6a SEMANA de PASCUA
Lecturas:
según la Biblia
de la Conferencia Episcopal Española.
Oraciones: según el Nuevo Misal español.
6o DOMINGO
LUNES 6o
MARTES 6o
MIÉRCOLES 6o
JUEVES 6o
VIERNES 6o
SÁBADO 6o
PRIMERAS VÍSPERAS.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: El que realiza la verdad se acerca a la luz. Aleluya.
Salmo
118, 105-112.
XIV (Nun).
Himno a la ley divina.
Éste
es mi mandamiento:
que os améis unos a otros. (Jn 15, 12)
Lámpara es tu
palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor,
los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.
Tus preceptos
son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El que realiza la verdad se acerca a la luz. Aleluya.
Antífona 2: El Señor, rotas las ataduras de la muerte, ha resucitado. Aleluya.
Salmo
15.
El Señor es el lote de mi heredad.
Dios
resucitó a Jesús rompiendo
las ataduras de la muerte. (Hch 2, 24)
Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican
las estatuas
de dioses extraños,
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el
lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
Me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al
Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me
alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás
el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor, rotas las ataduras de la muerte, ha resucitado. Aleluya.
Antífona 3: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.
Cántico
de Filipenses 2, 6-11.
Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual.
Cristo, a
pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así,
actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios
lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.
Lectura breve: 1a Carta de Pedro 2, 9-10.
Vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais «no-pueblo», ahora sois «pueblo de Dios», los que antes erais «no compadecidos», ahora sois «objeto de compasión».
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat:
Año A: Le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros. Aleluya.
Año B: Guardad mis mandamientos, para que mi alegría esté siempre con vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Aleluya.
O bien Año B: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Aleluya.
Año C: El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os vaya recordando todo lo que os he dicho. Aleluya.
O bien Año C: El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat:
Año A: Le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros. Aleluya.
Año B: Guardad mis mandamientos, para que mi alegría esté siempre con vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Aleluya.
O bien Año B: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Aleluya.
Año C: El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os vaya recordando todo lo que os he dicho. Aleluya.
O bien Año C: El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo que, resucitado de entre los muertos, destruyó nuestra muerte y
nos dio nueva vida, y digámosle:
Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.
Tú que eres la piedra desechada por los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
— conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.
Tú que eres el testigo fiel y veraz, el primogénito de entre los muertos,
— haz que la Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el mundo.
Tú que eres el único esposo de la Iglesia, nacida de tu costado,
— haz que todos nosotros seamos testigos de este misterio nupcial.
Tú que eres el primero y el último, que estabas muerto y ahora vives por los siglos de los siglos,
— concede a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte, a fin de recibir la corona de la victoria.
Tú que eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios,
— alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos
días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos
siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo. Por nuestro Señor
Jesucristo.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Salmo
117.
Himno de acción de gracias después de la victoria.
Jesús
es la piedra que desechasteis vosotros,
los arquitectos, y que se ha convertido
en piedra angular. (Hch 4, 11)
Dad gracias al
Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa
de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa
de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los
fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro
grité al Señor,
y me escuchó poniéndome a salvo.
El Señor está
conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es
refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.
Todos los
pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas;
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y
empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad, hay
cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa».
No he de
morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las
puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
— Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
— Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que
desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día
en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
— Bendito el que viene en nombre del
Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina.
— Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi
Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al
Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Antífona 2: Bendito eres en la bóveda del cielo: a ti, Señor, alabanza por los siglos. Aleluya.
Cántico
de Daniel 3, 52-57.
Que la creación entera alabe al Señor.
¡Bendito
el Creador
por siempre! (Rm 1, 25)
Bendito eres,
Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu
nombre, santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor.
Ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Bendito eres en la bóveda del cielo: a ti, Señor, alabanza por los siglos. Aleluya.
Antífona 3: Rendid homenaje a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: «¡Amén. Aleluya!».
Salmo
150.
Alabad al Señor.
Salmodiad
con el espíritu,
salmodiad con toda vuestra mente,
es decir, glorificad a Dios con el cuerpo
y con el alma. (Hesiquio)
Alabad al
Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por
sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo
tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con
tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con
platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Rendid homenaje a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: «¡Amén. Aleluya!».
Lectura breve: Hechos de los Apóstoles 10, 40-43.
Dios resucitó a Jesús al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.
Responsorio breve:
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
V. Tú que has resucitado de entre los muertos.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus:
Año A: Vosotros conocéis al Espíritu Santo porque vive con vosotros y está con vosotros. Aleluya.
O bien Año A: No os dejaré huérfanos; me voy y vuelvo a vuestro lado, y se alegrará vuestro corazón. Aleluya.
Año B: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Aleluya.
O bien Año B: Os he hablado esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Aleluya.
Año C: La palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Aleluya.
O bien Año C: El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus:
Año A: Vosotros conocéis al Espíritu Santo porque vive con vosotros y está con vosotros. Aleluya.
O bien Año A: No os dejaré huérfanos; me voy y vuelvo a vuestro lado, y se alegrará vuestro corazón. Aleluya.
Año B: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Aleluya.
O bien Año B: Os he hablado esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Aleluya.
Año C: La palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Aleluya.
O bien Año C: El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. Aleluya.
Preces:
Invoquemos a
Dios, Padre todopoderoso, que resucitó a Jesús, nuestro jefe y
salvador, y aclamémoslo, diciendo:
Ilumínanos, Señor, con la luz de Cristo.
Padre santo, que hiciste pasar a tu Hijo amado de las tinieblas de la muerte a la luz de tu gloria,
— haz que podamos llegar también nosotros a tu luz admirable.
Tú que nos has salvado por la fe,
— haz que vivamos hoy según la fe que profesamos en nuestro bautismo.
Tú que quieres que busquemos los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a tu derecha,
— líbranos de la seducción del pecado.
Haz que nuestra vida, escondida con Cristo en ti, brille en el mundo
— como signo que anuncie el cielo y la tierra nuevos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos
días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos
siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo. Por nuestro Señor
Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en el cielo. Aleluya.
Salmo 109,
1-5. 7.
El Mesías, Rey y Sacerdote.
Cristo
tiene que reinar hasta que
Dios haga de sus enemigos
estrado de sus pies. (1 Cor 15, 25)
Oráculo del
Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe
desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío
antes de la aurora».
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu
derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en el cielo. Aleluya.
Antífona 2: Abandonasteis los ídolos y os volvisteis al Dios vivo. Aleluya.
Salmo 113 A.
Israel librado de Egipto: las maravillas del Éxodo.
Reconoced
que también vosotros,
los que renunciasteis al mundo,
habéis salido de Egipto. (S. Agustín)
No a nosotros,
Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios?».
Nuestro Dios
está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:
Tienen boca, y
no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
Tienen manos,
y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Israel confía
en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor
se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.
Que el Señor
os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
bendito seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya
no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Abandonasteis los ídolos y os volvisteis al Dios vivo. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios. Aleluya.
Cántico Cf.
Apocalipsis 19, 1-7.
Las bodas del Cordero.
Aleluya. La
salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que lo teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó
la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 10, 12-14.
Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados.
Responsorio breve:
V. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
R. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
V. Y se ha aparecido a Simón.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat:
Año A: El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Aleluya.
O bien Año A: Al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él. Aleluya.
Año B: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Aleluya.
O bien Año B: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Aleluya.
Año C: La paz os dejo, mi paz os doy. Aleluya.
O bien Año C: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat:
Año A: El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Aleluya.
O bien Año A: Al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él. Aleluya.
Año B: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Aleluya.
O bien Año B: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Aleluya.
Año C: La paz os dejo, mi paz os doy. Aleluya.
O bien Año C: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Aleluya.
Preces:
Oremos a Dios
Padre, que resucitó a su Hijo Jesucristo y lo exaltó a su derecha, y
digámosle:
Guarda, Señor, a tu pueblo, por la gloria de Cristo.
Padre justo, que por la victoria de la cruz elevaste a Cristo sobre la tierra,
— atrae hacia él a todos los hombres.
Por tu Hijo glorificado, envía, Señor, sobre tu Iglesia al Espíritu Santo,
— a fin de que tu pueblo sea, en medio del mundo, signo de la unidad de los hombres.
A la nueva prole renacida del agua y del Espíritu Santo consérvala en la fe de su bautismo,
— para que alcance la vida eterna.
Por tu Hijo glorificado, ayuda, Señor, a los que sufren, da libertad a los presos, salud a los enfermos
— y la abundancia de tus bienes a todos los hombres.
A nuestros hermanos difuntos, a quienes mientras vivían en este mundo diste el cuerpo y la sangre de Cristo glorioso,
— concédeles la gloria de la resurrección en el último día.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos
días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos
siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo. Por nuestro Señor
Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Aleluya.
Salmo 41.
Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo.
El
que tenga sed, y quiera,
que venga a beber
el agua viva. (Ap 22, 17)
Como busca la
cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de
Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas
son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?».
Recuerdo otros
tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te
acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
Cuando mi alma
se acongoja,
te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita
a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios:
«Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?».
Se me rompen
los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?».
¿Por qué te
acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Aleluya.
Antífona 2: Llena, Señor, a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Aleluya.
Cántico
Eclesiástico 36, 1-7. 13-16.
Súplica en favor de la ciudad santa de Jerusalén.
Ésta
es la vida eterna:
que te conozcan a ti,
único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo. (Jn 17, 3)
Sálvanos, Dios
del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.
Como les
mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos;
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los
prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas
las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión
del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión
de tu majestad,
y al templo, de tu gloria.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Llena, Señor, a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Aleluya.
Antífona 3: La gloria de Dios ilumina la ciudad y su lámpara es el Cordero. Aleluya.
Salmo 18 A,
2-7.
Alabanza al Dios creador del universo.
Nos
visitará el sol que nace de lo alto,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz. (Lc 1, 78. 79)
El cielo
proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que
hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha
puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un
extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: La gloria de Dios ilumina la ciudad y su lámpara es el Cordero. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 10, 8b-10.
La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.
Preces:
Oremos a Dios
Padre todopoderoso, que ha sido glorificado en la muerte y resurrección
de su Hijo, y digámosle confiados:
Ilumina, Señor, nuestras mentes.
Dios, Padre de los astros, que has querido iluminar el mundo con la gloria de Cristo resucitado,
— ilumina, desde el principio de este día, nuestras almas con la luz de la fe.
Tú que por medio de tu Hijo resucitado de entre los muertos has abierto a los hombres las puertas de la salvación,
— haz que a través de los trabajos de este día se acreciente nuestra esperanza.
Tú que por medio de tu Hijo resucitado has derramado sobre el mundo el Espíritu Santo,
— enciende nuestros corazones con el fuego de este mismo Espíritu.
Que Cristo, el Señor, clavado en la cruz para librarnos,
— sea hoy para nosotros salvación y redención.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
misericordioso, concédenos recibir como fruto abundante en toda nuestra
vida lo que realizamos en las celebraciones pascuales. Por nuestro
Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.
Salmo 44.
Las nupcias del Rey.
I
¡Que
llega el Esposo,
salid a recibirlo! (Mt 26, 5)
Me brota del
corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más
bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al
flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, oh
Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe
y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.
Antífona 2: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero. Aleluya.
II
Escucha, hija,
mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la
princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de
tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra».
Quiero hacer
memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero. Aleluya.
Antífona 3: De su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Aleluya.
Cántico de
Efesios 1, 3-10.
El Dios Salvador.
Bendito sea
Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió
en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha
destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo,
por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: De su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 8, 1b-3a.
Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos, y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el Señor y no por un hombre. En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio. Aleluya.
Preces:
Llenos de
gozo, oremos a Cristo, el Señor, que con su resurrección ha iluminado
el mundo entero, y digámosle:
Cristo, vida nuestra, escúchanos.
Señor Jesús, que te hiciste compañero de camino de los discípulos que dudaban de ti,
— acompaña también a tu Iglesia peregrina entre las dificultades e incertidumbres de esta vida.
No permitas que tus fieles sean torpes y necios para creer,
— aumenta su fe, para que te proclamen vencedor de la muerte.
Mira, Señor, con bondad a cuantos no te reconocieron en su camino,
— y manifiéstate a ellos, para que te confiesen como a su salvador.
Tú que por la cruz reconciliaste a todos los hombres, uniéndolos en tu cuerpo,
— concede la paz y la unidad a las naciones.
Tú que eres el juez de vivos y muertos,
— otorga a los difuntos que creyeron en ti la remisión de todas sus culpas.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
misericordioso, concédenos recibir como fruto abundante en toda nuestra
vida lo que realizamos en las celebraciones pascuales. Por nuestro
Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo. Aleluya.
Salmo 42.
Deseo del templo.
Yo
he venido al mundo
como luz. (Jn 12, 46)
Hazme
justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi
Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y
tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
Que yo me
acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.
¿Por qué te
acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo. Aleluya.
Antífona 2: Tú, Señor, detuviste mi alma ante la tumba vacía. Aleluya.
Cántico de
Isaías 38, 10-14. 17-20.
Angustias de un moribundo y alegría de la curación.
Yo
soy el que vive; estaba muerto,
y tengo las llaves de la muerte. (Ap 1, 18)
Yo pensé: «En
medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años».
Yo pensé: «Ya
no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y
enrollan mi vida,
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama».
Día y noche me
estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.
Estoy piando
como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado,
me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no
te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los
vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame,
Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Tú, Señor, detuviste mi alma ante la tumba vacía. Aleluya.
Antífona 3: Tú has cuidado de nuestra tierra y la has enriquecido sin medida. Aleluya.
Salmo 64.
Solemne acción de gracias.
Cuando
se habla de Sión debe entenderse
de la ciudad eterna. (Orígenes)
Oh Dios, tú
mereces un himno en Sión,
y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.
A ti acude
todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.
Dichoso el que
tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos
de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;
tú que
afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes
del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.
Tú cuidas de
la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;
riegas los
surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los
pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses
que aclaman y cantan.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Tú has cuidado de nuestra tierra y la has enriquecido sin medida. Aleluya.
Lectura breve: Hechos de los Apóstoles 13, 30-33.
Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy».
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Aleluya.
Preces:
Oremos
agradecidos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Cordero
inmaculado que quita el pecado del mundo y nos comunica su vida nueva,
y digámosle:
Autor de la vida, vivifícanos.
Dios, autor de la vida, acuérdate de la muerte y resurrección del Cordero inmolado en la cruz,
— y atiende su continua intercesión por nosotros.
Haz, Señor, que quitemos la levadura vieja de la corrupción y de la maldad,
— para que vivamos la Pascua de Cristo con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad.
Que sepamos rechazar hoy el pecado de discordia y de envidia,
— y seamos más sensibles a las necesidades de nuestros hermanos.
Concédenos vivir auténticamente el espíritu evangélico,
— para que hoy y siempre sigamos el camino de tus mandamientos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso y lleno de misericordia, concédenos lograr verdaderamente
nuestra participación en la resurrección de Cristo, tu Hijo. Él, que
vive y reina contigo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Buscad los bienes de allá arriba, no los de la tierra. Aleluya.
Salmo 48.
Vanidad de las riquezas.
Difícilmente
entrará un rico
en el reino de los cielos. (Mt 19, 23)
I
Oíd esto,
todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;
mi boca
hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.
¿Por qué habré
de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?
Es tan caro el
rescate de la vida,
que nunca les bastará para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.
Mirad: los
sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.
El sepulcro es
su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.
El hombre no
perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Buscad los bienes de allá arriba, no los de la tierra. Aleluya.
Antífona 2: El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.
II
Éste es el
camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.
Pero a mí,
Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.
No te
preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.
Aunque en vida
se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.
El hombre rico
e inconsciente
es como un animal que perece.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.
Antífona 3: Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.
Cántico del
Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12.
Himno de los redimidos.
Eres digno,
Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de
tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el
Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.
Lectura breve: 1a Carta de Pedro 2, 4-5.
Acercándoos a él, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: Lo que os digo es verdad: Os conviene que yo me vaya; porque, si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Lo que os digo es verdad: Os conviene que yo me vaya; porque, si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. Aleluya.
Preces:
Invoquemos a
Cristo que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo y
digámosle:
Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros,
escúchanos.
Señor Jesús, de cuyo costado traspasado salió sangre y agua,
— haz de la Iglesia tu Esposa inmaculada.
Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a Pedro, que te profesó su amor, el cuidado de tus ovejas,
— concede a nuestro Papa N. un amor ardiente y celo apostólico.
Tú que concediste a los discípulos que pescaban en el mar una pesca abundante,
— envía operarios que continúen su trabajo apostólico.
Tú que preparaste a la orilla del mar pan y pescado para los discípulos,
— no permitas que nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.
Señor Jesús, nuevo Adán que nos das la vida, transforma a nuestros difuntos a imagen tuya,
— para que compartan contigo la alegría de tu reino.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
todopoderoso y lleno de misericordia, concédenos lograr verdaderamente
nuestra participación en la resurrección de Cristo, tu Hijo. Él, que
vive y reina contigo.
MIÉRCOLES 6a SEMANA DE PASCUA.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Te vio el mar, oh Dios, mientras guiabas a tu pueblo por las aguas caudalosas. Aleluya.
Salmo 76.
Recuerdo del pasado glorioso de Israel.
Nos
aprietan por todos lados,
pero no nos aplastan. (2 Co 4, 8)
Alzo mi voz a
Dios gritando,
alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia
te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los
párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:
«¿Es que el
Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?».
Y me digo:
«¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!».
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.
Dios mío, tus
caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, oh Dios,
haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar,
oh Dios,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.
Las nubes
descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el
estruendo de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste
camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:
mientras
guiabas a tu pueblo,
como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Te vio el mar, oh Dios, mientras guiabas a tu pueblo por las aguas caudalosas. Aleluya.
Antífona 2: El Señor da la muerte y la vida. Aleluya.
Cántico de
1o Samuel 2, 1-10.
Alegría de los humildes en Dios.
Mi corazón se
regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.
No
multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.
Se rompen los
arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía.
El Señor da la
muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del
polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los
pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor
desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
Él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor da la muerte y la vida. Aleluya.
Antífona 3: Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Aleluya.
Salmo 96.
Gloria al Señor, rey de justicia.
Este
salmo canta la salvación del mundo
y la conversión de todos los pueblos.
(S. Atanasio)
El Señor
reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él
avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se
derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran
estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y
se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú
eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama
al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz
para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 6, 8-11.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa. Aleluya.
Preces:
Dirijámonos a
Dios, que hizo ver a Jesús resucitado a los apóstoles, y digámosle
suplicantes:
Ilumínanos, Señor, con la claridad de Cristo.
Dios, Padre de los astros, te aclamamos con acción de gracias en esta mañana, porque nos has llamado a entrar en tu luz maravillosa
— y te has compadecido de nosotros.
Haz, Señor, que la fuerza del Espíritu Santo nos purifique y nos fortalezca,
— para que trabajemos por hacer más humana la vida de los hombres.
Haz que nos entreguemos de tal modo al servicio de nuestros hermanos
— que logremos hacer de la familia humana una ofrenda agradable a tus ojos.
Llénanos, desde el principio de este nuevo día, de tu misericordia,
— para que en toda nuestra jornada encontremos nuestro gozo en alabarte.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Escucha,
Señor, nuestra oración y concédenos que, así como celebramos las
fiestas de la resurrección de tu Hijo, merezcamos también, cuando
vuelva, alegrarnos con todos sus santos. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Que no tiemble vuestro corazón, tan sólo creed en mí. Aleluya.
Salmo 61.
La paz en Dios.
Que
el Dios de la esperanza
colme vuestra fe de paz. (Rm 15, 13)
Sólo en Dios
descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
¿Hasta cuándo
arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?
Sólo piensan
en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.
Descansa sólo
en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
De Dios viene
mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.
Pueblo suyo,
confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.
Los hombres no
son más que un soplo,
los nobles son apariencia:
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.
No confiéis en
la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.
Dios ha dicho
una cosa,
y dos cosas que he escuchado:
«Que Dios
tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Que no tiemble vuestro corazón, tan sólo creed en mí. Aleluya.
Antífona 2: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.
Salmo 66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Sabed
que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)
El Señor tenga
piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia;
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha
dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.
Antífona 3: Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.
Cf. Cántico de Colosenses 1, 12-20.
Himno a Cristo, primogénito de toda
criatura
y primer resucitado de entre los muertos.
Damos gracias
a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha
sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen
de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior
a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él
quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 7, 24-27.
Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo—, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: El Espíritu me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: El Espíritu me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Aleluya.
Preces:
Imploremos a
Dios Padre, que por la resurrección de su Hijo de entre los muertos nos
ha abierto el camino de la vida eterna, y digámosle:
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.
Dios de nuestros padres, que has glorificado a tu Hijo Jesús resucitándolo de entre los muertos,
— convierte nuestros corazones, para que andemos en una vida nueva.
Tú que, cuando andábamos descarriados como ovejas, nos has hecho volver al pastor y guardián de nuestras vidas,
— consérvanos en la fidelidad al Evangelio, bajo la guía de los obispos de tu Iglesia.
Tú que elegiste a los primeros discípulos de tu Hijo de entre el pueblo de Israel,
— haz que los hijos de este pueblo reconozcan el cumplimiento de las promesas que hiciste a sus padres.
Acuérdate, Señor, de los huérfanos, de las viudas, de los esposos que viven separados y de todos nuestros hermanos abandonados,
— y no permitas que vivan en la soledad, ya que fueron reconciliados por la muerte de tu Hijo.
Tú que llamaste a ti a Esteban, que confesó que Jesús estaba de pie a tu derecha,
— recibe a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Escucha,
Señor, nuestra oración y concédenos que, así como celebramos las
fiestas de la resurrección de tu Hijo, merezcamos también, cuando
vuelva, alegrarnos con todos sus santos. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Aleluya.
Salmo 79.
Ven, Señor, a visitar tu viña.
Ven, Señor Jesús. (Ap 22, 20)
Pastor de
Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
Oh Dios,
restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor, Dios de
los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Les diste a
comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los
ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una
vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra
cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has
derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los
ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.
La han talado
y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor, Dios de
los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Aleluya.
Antífona 2: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador. Aleluya.
Cántico de
Isaías 12, 1-6.
Acción de gracias del pueblo salvado.
El
que tenga sed, que venga a mí,
y que beba. (Jn 7, 37)
Te doy
gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.
Él es mi Dios
y Salvador:
confiaré, y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Aquel día
diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el
Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel”».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador. Aleluya.
Antífona 3: El Señor nos alimentó con flor de harina. Aleluya.
Salmo 80.
Solemne renovación de la alianza.
Que
ninguno de vosotros tenga
un corazón malo e incrédulo. (Hb 3, 12)
Aclamad a
Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad,
tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.
Porque es una
ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.
Oigo un
lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la
aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha,
pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un
dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene».
Pero mi pueblo
no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me
escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que
aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Señor nos alimentó con flor de harina. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 8, 10-11.
Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: «Dentro de poco ya no me veréis —dice el Señor—, pero poco más tarde me volveréis a ver, porque me voy al Padre». Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: «Dentro de poco ya no me veréis —dice el Señor—, pero poco más tarde me volveréis a ver, porque me voy al Padre». Aleluya.
Preces:
Oremos
confiados a Dios Padre, que quiso que Cristo fuera la primicia de la
resurrección de los hombres, y aclamémosle, diciendo:
Que el Señor Jesús sea nuestra vida.
Tú que con la columna de fuego iluminaste a tu pueblo en el desierto,
— ilumina hoy con la resurrección de Cristo el día que empezamos.
Tú que por la voz de Moisés adoctrinaste a tu pueblo en el Sinaí,
— por la resurrección de Cristo sé hoy palabra de vida para nosotros.
Tú que con el maná alimentaste a tu pueblo peregrino en el desierto,
— por la resurrección de Cristo danos hoy el pan de vida.
Tú que por el agua que manó de la roca diste de beber a tu pueblo en el desierto,
— por la resurrección de tu Hijo danos hoy parte en tu Espíritu de vida.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que das parte a tu pueblo en tu obra redentora, concédenos vivir
siempre la alegría de la resurrección del Señor. Él, que vive y reina
contigo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R.Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. Aleluya.
Salmo 71.
Poder real del Mesías.
Abriendo
sus cofres, le ofrecieron regalos:
oro, incienso y mirra. (Mt 2, 11)
I
Dios mío,
confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que los montes
traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
Que dure tanto
como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus
días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
Que en su
presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Que los reyes
de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. Aleluya.
Antífona 2: Él será la bendición de todos los pueblos. Aleluya.
II
Él librará al
pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
Que viva y que
le traigan el oro de Saba,
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.
Que haya trigo
abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.
Que su nombre
sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Bendito sea el
Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Él será la bendición de todos los pueblos. Aleluya.
Antífona 3: Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.
Cántico de
Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a.
El juicio de Dios.
Gracias te
damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se
encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se
estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le
vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.
Lectura breve: 1a Carta de Pedro 3, 18. 22.
Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu. Fue al cielo, está sentado a la derecha de Dios y tiene a su disposición ángeles, potestades y poderes.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: Vuestra tristeza se convertirá en alegría, y nadie os quitará vuestra alegría. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Vuestra tristeza se convertirá en alegría, y nadie os quitará vuestra alegría. Aleluya.
Preces:
Alabemos y
glorifiquemos a Cristo, a quien Dios Padre constituyó fundamento de
nuestra esperanza y garantía de nuestra resurrección, y aclamémosle
suplicantes:
Rey de la gloria, escúchanos.
Señor Jesús, tú que con tu propia sangre y por tu resurrección entraste en el santuario de Dios,
— llévanos contigo al reino del Padre.
Tú que por la resurrección robusteciste la fe de tus discípulos y los enviaste al mundo,
— haz que los obispos y presbíteros sean fieles heraldos de tu Evangelio.
Tú que por la resurrección eres nuestra reconciliación y nuestra paz,
— haz que todos los bautizados vivan en la unidad de una sola fe y de un solo amor.
Tú que por la resurrección diste la salud al lisiado del templo,
— mira con bondad a los enfermos y manifiesta en ellos tu gloria.
Tú que por la resurrección fuiste constituido primogénito de los muertos que resucitan,
— haz que los difuntos que en ti creyeron y esperaron participen de tu gloria.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que das parte a tu pueblo en tu obra redentora, concédenos vivir
siempre la alegría de la resurrección del Señor. Él, que vive y reina
contigo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados. Aleluya.
Salmo 50.
Misericordia, Dios mío.
Renovaos
en la mente y en el espíritu
y vestíos de la nueva condición humana.
(Ef 4, 23-24)
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo
reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la
sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un
corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el
gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea
en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la
alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la
sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu
bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados. Aleluya.
Antífona 2: Tú, Señor, has salido con Cristo a salvar a tu pueblo. Aleluya.
Cántico de
Habacuc 3, 2-4. 13a. 15-19.
Juicio de Dios.
Señor, he oído
tu fama,
me ha impresionado tu obra.
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto, acuérdate de la misericordia.
El Señor viene
de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.
Sales a salvar
a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y
temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar;
gimo ante el día de angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la
higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios, mi salvador.
El Señor
soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Tú, Señor, has salido con Cristo a salvar a tu pueblo. Aleluya.
Antífona 3: Alaba a tu Dios, Sión, que ha puesto paz en tus fronteras. Aleluya.
Salmo 147.
Acción de gracias por la restauración de Jerusalén.
Glorifica al
Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su
mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
Hace caer el
hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su
palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Alaba a tu Dios, Sión, que ha puesto paz en tus fronteras. Aleluya.
Lectura breve: Hechos de los Apóstoles 5, 30-32.
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Vemos a Jesús coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Vemos a Jesús coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Aleluya.
Preces:
Dirijamos
nuestra oración a Dios Padre, que por el Espíritu resucitó a Jesús de
entre los muertos y vivificará también nuestros cuerpos mortales, y
digámosle:
Vivifícanos, Señor, con tu Espíritu Santo.
Padre santo, tú que al resucitar a tu Hijo de entre los muertos manifestaste que habías aceptado su sacrificio,
— acepta también la ofrenda de nuestro día y condúcenos a la plenitud de la vida.
Bendice, Señor, las acciones de este día
— y ayúdanos a buscar en ellas tu gloria y el bien de nuestros hermanos.
Que el trabajo de hoy sirva para la edificación de un mundo nuevo
— y nos conduzca también a tu reino eterno.
Te pedimos, Señor, que nos hagas estar siempre solícitos del bien de los hombres,
— y que nos ayudes a amarnos mutuamente.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Escucha,
Señor, nuestras oraciones, para que se complete en todo lugar, por la
fuerza del Evangelio, lo que fue prometido como fruto de la acción
santificadora de tu Verbo, y lo anunciado por la predicación de la
verdad nos obtenga la plenitud de la adopción filial. Por nuestro Señor
Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Salmodia:
Antífona 1: El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.
Salmo 114.
Acción de gracias.
Amo al Señor,
porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
Me envolvían
redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida».
El Señor es
benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
Alma mía,
recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en
presencia del Señor
en el país de la vida.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.
Antífona 2: El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.
Salmo 120.
El guardián del pueblo.
Levanto mis
ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá
que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te
guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te
guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.
Antífona 3: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.
Cántico
Apocalipsis 15, 3-4.
Himno de adoración.
Grandes y
maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no
temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 5, 8-10.
Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec.
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Antífona Magníficat: Vuestra tristeza se convertirá en alegría, y nadie os quitará vuestra alegría. Aleluya.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Vuestra tristeza se convertirá en alegría, y nadie os quitará vuestra alegría. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo, fuente de toda vida y principio de todo bien, y digámosle
confiadamente:
Instaura, Señor, tu reino en el mundo.
Jesús salvador, tú que, muerto en la carne, fuiste devuelto a la vida por el Espíritu,
— haz que nosotros, muertos al pecado, vivamos también de tu Espíritu.
Tú que enviaste a tus discípulos al mundo entero para que proclamaran el Evangelio a toda la creación,
— haz que cuantos anuncian el Evangelio a los hombres vivan de tu Espíritu.
Tú que recibiste pleno poder en el cielo y en la tierra para ser testigo de la verdad,
— guarda en tu verdad a quienes nos gobiernan.
Tú que todo lo haces nuevo y nos mandas esperar anhelantes la llegada de tu reino,
— haz que, cuanto más esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que nos prometes, con tanto mayor empeño trabajemos por la edificación del mundo presente.
Tú que descendiste al abismo para anunciar el gozo del Evangelio a los muertos,
— sé tú mismo la eterna alegría de nuestros difuntos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Escucha,
Señor, nuestras oraciones, para que se complete en todo lugar, por la
fuerza del Evangelio, lo que fue prometido como fruto de la acción
santificadora de tu Verbo, y lo anunciado por la predicación de la
verdad nos obtenga la plenitud de la adopción filial. Por nuestro Señor
Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Salmodia:
Antífona 1: Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos. Aleluya.
Salmo 91.
Alabanza del Dios Creador.
Este
salmo canta las maravillas
realizadas en Cristo. (S. Atanasio)
Es bueno dar
gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones,
Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque
germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
Porque tus
enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos despreciarán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo
crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez
seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos. Aleluya.
Antífona 2: Yo doy la muerte y la vida, yo desgarro y yo curo. Aleluya.
Cántico del
Deuteronomio 32, 1-12.
Beneficios de Dios para con su pueblo.
¡Cuántas
veces he querido reunir a tus hijos
como la clueca reúne a sus pollitos
bajo las alas! (Mt 23, 37)
Escuchad,
cielos, y hablaré;
oye, tierra, los dichos de mi boca;
descienda como lluvia mi doctrina,
destile como rocío mi palabra;
como llovizna sobre la hierba,
como orvallo sobre el césped.
Voy a
proclamar el nombre del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas,
sus caminos son justos,
es un Dios fiel, sin maldad;
es justo y recto.
Hijos
degenerados, se portaron mal con él,
generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
¿No es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de
los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre, y te lo contará,
a tus ancianos y te lo dirán:
Cuando el
Altísimo daba a cada pueblo su heredad
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios,
la porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue el lote de su heredad.
Lo encontró en
una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos:
lo rodeó cuidando de él,
lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila
incita a su nidada,
revolando sobre los polluelos,
así extendió sus alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo
los condujo,
no hubo dioses extraños con él.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Yo doy la muerte y la vida, yo desgarro y yo curo. Aleluya.
Antífona 3: Coronaste de gloria y dignidad a tu Cristo. Aleluya.
Salmo 8.
Majestad del Señor y dignidad del hombre.
Todo
lo puso bajo sus pies,
y lo dio a la Iglesia, como cabeza,
sobre todo. (Ef 1, 22)
Señor, dueño
nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu
majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando
contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste
poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de
ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.
Señor, dueño
nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Coronaste de gloria y dignidad a tu Cristo. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Romanos 14, 7-9.
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.
Responsorio breve:
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Antífona Benedictus: Yo os aseguro: Si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Aleluya.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Yo os aseguro: Si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Aleluya.
Preces:
Oremos a
Cristo, que nos ha manifestado la vida eterna, y digámosle confiados:
Que tu resurrección, Señor, nos haga crecer en gracia.
Pastor eterno, contempla con amor a tu pueblo que se levanta ahora del descanso,
— y aliméntalo durante este día con el pan de tu palabra y tu eucaristía.
No permitas que el lobo o el pastor asalariado hagan estrago en nosotros,
— sino haznos escuchar siempre tu voz de buen pastor.
Tú que cooperas siempre con los pregoneros de tu Evangelio y confirmas su palabra con tu gracia,
— haz que durante este día proclamemos tu resurrección con nuestras palabras y con nuestra vida.
Sé tú mismo, Señor, nuestra alegría, la que nadie puede quitarnos,
— y haz que, alejados de toda tristeza, fruto del pecado, tengamos hambre de poseer tu vida eterna.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Instruye
siempre, Señor, nuestros corazones con las buenas obras, para que,
orientándonos hacia lo mejor, aspiremos a disfrutar plenamente el
Misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94.
Venid, aclamemos al Señor.
Se anuncia la antífona.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Se repite la antífona.
Porque el
Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Se repite la antífona.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Se repite la antífona.
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Se repite la antífona.
Durante
cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
También se pueden pronunciar éstos salmos, en lugar del Salmo 94.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.
Se anuncia la antífona.
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Se repite la antífona.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Se repite la antífona.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
Se repite la antífona.
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Se anuncia la antífona.
El Señor tenga
piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia;
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
La tierra ha
dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Se anuncia la antífona.
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
Se repite la antífona.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Se repite la antífona.
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Se repite la antífona.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese
Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza,
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?».
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada;
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua».
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana,
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya.
¡Alegría!, ¡alegría!, ¡alegría!
La muerte, en huida,
ya va malherida.
Los sepulcros se quedan desiertos.
Decid a los muertos:
«¡Renace la Vida,
y la muerte ya va de vencida!».
Quien le lloró muerto
lo encontró en el huerto,
hortelano de rosas y olivos.
Decid a los vivos:
«¡Viole jardinero
quien le viera colgar del madero!».
Las puertas selladas
hoy son derribadas.
En el cielo se canta victoria.
Gritadle a la gloria
que hoy son asaltadas
por el hombre sus «muchas moradas».
La noche y el alba, con su estrella fiel,
se gozan con Cristo, Señor de Israel,
con Cristo aliviado en el amanecer.
La vida y la muerte luchándose están.
Oh, qué maravilla de juego mortal,
Cristo, qué buen capitán.
En él se redime todo pecado,
el árbol caído devuelve su flor,
oh santa mañana de resurrección.
Qué gozo de tierra, de aire y de mar,
qué muerte, qué vida, qué fiel despertar,
qué gran romería de la cristiandad. Amén.
Cristo, alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo!
En el día primero,
tu resurrección alegraba
el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas,
porque participaban de tu gloria.
La mañana celebra
tu resurrección y se alegra
con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca,
sabiendo que el sepulcro está vacío.
En la clara mañana,
tu sagrada luz se difunde
como una gracia nueva.
Que nosotros vivamos
como hijos de luz y no pequemos
contra la claridad de tu presencia.
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con Él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza,
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con Él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.
I
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta de la luz!,
despierta, tú que duermes,
y el Señor te alumbrará.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada, ¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada. ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Quédate con nosotros,
la tarde está cayendo.
¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.
¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.
Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.
Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa.
Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo,
y quédate conmigo.
Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.
Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo! Amén.
¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?
Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.
Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.
Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.
Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos,
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas!
Nos dijeron de noche
que estabas muerto,
y la fe estuvo en vela
junto a tu cuerpo.
La noche entera
la pasamos queriendo
mover la piedra.
Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.
No supieron contarlo
los centinelas:
nadie supo la hora
ni la manera.
Antes del día,
se cubrieron de gloria
tus cinco heridas.
Si los cinco sentidos
buscan el sueño,
que la fe tenga el suyo
vivo y despierto.
La fe velando,
para verte de noche
resucitando. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA LAUDES:
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA VÍSPERAS:
— MAGNÍFICAT —
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.