Dios.
El
que me sigue no camina en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida. (Jn 8, 12)
El malvado
escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios, ni en su presencia».
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras
de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.
Señor, tu
misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes;
tu justicia hasta las altas cordilleras,
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a
hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de
lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva,
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu
misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado
los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Antífona 2: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Cántico de
Judit 16, 1-2. 13-15.
Dios, creador del mundo y protector de su pueblo.
Entonaron un cántico nuevo. (Ap 5, 9)
¡Alabad a mi
Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios
quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.
Cantaré a mi
Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva
toda la creación,
porque tú lo mandaste, y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las
olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Antífona 3: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Salmo 46.
El Señor es rey de todas las cosas.
Está
sentado a la derecha del Padre,
y su reino no tendrá fin.
Pueblos todos,
batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
Él nos somete
los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende
entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es
el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes
de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Lectura breve: Isaías 7, 14b-15.
Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel. Comerá requesón con miel, para que aprenda a rechazar el mal y a escoger el bien.
Responsorio breve:
V. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
Antífona Benedictus: Viene detrás de mí el que puede más que yo, y yo no merezco ni llevarle las sandalias.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Viene detrás de mí el que puede más que yo, y yo no merezco ni llevarle las sandalias.
Preces:
Cristo,
Palabra de Dios, ha querido acampar entre nosotros para que
contemplemos su gloria; alegres, pues, con esta esperanza, digamos:
Quédate con nosotros, oh Emmanuel.
Príncipe de la justicia y de la rectitud,
— haz justicia a los pobres y desamparados.
Rey de la paz, que de las espadas forjas arados, y de las lanzas, podaderas,
— convierte nuestras envidias en amor y nuestra hambre de venganza en deseos de perdón.
Tú que no juzgas por apariencias,
— discierne quiénes son los que realmente te pertenecen.
Cuando vengas en una nube con gran poder y gloria,
— haz que nos podamos mantener en pie delante de ti.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor y
Dios nuestro, prepara nuestros corazones con tu poder divino, para que
cuando llegue Cristo, tu Hijo, nos encuentre dignos del banquete de la
vida eterna y merezcamos recibir de su mano el alimento celestial. Por
nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS MIÉRCOLES
1o ADVIENTO.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
¡Marana tha!
¡Ven, Señor, Jesús!
Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.
El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven, Señor!».
Quien lo oiga diga: «¡Ven, Señor!».
Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.
Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor, Jesús!
Salmodia:
Antífona 1: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? †
Salmo 26.
Confianza ante el peligro.
I
Ésta
es la morada de Dios
con los hombres. (Ap 21, 3)
El Señor es mi
luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
† El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me
asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército
acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido
al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Él me
protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así
levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Antífona 2: Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
II
Algunos,
poniéndose en pie, daban
testimonio contra Jesús. (Mc 14, 57)
Escúchame,
Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi
corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro.
No rechaces
con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y
mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor,
enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me
entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar
de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el
Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
Antífona 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Cf. Cántico
de Colosenses 1, 12-20.
Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de
entre los muertos.
Damos gracias
a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha
sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen
de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior
a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él
quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Lectura breve: 1a Carta a los Corintios 4, 5.
No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece.
Responsorio breve:
V. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Antífona Magníficat: De Sión saldrá la ley; de Jerusalén, la palabra del Señor.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: De Sión saldrá la ley; de Jerusalén, la palabra del Señor.
Preces:
Invoquemos a
Dios Padre, que nos envió a su Hijo para que nos trajera una paz sin
límites, y digámosle:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Mira, Padre santo, a tu Iglesia
— y ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó.
Oh Señor, siempre fiel a tus promesas, acuérdate de los hijos de Abrahán,
— y cumple las promesas que hiciste a sus padres.
Mira, Dios de clemencia, a los paganos, y llámalos, por tu misericordia,
— para que también ellos te alaben y glorifiquen.
Visita, Pastor eterno, las ovejas de tu rebaño,
— y reúnelas a todas en tus verdes praderas.
Acuérdate también de los que han salido de este mundo en tu paz,
— y recíbelos en el reino de tu Hijo.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor y
Dios nuestro, prepara nuestros corazones con tu poder divino, para que
cuando llegue Cristo, tu Hijo, nos encuentre dignos del banquete de la
vida eterna y merezcamos recibir de su mano el alimento celestial. Por
nuestro Señor Jesucristo.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno:
Preparemos los caminos
—ya se acerca el Salvador—
y salgamos, peregrinos,
al encuentro del Señor.
Ven, Señor, a libertarnos,
ven tu pueblo a redimir;
purifica nuestras vidas
y no tardes en venir.
El rocío de los cielos
sobre el mundo va a caer,
el Mesías prometido,
hecho niño, va a nacer.
De los montes la dulzura,
de los ríos leche y miel,
de la noche será aurora
la venida de Emmanuel.
Te esperamos anhelantes
y sabemos que vendrás;
deseamos ver tu rostro
y que vengas a reinar.
Consolaos y alegraos,
desterrados de Sión,
que ya viene, ya está cerca,
Él es nuestra salvación. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Salmo
56.
Oración matutina de un afligido.
Este
salmo canta la pasión
del Señor. (S. Agustín)
Misericordia,
Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios
altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme;
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado
entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre
el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido
una red a mis pasos,
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón
está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré
gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre
el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Antífona 2: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Cántico de
Jeremías 31, 10-14.
Felicidad del pueblo redimido.
Jesús
iba a morir… para reunir a los hijos
de Dios dispersos. (Jn 11, 51. 52)
Escuchad,
pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con
aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.
Entonces se
alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Antífona 3: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios. †
Salmo 47.
Himno a la gloria de Dios en Jerusalén.
Me
transportó en éxtasis
a un monte altísimo, y me enseñó
la ciudad santa, Jerusalén. (Ap 22, 10)
Grande es el
Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
† su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
el monte Sión,
vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los
reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos.
Allí los
agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
Lo que
habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.
Oh Dios,
meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra
está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
Dad la vuelta
en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder
decirle a la próxima generación:
«Éste es el Señor, nuestro Dios».
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
Lectura breve: Isaías 45, 8.
Cielos, destilad desde lo alto la justicia, las nubes la derramen, se abra la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia.
Responsorio breve:
V. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
Antífona Benedictus: Aguardaré al Señor, mi salvador, y esperaré en él mientras se acerca. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Aguardaré al Señor, mi salvador, y esperaré en él mientras se acerca. Aleluya.
Preces:
Invoquemos
confiados a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, cuyo gozo es estar con
los hijos de los hombres, y digámosle:
Quédate junto a nosotros, Señor.
Señor Jesucristo, que nos has llamado al reino de tu luz,
— haz que nuestra vida sea agradable a Dios Padre.
Tú que, desconocido por el mundo, has acampado entre nosotros,
— manifiesta tu rostro a todos los hombres.
Tú que estás más cerca de nosotros que nosotros mismos,
— fortalece nuestros corazones con la esperanza de la salvación.
Tú que eres la fuente de toda santidad,
— consérvanos santos y sin tacha hasta el día de tu venida.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Despierta
tu poder, Señor, y ven a socorrernos con tu fuerza, para que la gracia
de tu bondad apresure la salvación que retrasan nuestros pecados. Por
nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo;
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Salmo 29.
Acción de gracias por la curación de un enfermo en peligro de muerte.
Cristo,
después de su gloriosa
resurrección, da gracias
al Padre. (Casiano)
Te ensalzaré,
Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios
mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el
Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy
seguro:
«No vacilaré jamás».
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.
A ti, Señor,
llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar
gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme».
Cambiaste mi
luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Antífona 2: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Salmo 31.
Acción de gracias de un pecador perdonado.
David
llama dichoso al hombre
a quien Dios otorga la justificación
prescindiendo de sus obras. (Rm 4, 6)
Dichoso el que
está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
Mientras callé
se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se había vuelto un fruto seco.
Había pecado,
lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que
todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.
Tú eres mi
refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
Te instruiré y
te enseñaré
el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
No seáis
irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.
Los malvados
sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
Alegraos,
justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Cántico de
Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a.
El juicio de Dios.
Gracias te
damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se
encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se
estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos lo
vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron;
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Lectura breve: Carta de Santiago 5, 7-8. 9b.
Esperad con paciencia hasta la venida del Señor. Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Esperad con paciencia también vosotros, y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca. Mirad: el juez está ya a las puertas.
Responsorio breve:
V. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Antífona Magníficat: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
Preces:
Imploremos a
Cristo, luz resplandeciente, que prometieron los profetas a los que
habitan en tierra de sombras, y digámosle:
Ven, Señor Jesús.
Cristo, Palabra de Dios, que en el principio creaste todas las cosas, y en la etapa final del mundo tomaste nuestra naturaleza humana,
— ven y arráncanos de la muerte.
Luz verdadera que alumbra a todo hombre,
— ven y disipa las tinieblas de nuestra ignorancia.
Hijo único que estás en el seno del Padre,
— ven y danos a conocer el amor de Dios.
Cristo Jesús, que viniste a nosotros como Hijo del hombre,
— concede a cuantos te reciben el poder de ser hijos de Dios.
Tú que abres las puertas de todas las cárceles,
— admite en el festín de tus bodas a cuantos aguardan a la puerta.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Despierta
tu poder, Señor, y ven a socorrernos con tu fuerza, para que la gracia
de tu bondad apresure la salvación que retrasan nuestros pecados. Por
nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
| Invitatorio 94 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno:
Preparemos los caminos
—ya se acerca el Salvador—
y salgamos, peregrinos,
al encuentro del Señor.
Ven, Señor, a libertarnos,
ven tu pueblo a redimir;
purifica nuestras vidas
y no tardes en venir.
El rocío de los cielos
sobre el mundo va a caer,
el Mesías prometido,
hecho niño, va a nacer.
De los montes la dulzura,
de los ríos leche y miel,
de la noche será aurora
la venida de Emmanuel.
Te esperamos anhelantes
y sabemos que vendrás;
deseamos ver tu rostro
y que vengas a reinar.
Consolaos y alegraos,
desterrados de Sión,
que ya viene, ya está cerca,
Él es nuestra salvación. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Salmo 50.
Misericordia, Dios mío.
Renovaos
en la mente y en el espíritu
y vestíos de la nueva condición humana.
(Ef 4, 23-24)
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo
reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la
sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un
corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el
gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea
en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la
alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la
sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu
bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Antífona 2: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Cántico
de Isaías 45, 15-25.
Que los pueblos todos se conviertan al Señor.
Al
nombre de Jesús
toda rodilla se doble. (Flp 2, 10)
Es verdad: tú
eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca jamás.
Así dice el
Señor, creador del cielo
—él es Dios—,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor, y no hay otro».
No te hablé a
escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«Buscadme en el vacío».
Yo soy el
Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera
y rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad,
aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
—No hay otro Dios fuera de mí—.
Yo soy un Dios
justo y salvador,
y no hay ninguno más.
Volveos hacia
mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios, y no hay otro.
Yo juro por mi
nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»;
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder».
A él vendrán
avergonzados
los que se enardecían contra él;
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Antífona 3: Entrad con vítores en la presencia del Señor.
Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.
El
Señor manda que
los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Entrad con vítores en la presencia del Señor.
Lectura breve: Jeremías 30, 21. 22.
Esto dice el Señor: «De Jacob surgirá un príncipe, su gobernante saldrá de entre ellos; lo acercaré y estará junto a mí. Y vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios».
Responsorio breve:
V. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
Antífona Benedictus: Mirad: viene el Dios y hombre de la casa de David, y se sienta en el trono. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Mirad: viene el Dios y hombre de la casa de David, y se sienta en el trono. Aleluya.
Preces:
Por medio de
su Hijo, Dios ha manifestado su gloria a los hombres; démosle gracias
con gozo, diciendo:
Glorificado sea tu nombre, Señor.
Señor, haz que sepamos acogernos mutuamente,
— como Cristo nos acogió a nosotros para dar gloria a Dios.
Cólmanos de alegría y paz en nuestra fe,
— para que rebosemos de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.
Con tu bondad y tu inmensa compasión, ven, Señor, en ayuda de todos
— y sal al encuentro de los que te desean aun sin saberlo.
Tú que llamas y santificas a los que eliges,
— llévanos a nosotros, pecadores, a tu felicidad y corónanos en tu reino.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Despierta
tu poder y ven, Señor, para que merezcamos ser protegidos por ti y nos
veamos libres de los peligros que nos acechan a causa de nuestros
pecados. Tú, que vives y reinas con el Padre.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
¡Marana tha!
¡Ven, Señor, Jesús!
Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.
El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven, Señor!».
Quien lo oiga diga: «¡Ven, Señor!».
Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.
Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor, Jesús!
Salmodia:
Antífona 1: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Salmo 40.
Oración de un enfermo.
Uno
de vosotros me va a entregar,
uno que está comiendo conmigo.
(Mc 14, 18)
Dichoso el que
cuida del pobre;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo
guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
El Señor lo
sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije:
«Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti».
Mis enemigos
me desean lo peor:
«A ver si se muere, y se acaba su apellido».
El que viene a
verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y, cuando sale afuera, la dice.
Mis
adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
«Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse».
Incluso mi
amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.
Pero tú,
Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.
En esto
conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en
cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el
Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén, amén.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Salmo 45.
Dios refugio y fortaleza de su pueblo.
Le
pondrá por nombre Emmanuel,
que significa «Dios-con-nosotros».
(Mt 1, 23)
Dios es
nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no
tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y
bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de
las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a
Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se
amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver
las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la
guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos,
reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra».
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
Cántico de
Apocalipsis 15, 3-4.
Himno de adoración.
Grandes y
maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no
temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
Lectura breve: 2a Carta de Pedro 3, 8b-9.
Para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión.
Responsorio breve:
V. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Antífona Magníficat: Llamé a mi Hijo para que saliera de Egipto: vendrá y salvará a su pueblo.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Llamé a mi Hijo para que saliera de Egipto: vendrá y salvará a su pueblo.
Preces:
Invoquemos
confiados a Cristo, pastor y guardián de nuestras vidas, y digámosle:
Favorécenos, Señor, por tu bondad.
Buen Pastor del rebaño de Dios,
— ven a reunir a todos los hombres en tu Iglesia.
Ayuda, Señor, a los pastores de tu pueblo peregrino,
— para que apacienten sin desfallecer a tu grey hasta que vuelvas.
Elige de entre nosotros pregoneros de tu palabra,
— para que anuncien tu Evangelio hasta los confines del mundo.
Ten compasión de los que en su trabajo desfallecen a mitad del camino;
— haz que encuentren un amigo que los levante.
Muestra tu gloria en el gozo de tu reino
— a los que en este destierro escucharon tu voz.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Despierta
tu poder y ven, Señor, para que merezcamos ser protegidos por ti y nos
veamos libres de los peligros que nos acechan a causa de nuestros
pecados. Tú, que vives y reinas con el Padre.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno:
Ruega por nosotros,
Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento,
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la reina.
Alza nuestros ojos
hacia tu belleza,
guía nuestros pasos
a la vida eterna. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Salmo 118,
145-152.
XIX (Qof).
Te invoco de
todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se
adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor,
estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Antífona 2: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Cántico de
Éxodo 15, 1-4. 8-13. 17-18.
Himno a Dios, después de la victoria del mar Rojo.
Los
que habían vencido a la fiera
cantaban el cántico de Moisés,
el siervo de Dios. (Ap 15, 2-3)
Cantaré al
Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios:
yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del
faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu
nariz, se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el
enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano».
Pero sopló tu
aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como
tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temible por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu
diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Los introduces
y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Antífona 3: Alabad al Señor, todas las naciones. †
Salmo 116.
Invitación universal a la alabanza divina.
Los
gentiles alaban a Dios
por su misericordia. (Rm 15, 9)
Alabad al
Señor, todas las naciones,
† aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su
misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Alabad al Señor, todas las naciones.
Lectura breve: Isaías 11, 1-3a.
Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Lo inspirará el temor del Señor.
Responsorio breve:
V. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, Amanecerá el Señor.
Antífona Benedictus: No temas, Sión; mira: viene tu Rey. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: No temas, Sión; mira: viene tu Rey. Aleluya.
Preces:
Oremos a Dios
Padre, que trazó desde antiguo un plan de salvación para su pueblo, y
digámosle:
Guarda a tu pueblo, Señor.
Oh Dios, que prometiste a tu pueblo un vástago que haría justicia,
— vela por la santidad de tu Iglesia.
Inclina, oh Dios, el corazón de los hombres a tu palabra
— y afianza la santidad de tus fieles.
Por tu Espíritu consérvanos en el amor,
— para que podamos recibir la misericordia de tu Hijo que se acerca.
Haz que nos mantengamos firmes, Dios de clemencia,
— hasta el día de la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que para librar a la humanidad de la antigua esclavitud del
pecado enviaste a tu Unigénito a este mundo, concede a los que
esperamos con fe el don de tu amor, alcanzar la recompensa de la
libertad verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo.
INVITATORIO:
Salmo
94.
Venid, aclamemos al Señor.
Animaos
los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3, 13)
Se anuncia la antífona.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Se repite la antífona.
Porque el
Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Se repite la antífona.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Se repite la antífona.
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Se repite la antífona.
Durante
cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
También se pueden pronunciar éstos salmos, en lugar del Salmo 94.
Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.
El
Señor manda que
los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)
Se anuncia la antífona.
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Se repite la antífona.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Se repite la antífona.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
Se repite la antífona.
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo
66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Sabed
que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)
Se anuncia la antífona.
El Señor tenga
piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
La tierra ha
dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Se anuncia la antífona.
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
Se repite la antífona.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Se repite la antífona.
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Se repite la antífona.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA LAUDES:
Lucas 1,
68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA VÍSPERAS:
— MAGNÍFICAT —
Lucas 1,
46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.