5a SEMANA de PASCUA
Lecturas:
según la Biblia
de la Conferencia Episcopal Española.
Oraciones: según el Nuevo Misal español.
5o DOMINGO
LUNES 5o
MARTES 5o
MIÉRCOLES 5o
JUEVES 5o
VIERNES 5o
SÁBADO 5o
PRIMERAS VÍSPERAS.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: El alzar de mis manos suba a ti, Señor, como ofrenda de la tarde. Aleluya.
Salmo 140,
1-9.
Oración ante el peligro.
Por
manos del ángel subió
a la presencia de Dios
el humo de los perfumes,
junto con las oraciones
de los santos. (Ap 8, 4)
Señor, te
estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca, Señor,
una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.
Que el justo
me golpee,
que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío
no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.
Sus jefes
cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota
por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis
ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El alzar de mis manos suba a ti, Señor, como ofrenda de la tarde. Aleluya.
Antífona 2: Me sacaste de la prisión: por eso doy gracias a tu nombre. Aleluya.
Salmo 141.
Tú eres mi refugio.
Todo
lo que describe el Salmo se realizó
en el Señor durante su pasión. (S. Hilario)
A voz en grito
clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.
Pero tú
conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Mira a la
derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.
A ti grito,
Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida».
Atiende a mis
clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
Sácame de la
prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Me sacaste de la prisión: por eso doy gracias a tu nombre. Aleluya.
Antífona 3: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer, y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.
Cántico de
Filipenses 2, 6-11.
Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual.
Cristo, a
pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así,
actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios
lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer, y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.
Lectura breve: 1a Carta de Pedro 2, 9-10.
Vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais «no-pueblo», ahora sois «pueblo de Dios», los que antes erais «no compadecidos», ahora sois «objeto de compasión».
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona del Magníficat:
Año A: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Aleluya.
O bien Año A: Cuando vaya y os
prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo
estéis también vosotros. Aleluya.
Año B: Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Aleluya.
O bien Año B: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Aleluya.
Año C: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona del Magníficat:
Año A: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Aleluya.
O bien Año A: Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Aleluya.
Año B: Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Aleluya.
O bien Año B: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Aleluya.
Año C: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo, vida y resurrección de todos los hombres, y digámosle con fe:
Hijo del Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por tu Iglesia extendida por todo el mundo:
— santifícala y haz que cumpla su misión de llevar tu reino a todos los hombres.
Te pedimos por los hambrientos y por los que están tristes, por los enfermos, los oprimidos y los desterrados:
— dales, Señor, ayuda y consuelo.
Te pedimos por los que se han apartado de ti por el error o por el pecado:
— que obtengan la gracia de tu perdón y el don de una vida nueva.
Salvador del mundo, tú que fuiste crucificado, resucitaste, y has de venir a juzgar al mundo,
— ten piedad de nosotros, pecadores.
Te rogamos, Señor, por los que viven en el mundo
— y por los que han salido ya de él, con la esperanza de la resurrección.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso y eterno, lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el
Misterio pascual, para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados
en el bautismo, den frutos abundantes con tu ayuda y protección y
lleguen a los gozos de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES DOMINGO.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: El que tenga sed, que venga a beber de balde el agua viva. Aleluya.
Salmo 62,
2-9.
El alma sedienta de Dios.
Madruga
por Dios todo el que
rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios, tú
eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida
te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me
acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El que tenga sed, que venga a beber de balde el agua viva. Aleluya.
Antífona 2: Rendid homenaje al Señor, que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales. Aleluya.
Cántico de
Daniel 3, 57-88. 56.
Toda la creación alabe al Señor.
Alabad
al Señor,
sus siervos todos. (Ap 19, 5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del
Señor, bendecid al Señor,
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del
espacio, bendecid al Señor,
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna,
bendecid al Señor,
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y
rocío, bendecid al Señor,
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor,
bendecid al Señor,
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y
nevadas, bendecid al Señor,
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y
nieves, bendecid al Señor,
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y
tinieblas, bendecid al Señor,
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la
tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y
cumbres, bendecid al Señor,
cuanto germina en la tierra bendiga al Señor.
Manantiales,
bendecid al Señor,
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y
peces, bendecid al Señor,
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y
ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los
hombres, bendecid al Señor,
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del
Señor, bendecid al Señor,
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y
espíritus justos, bendecid al Señor,
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías,
Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al
Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el
Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
(No se dice Gloria al Padre).
Antífona 2: Rendid homenaje al Señor, que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales. Aleluya.
Antífona 3: Los fieles festejan la gloria del Señor. Aleluya.
Salmo 149.
Alegría de los santos.
Los
hijos de la Iglesia,
nuevo pueblo de Dios,
se alegran por su Rey,
Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su
nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles
festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar
venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la
sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Los fieles festejan la gloria del Señor. Aleluya.
Lectura breve: Hechos de los Apóstoles 10, 40-43.
Dios resucitó a Jesús al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.
Responsorio breve:
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
V. Tú que has resucitado de entre los muertos.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus:
Año A: Jesús dijo: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Aleluya.
O bien Año A: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Aleluya.
Año B: «El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante», dice el Señor. Aleluya.
Año C: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. Aleluya.
O bien Año C: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, como yo os he amado», dice el Señor. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus:
Año A: Jesús dijo: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Aleluya.
O bien Año A: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Aleluya.
Año B: «El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante», dice el Señor. Aleluya.
Año C: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. Aleluya.
O bien Año C: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, como yo os he amado», dice el Señor. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo, autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, y
que por su poder nos resucitará también a nosotros, y digámosle:
Cristo, vida nuestra, sálvanos.
Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, rey de la vida y Salvador de los que han muerto,
— concédenos vivir hoy en tu alabanza.
Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la cruz,
— concédenos que, unidos a ti en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo.
Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes,
— enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza.
Rey de la gloria, esperamos anhelantes el día de tu manifestación gloriosa,
— para poder contemplar tu rostro y ser semejantes a ti.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso y eterno, lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el
Misterio pascual, para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados
en el bautismo, den frutos abundantes con tu ayuda y protección y
lleguen a los gozos de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Resucitó el Señor y está sentado a la derecha de Dios. Aleluya.
Salmo 109,
1-5. 7.
El Mesías, Rey y Sacerdote.
Cristo
tiene que reinar hasta que Dios
haga de sus enemigos estrado
de sus pies. (1 Cor 15, 25)
Oráculo del
Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe
desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío
antes de la aurora».
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu
derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Resucitó el Señor y está sentado a la derecha de Dios. Aleluya.
Antífona 2: Nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo. Aleluya.
Salmo 113 A.
Israel librado de Egipto: las maravillas del Éxodo.
Reconoced
que también vosotros,
los que renunciasteis al mundo,
habéis salido de Egipto. (S. Agustín)
Cuando Israel
salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar al
verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa,
mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros,
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia
del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Reina nuestro Dios, gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Cántico de
Apocalipsis 19, 1-7.
Las bodas del Cordero.
Aleluya. La
salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que lo teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó
la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Aleluya. Reina nuestro Dios, gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 10, 12-14.
Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados.
Responsorio breve:
V. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
R. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
V. Y se ha aparecido a Simón.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat:
Año A: Me voy a prepararos sitio; volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Aleluya.
O bien Año A: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Aleluya.
Año B: Si permanecéis en mí, pediréis lo que deseáis, y se realizará. Aleluya.
O bien Año B: Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos. Aleluya.
Año C: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado», dice el Señor. Aleluya.
O bien Año C: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat:
Año A: Me voy a prepararos sitio; volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Aleluya.
O bien Año A: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Aleluya.
Año B: Si permanecéis en mí, pediréis lo que deseáis, y se realizará. Aleluya.
O bien Año B: Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos. Aleluya.
Año C: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado», dice el Señor. Aleluya.
O bien Año C: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo, el Señor, que murió y resucitó, y ahora intercede por nosotros,
y digámosle:
Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.
Cristo, luz y salvación de todos los pueblos,
— derrama el fuego del Espíritu Santo sobre los que has querido que fueran testigos de tu resurrección en el mundo.
Que el pueblo de Israel te reconozca como el Mesías de su esperanza
— y la tierra toda se llene del conocimiento de tu gloria.
Consérvanos, Señor, en la comunión de tu Iglesia
— y haz que esta Iglesia progrese cada día hacia la plenitud que tú le preparas.
Tú que has vencido a la muerte, nuestro enemigo, destruye en nosotros el poder del mal, tu enemigo,
— para que vivamos siempre para ti, vencedor inmortal.
Cristo Salvador, tú que te sometiste incluso a la muerte y has sido levantado a la derecha del Padre,
— recibe en tu reino glorioso a nuestros hermanos difuntos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso y eterno, lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el
Misterio pascual, para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados
en el bautismo, den frutos abundantes con tu ayuda y protección y
lleguen a los gozos de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Se alegrarán los que se acogen a ti. Aleluya.
Salmo 5,
2-10. 12-13.
Oración de la mañana de un justo perseguido.
Se
alegrarán eternamente los que
acogieron al Verbo en su interior.
El Verbo habita en ellos.
Señor, escucha
mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te
suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un
Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los
malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por
tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame
con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no
hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren
los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú,
Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Se alegrarán los que se acogen a ti. Aleluya.
Antífona 2: Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, tú eres rey y soberano de todo. Aleluya.
Cántico 1o
Crónicas 29, 10-13.
Sólo a Dios honor y gloria.
Bendito
sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo. (Ef 1, 3)
Bendito eres,
Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son,
Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la
riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios
nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, tú eres rey y soberano de todo. Aleluya.
Antífona 3: El Señor se sienta como rey eterno. Aleluya.
Salmo 28.
Manifestación de Dios en la tempestad.
Vino
una voz del cielo que decía:
«Éste es mi Hijo, el amado,
mi predilecto» (Mt 3, 17)
Hijos de Dios,
aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del
Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del
Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar
al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del
Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del
Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!».
El Señor se
sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Señor se sienta como rey eterno. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 10, 8b-10.
La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Al que me ama, lo amará mi Padre, y lo amaré yo y me mostraré a él. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Al que me ama, lo amará mi Padre, y lo amaré yo y me mostraré a él. Aleluya.
Preces:
Glorifiquemos
a Cristo, a quien el Padre ha enaltecido dándole en herencia todas las
naciones, y digámosle suplicantes:
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Oh Cristo, que en tu victoria destruiste el poder del abismo, borrando el pecado y la muerte,
— haz que también nosotros venzamos hoy el pecado.
Tú que alejaste de nosotros la muerte y nos has dado nueva vida,
— concédenos andar hoy por la senda de tu vida nueva.
Tú que diste vida a los muertos, haciendo pasar a la humanidad entera de muerte a vida,
— concede a cuantos se relacionen hoy con nosotros el don de la vida eterna.
Tú que llenaste de confusión a los que custodiaban tu sepulcro y alegraste a los discípulos con tus apariciones,
— llena de gozo a cuantos te sirven.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Te
pedimos, Señor, que protejas siempre a tu familia con tu mano poderosa,
para que, libre de toda maldad, en virtud de la resurrección de tu Hijo
unigénito, consiga los dones del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Tened valor: yo he vencido al mundo. Aleluya.
Salmo 10.
El Señor, esperanza del justo.
Dichosos
los que tienen hambre
y sed de la justicia, porque ellos
quedarán saciados. (Mt 5, 6)
Al Señor me
acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?».
Pero el Señor
está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo,
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor
examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el
Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Tened valor: yo he vencido al mundo. Aleluya.
Antífona 2: Se hospedará en tu tienda, habitará en tu monte santo. Aleluya.
Salmo 14.
¿Quién es justo ante el Señor?
Os
habéis acercado al monte Sión,
ciudad del Dios vivo. (Hb 12, 22)
Señor, ¿quién
puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede
honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace
mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no
retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Se hospedará en tu tienda, habitará en tu monte santo. Aleluya.
Antífona 3: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Aleluya.
Cántico de
Efesios 1, 3-10.
El Dios Salvador.
Bendito sea
Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió
en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha
destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo,
por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 8, 1b-3a.
Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos, y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el Señor y no por un hombre. En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: El Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: El Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. Aleluya.
Preces:
Con espíritu
gozoso, invoquemos a Cristo a cuya humanidad dio vida el Espíritu
Santo, haciéndolo fuente de vida para los hombres, y digámosle:
Renueva y da vida a todas las cosas, Señor.
Cristo, Salvador del mundo y Rey de la nueva creación, haz que ya desde ahora, con el espíritu, vivamos en tu reino,
— donde estás sentado a la derecha del Padre.
Señor, tú que vives en tu Iglesia hasta el fin de los tiempos,
— condúcela por el Espíritu Santo al conocimiento de la verdad plena.
Que los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren luz en tu victoria,
— y que tu gloriosa resurrección los consuele y los conforte.
Al terminar este día, te ofrecemos nuestro homenaje, oh Cristo, luz imperecedera,
— y te pedimos que con la gloria de tu resurrección ilumines a los que han muerto.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Te
pedimos, Señor, que protejas siempre a tu familia con tu mano poderosa,
para que, libre de toda maldad, en virtud de la resurrección de tu Hijo
unigénito, consiga los dones del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 |
Salmodia:
Antífona 1: El que bajó es el mismo que subió por encima de los cielos. Aleluya.
Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es
ese
Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El que bajó es el mismo que subió por encima de los cielos. Aleluya.
Antífona 2: Ensalzad al Rey del cielo y alegraos de su grandeza. Aleluya.
Cántico
Tobías 13, 1-10a.
Dios castiga y salva.
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que en su gran misericordia
nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva (1 Pe 1, 3)
Bendito sea
Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias,
israelitas, ante los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes,
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro padre por todos los siglos.
Él nos azota
por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre las naciones
por donde estáis dispersados.
Si volvéis a
él de todo corazón
y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros
y no os ocultará su rostro.
Veréis lo que
hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos.
Yo le doy
gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su poder
a un pueblo pecador.
Convertíos,
pecadores,
obrad rectamente en su presencia:
quizá os mostrará benevolencia
y tendrá compasión.
Ensalzaré a mi
Dios, al rey del cielo,
y me alegraré de su grandeza.
Que todos alaben al Señor
y le den gracias en Jerusalén.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Ensalzad al Rey del cielo y alegraos de su grandeza. Aleluya.
Antífona 3: La misericordia del Señor llena la tierra. Aleluya.
Salmo 32.
Himno al poder y a la providencia de Dios.
Por
medio de la Palabra
se hizo todo. (Jn 1, 3)
Aclamad,
justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al
Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones:
que la palabra
del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
La palabra del
Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.
Tema al Señor
la tierra entera,
tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó y surgió.
El Señor
deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la
nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira
desde el cielo,
se fija en todos los hombres;
desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
No vence el
rey por su gran ejército,
no escapa el soldado por su mucha fuerza,
nada valen sus caballos para la victoria,
ni por su gran ejército se salvan.
Los ojos del
Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: La misericordia del Señor llena la tierra. Aleluya.
Lectura breve: Hechos de los Apóstoles 13, 30-33.
Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy».
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: La paz os dejo, aleluya, mi paz os doy. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: La paz os dejo, aleluya, mi paz os doy. Aleluya.
Preces:
Alabemos a
Cristo, que con su poder reconstruyó el templo destruido de su cuerpo,
y supliquémosle:
Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.
Oh Cristo Salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a los apóstoles, y salvaste al universo entero,
— conviértenos en testigos del Dios viviente.
Tú que has prometido la resurrección universal y has anunciado una vida nueva,
— haz de nosotros mensajeros del Evangelio de la vida.
Tú que te apareciste repetidas veces a los apóstoles y les comunicaste el Espíritu Santo,
— renuévanos por el Espíritu Defensor.
Tú que prometiste estar con tus discípulos hasta el fin del mundo,
— quédate hoy con nosotros y sé siempre nuestro compañero.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que en la resurrección de Cristo nos has renovado para la vida
eterna, concede a tu pueblo la firmeza de la fe y de la esperanza, para
que nunca dudemos del cumplimiento de las promesas que hemos conocido
siendo tú el autor. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Ahora se estableció el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo. Aleluya.
Salmo 19.
Oración por la victoria del Rey.
Cuantos
invoquen el nombre
del Señor se salvarán. (Hch 2, 21)
Que te escuche
el Señor el día del peligro,
que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte Sión.
Que se acuerde
de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios;
que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.
Que podamos
celebrar tu victoria
y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.
Ahora
reconozco que el Señor
da la victoria a su ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.
Unos confían
en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.
Ellos cayeron
derribados,
nosotros nos mantenemos en pie.
Señor, da la
victoria al Rey
y escúchanos cuando te invocamos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Ahora se estableció el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo. Aleluya.
Antífona 2: Has asumido, Señor, el poder y comenzaste a reinar. Aleluya.
Salmo 20,
2-8. 14.
Acción de gracias por la victoria del rey.
El
Señor resucitado recibió la vida,
años que se prolongan sin término.
(S. Ireneo)
Señor, el rey
se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste
a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha
engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate,
Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Has asumido, Señor, el poder y comenzaste a reinar. Aleluya.
Antífona 3: Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste, y existió. Aleluya.
Cántico de
Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12.
Himno de los redimidos.
Eres digno,
Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de
tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el
Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste, y existió. Aleluya.
Lectura breve: 1a Carta de Pedro 2, 4-5.
Acercándoos a él, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre. Aleluya.
Preces:
Aclamemos
alegres a Cristo, que después de ser sepultado en el seno de la tierra
resucitó gloriosamente a una vida nueva, y digámosle confiados:
Rey de la gloria, escúchanos.
Te rogamos, Señor, por los obispos, los presbíteros y los diáconos: que sirvan con celo a tu pueblo
— y lo conduzcan por los caminos del bien.
Te rogamos, Señor, por los que sirven a la Iglesia con el estudio de tu palabra:
— que escudriñen tu doctrina con pureza de corazón y deseo de adoctrinar a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por todos los fieles de la Iglesia: que combatan bien el combate de la fe,
— y, habiendo corrido hasta la meta, alcancen la corona merecida.
Tú que en la cruz clavaste y borraste el protocolo que nos condenaba,
— destruye también en nosotros toda clase de esclavitud y líbranos de toda tiniebla.
Tú que al bajar al lugar de los muertos abriste las puertas del abismo,
— recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que en la resurrección de Cristo nos has renovado para la vida
eterna, concede a tu pueblo la firmeza de la fe y de la esperanza, para
que nunca dudemos del cumplimiento de las promesas que hemos conocido
siendo tú el autor. Por nuestro Señor Jesucristo.
MIÉRCOLES 5a SEMANA DE PASCUA.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: En ti, Señor, está la fuente viva. Aleluya.
Salmo 35.
Depravación del malvado y bondad de Dios.
El
que me sigue no camina en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida. (Jn 8, 12)
El malvado
escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios, ni en su presencia».
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras
de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.
Señor, tu
misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes;
tu justicia hasta las altas cordilleras,
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a
hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de
lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva,
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu
misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado
los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: En ti, Señor, está la fuente viva. Aleluya.
Antífona 2: Enviaste tu Espíritu, Señor, y existió la creación. Aleluya.
Cántico
Judit 16, 1-2. 13-15.
Dios, creador del mundo y protector de su pueblo.
Entonaron un cántico nuevo. (Ap 5, 9)
¡Alabad a mi
Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios
quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.
Cantaré a mi
Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva
toda la creación,
porque tú lo mandaste, y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las
olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Enviaste tu Espíritu, Señor, y existió la creación. Aleluya.
Antífona 3: Dios es el Rey del mundo: tocad con maestría. Aleluya.
Salmo 46.
El Señor es rey de todas las cosas.
Está
sentado a la derecha del Padre,
y su reino no tendrá fin.
Pueblos todos,
batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
Él nos somete
los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende
entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es
el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes
de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Dios es el Rey del mundo: tocad con maestría. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 6, 8-11.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Yo soy la verdadera vid, aleluya; vosotros, mis sarmientos. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Yo soy la verdadera vid, aleluya; vosotros, mis sarmientos. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para
nuestra justificación, y aclamémosle, diciendo:
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Salvador nuestro, Señor Jesús, que con tu victoria sobre la muerte nos has alegrado y con tu resurrección nos has exaltado y nos has enriquecido,
— ilumina hoy nuestras mentes y santifica nuestra jornada con la gracia de tu Espíritu Santo.
Tú que en el cielo eres glorificado por los ángeles y en la tierra eres adorado por los hombres,
— recibe la adoración que en espíritu y verdad te tributamos en esta fiesta de tu resurrección.
Sálvanos, Señor Jesús, muestra tu amor y tu misericordia al pueblo que confía en tu resurrección
— y, compadecido de nosotros, defiéndenos hoy de todo mal.
Rey de la gloria y vida nuestra, haz que, cuando aparezcas,
— podamos aparecer también nosotros, juntamente contigo, en gloria.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido, atrae
hacia ti los corazones de tus siervos, para que nunca se aparten de la
luz de la verdad los que han sido liberados de las tinieblas del error.
Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador. Aleluya.
Salmo 26.
Confianza ante el peligro.
I
Ésta
es la morada de Dios
con los hombres. (Ap 21, 3)
El Señor es mi
luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me
asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército
acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido
al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Él me
protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así
levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador. Aleluya.
Antífona 2: Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Aleluya.
II
Algunos,
poniéndose en pie, daban
testimonio contra Jesús. (Mc 14, 57)
Escúchame,
Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi
corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro.
No rechaces
con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y
mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor,
enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me
entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar
de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el
Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Aleluya.
Antífona 3: Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Aleluya.
Cf. Cántico
de Colosenses 1, 12-20.
Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de
entre los muertos.
Damos gracias
a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha
sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen
de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior
a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él
quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 7, 24-27.
Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo, que resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha
del Padre, y digámosle:
Oh Cristo, siempre vivo para interceder por los hombres, escucha
nuestra oración.
Acuérdate, Señor, de los que se han consagrado al ministerio pastoral;
— que sean para tu pueblo ejemplo de santidad.
Concede, Señor, el espíritu de justicia y de paz a los que gobiernan las naciones
— y haz que trabajen para que todos podamos vivir según tu ley.
Concede la paz a nuestros días
— y multiplica los bienes de la tierra, para que los pobres puedan gozar de las riquezas de tu bondad.
Oh Cristo, que con tu triunfo has iluminado el mundo entero y has llamado a la vida a toda la creación, que estaba sometida a la frustración,
— concede la luz eterna a nuestros hermanos difuntos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido, atrae
hacia ti los corazones de tus siervos, para que nunca se aparten de la
luz de la verdad los que han sido liberados de las tinieblas del error.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Elévate sobre el cielo, Dios mío. Aleluya.
Salmo 56.
Oración matutina de un afligido.
Este
salmo canta la pasión
del Señor. (S. Agustín)
Misericordia,
Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios
altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme;
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado
entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre
el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido
una red a mis pasos,
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón
está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré
gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre
el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Elévate sobre el cielo, Dios mío. Aleluya.
Antífona 2: El Señor redimió a su pueblo. Aleluya.
Cántico de
Jeremías 31, 10-14.
Felicidad del pueblo redimido.
Jesús
iba a morir… para reunir a los hijos
de Dios dispersos. (Jn 11, 51. 52)
Escuchad,
pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con
aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.
Entonces se
alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor redimió a su pueblo. Aleluya.
Antífona 3: Éste es nuestro Dios por siempre jamás. Aleluya.
Salmo 47.
Himno a la gloria de Dios en Jerusalén.
Me
transportó en éxtasis
a un monte altísimo, y me enseñó
la ciudad santa, Jerusalén. (Ap 22, 10)
Grande es el
Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
el monte Sión,
vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los
reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos.
Allí los
agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
Lo que
habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.
Oh Dios,
meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra
está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
Dad la vuelta
en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder
decirle a la próxima generación:
«Éste es el Señor, nuestro Dios».
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Éste es nuestro Dios por siempre jamás. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 8, 10-11.
Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor. Aleluya.
Preces:
Glorifiquemos
a Cristo resucitado y siempre presente en su Iglesia y supliquémosle,
diciendo:
Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte,
— permanece en medio de nosotros, tú que vives por los siglos de los siglos.
Señor, ven a nosotros con tu poder salvador
— y muéstranos la bondad de Dios Padre.
Señor, ayuda al mundo abrumado por las discordias
— ya que sólo tú tienes el poder de salvar y reconciliar.
Confírmanos en la fe de la victoria final,
— y arraiga en nosotros la esperanza de tu manifestación gloriosa.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que por, tu gracia, nos has hecho pasar de pecadores a justos y
de infelices a dichosos, hazte presente con tus obras y dones, para que
no nos falte la fuerza de la perseverancia a quienes hemos sido
justificados por la fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Cambiaste mi luto en danzas. Aleluya.
Salmo 29.
Acción de gracias por la curación de un enfermo en peligro de muerte.
Cristo,
después de su gloriosa
resurrección, da gracias
al Padre. (Casiano)
Te ensalzaré,
Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios
mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el
Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy
seguro:
«No vacilaré jamás».
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.
A ti, Señor,
llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar
gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme».
Cambiaste mi
luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Cambiaste mi luto en danzas. Aleluya.
Antífona 2: Fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo. Aleluya.
Salmo 31.
Acción de gracias de un pecador perdonado.
David
llama dichoso al hombre
a quien Dios otorga la justificación
prescindiendo de sus obras. (Rm 4, 6)
Dichoso el que
está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
Mientras callé
se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se había vuelto un fruto seco.
Había pecado,
lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que
todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.
Tú eres mi
refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
Te instruiré y
te enseñaré
el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
No seáis
irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.
Los malvados
sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
Alegraos,
justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo. Aleluya.
Antífona 3: ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.
Cántico de
Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a.
El juicio de Dios.
Gracias te
damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se
encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se
estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos lo
vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron;
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.
Lectura breve 1a Carta de Pedro 3, 18. 22.
Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu. Fue al cielo, está sentado a la derecha de Dios y tiene a su disposición ángeles, potestades y poderes.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Aleluya.
Preces:
Glorifiquemos
a Cristo, que resucitó de entre los muertos el primero de todos, y
supliquémosle, diciendo:
Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra
oración.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida hasta los confines del mundo:
— que tus bendiciones abundantes se derramen sobre cuantos creen en ti.
Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas,
— visítanos con tu amor y sálvanos.
Tú que experimentaste los dolores de la cruz y ahora estás lleno de gloria,
— levanta y consuela a los enfermos y líbralos de sus sufrimientos.
Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,
— libra a los prisioneros y oprimidos, y da pan a los hambrientos.
Tú, Señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la inmortalidad,
— concede a nuestros hermanos difuntos la vida nueva de tu reino.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que por, tu gracia, nos has hecho pasar de pecadores a justos y
de infelices a dichosos, hazte presente con tus obras y dones, para que
no nos falte la fuerza de la perseverancia a quienes hemos sido
justificados por la fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Acuérdate de mí, Señor, cuando llegues a tu reino. Aleluya.
Salmo 50.
Misericordia, Dios mío.
Renovaos
en la mente y en el espíritu
y vestíos de la nueva condición humana.
(Ef 4, 23-24)
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo
reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la
sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un
corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el
gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea
en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la
alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la
sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu
bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Acuérdate de mí, Señor, cuando llegues a tu reino. Aleluya.
Antífona 2: Es verdad: tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador. Aleluya. †
Cántico
Isaías 45, 15-26.
Que los pueblos todos se conviertan al Señor.
Al
nombre de Jesús
toda rodilla se doble.
(Flp 2, 10)
Es verdad: tú
eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
† Se avergüenzan y se sonrojan todos
por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca jamás.
Así dice el
Señor, creador del cielo
—él es Dios—,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor, y no hay otro».
No te hablé a
escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«Buscadme en el vacío».
Yo soy el
Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera
y rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad,
aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
—No hay otro Dios fuera de mí—.
Yo soy un Dios
justo y salvador,
y no hay ninguno más.
Volveos hacia
mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios, y no hay otro.
Yo juro por mi
nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»;
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder».
A él vendrán
avergonzados
los que se enardecían contra él;
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Es verdad: tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador. Aleluya.
Antífona 3: Servid al Señor con alegría. Aleluya.
Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.
El
Señor manda que
los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Servid al Señor con alegría. Aleluya.
Lectura breve: Hechos de los Apóstoles 5, 30-32.
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Aleluya.
Preces:
Dirijamos
nuestra oración a Dios Padre, que por la resurrección de Jesucristo nos
ha dado vida nueva, y digámosle:
Ilumínanos, Señor, con la claridad de Jesucristo.
Señor, tú que nos has revelado tu plan de salvación proyectado desde antes de la creación del mundo y eres fiel en todas tus promesas,
— escucha con amor nuestras plegarias.
Purifícanos con tu verdad y encamina nuestros pasos por las sendas de la santidad,
— para que obremos siempre el bien según tu agrado.
Ilumina tu rostro sobre nosotros,
— para que, libres de todo mal, nos saciemos con los bienes de tu casa.
Tú que diste la paz a los apóstoles,
— concédela también a todos los hombres del mundo.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Danos,
Señor, una plena vivencia de los misterios pascuales, para que,
celebrándolos con alegría, nos protejan continuamente y nos salven. Por
nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Cristo se hizo pobre por nosotros para enriquecernos. Aleluya.
Salmo 40.
Oración de un enfermo.
Uno
de vosotros me va a entregar,
uno que está comiendo conmigo.
(Mc 14, 18)
Dichoso el que
cuida del pobre;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo
guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
El Señor lo
sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije:
«Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti».
Mis enemigos
me desean lo peor:
«A ver si se muere, y se acaba su apellido».
El que viene a
verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y, cuando sale afuera, la dice.
Mis
adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
«Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse».
Incluso mi
amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.
Pero tú,
Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.
En esto
conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en
cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el
Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén, amén.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Cristo se hizo pobre por nosotros para enriquecernos. Aleluya.
Antífona 2: El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios. Aleluya.
Salmo 45.
Dios refugio y fortaleza de su pueblo.
Le
pondrá por nombre Emmanuel,
que significa «Dios-con-nosotros».
(Mt 1, 23)
Dios es
nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no
tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y
bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de
las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a
Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se
amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver
las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la
guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos,
reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra».
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios. Aleluya.
Antífona 3: Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.
Cántico de
Apocalipsis 15, 3-4.
Himno de adoración.
Grandes y
maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no
temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 5, 8-10.
Cristo, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que le obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de Melquisedec.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Aleluya.
Preces:
Invoquemos a
Cristo, camino, verdad y vida, y digámosle:
Hijo de Dios vivo, bendice a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por los ministros de tu Iglesia: que, al partir para sus hermanos el pan de vida,
— encuentren también ellos, en el pan que distribuyen, su alimento y fortaleza.
Te pedimos por todo el pueblo cristiano: que ande, Señor, como pide la vocación a la que ha sido convocado,
— y se esfuerce en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz.
Te pedimos por los que rigen los destinos de las naciones: que cumplan su misión con espíritu de justicia y con amor,
— para que haya paz y concordia entre los pueblos.
Señor, que podamos celebrar tu santa resurrección con tus ángeles y tus santos,
— y que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu bondad, se alegren también en tu reino.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Danos,
Señor, una plena vivencia de los misterios pascuales, para que,
celebrándolos con alegría, nos protejan continuamente y nos salven. Por
nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Por tu misericordia dame vida. Aleluya.
Salmo 118,
145-152.
XIX (Coph).
Te invoco de
todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se
adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor,
estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Por tu misericordia dame vida. Aleluya.
Antífona 2: Los que habían vencido cantaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero. Aleluya.
Cántico del
Éxodo 15, 1-4. 8-13. 17-18.
Himno a Dios, después de la victoria del mar Rojo.
Los
que habían vencido a la fiera
cantaban el cántico de Moisés,
el siervo de Dios. (Ap 15, 2-3)
Cantaré al
Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios:
yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del
faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu
nariz, se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el
enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano».
Pero sopló tu
aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como
tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temible por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu
diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Los introduces
y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Los que habían vencido cantaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero. Aleluya.
Antífona 3: Firme es su misericordia con nosotros. Aleluya.
Salmo 116.
Invitación universal a la alabanza divina.
Los
gentiles alaban a Dios
por su misericordia. (Cf. Rm 15, 9)
Alabad al
Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su
misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Firme es su misericordia con nosotros. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 14, 7-9.
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo, pan de vida, que en el último día resucitará a los que se
alimentan con su palabra y con su cuerpo, y digámosle:
Señor, danos paz y alegría.
Hijo de Dios, que, resucitado de entre los muertos, eres el príncipe de la vida,
— bendice y santifica a tus fieles y a todos los hombres.
Tú que concedes paz y alegría a todos los que creen en ti,
— danos el vivir como hijos de la luz mientras nos alegramos de tu victoria.
Aumenta la fe de tu Iglesia, peregrina en la tierra,
— para que dé al mundo testimonio de tu resurrección.
Tú que, habiendo padecido mucho, has entrado ya en la gloria del Padre,
— convierte en gozo la tristeza de los afligidos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso y eterno, que, por la regeneración bautismal, te has
dignado comunicarnos la vida del cielo, ayuda a llegar, conducidos por
ti, a la plenitud de la gloria a quienes has santificado y hecho
capaces de la inmortalidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94.
Venid, aclamemos al Señor.
Se anuncia la antífona.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Se repite la antífona.
Porque el
Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Se repite la antífona.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Se repite la antífona.
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Se repite la antífona.
Durante
cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
También se pueden pronunciar éstos salmos, en lugar del Salmo 94.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.
Se anuncia la antífona.
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Se repite la antífona.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Se repite la antífona.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
Se repite la antífona.
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Se anuncia la antífona.
El Señor tenga
piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia;
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
La tierra ha
dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Se anuncia la antífona.
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
Se repite la antífona.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Se repite la antífona.
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Se repite la antífona.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese
Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza,
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?».
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada;
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua».
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana,
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya.
¡Alegría!, ¡alegría!, ¡alegría!
La muerte, en huida,
ya va malherida.
Los sepulcros se quedan desiertos.
Decid a los muertos:
«¡Renace la Vida,
y la muerte ya va de vencida!».
Quien le lloró muerto
lo encontró en el huerto,
hortelano de rosas y olivos.
Decid a los vivos:
«¡Viole jardinero
quien le viera colgar del madero!».
Las puertas selladas
hoy son derribadas.
En el cielo se canta victoria.
Gritadle a la gloria
que hoy son asaltadas
por el hombre sus «muchas moradas».
La noche y el alba, con su estrella fiel,
se gozan con Cristo, Señor de Israel,
con Cristo aliviado en el amanecer.
La vida y la muerte luchándose están.
Oh, qué maravilla de juego mortal,
Cristo, qué buen capitán.
En él se redime todo pecado,
el árbol caído devuelve su flor,
oh santa mañana de resurrección.
Qué gozo de tierra, de aire y de mar,
qué muerte, qué vida, qué fiel despertar,
qué gran romería de la cristiandad. Amén.
Cristo, alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo!
En el día primero,
tu resurrección alegraba
el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas,
porque participaban de tu gloria.
La mañana celebra
tu resurrección y se alegra
con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca,
sabiendo que el sepulcro está vacío.
En la clara mañana,
tu sagrada luz se difunde
como una gracia nueva.
Que nosotros vivamos
como hijos de luz y no pequemos
contra la claridad de tu presencia.
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con Él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza,
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con Él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.
I
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta de la luz!,
despierta, tú que duermes,
y el Señor te alumbrará.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada, ¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada. ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Quédate con nosotros,
la tarde está cayendo.
¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.
¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.
Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.
Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa.
Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo,
y quédate conmigo.
Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.
Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo! Amén.
¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?
Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.
Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.
Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.
Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos,
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas!
Nos dijeron de noche
que estabas muerto,
y la fe estuvo en vela
junto a tu cuerpo.
La noche entera
la pasamos queriendo
mover la piedra.
Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.
No supieron contarlo
los centinelas:
nadie supo la hora
ni la manera.
Antes del día,
se cubrieron de gloria
tus cinco heridas.
Si los cinco sentidos
buscan el sueño,
que la fe tenga el suyo
vivo y despierto.
La fe velando,
para verte de noche
resucitando. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA LAUDES:
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA VÍSPERAS:
— MAGNÍFICAT —
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.