5a SEMANA CUARESMA.
Lecturas: según la Biblia
de la Conferencia Episcopal Española.
Oraciones: según el
Nuevo Misal español.
DOMINGO 5o
LUNES 5o
MARTES 5o
MIÉRCOLES 5o
JUEVES 5o
VIERNES 5o
SÁBADO 1o
DOMINGO 5a SEMANA DE
CUARESMA.
PRIMERAS VÍSPERAS.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Meteré mi ley en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Salmo 140,
1-9.
Oración ante el peligro.
Por
manos del ángel subió
a la presencia de Dios
el humo de los perfumes,
junto con las oraciones
de los santos. (Ap 8, 4)
Señor, te
estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca, Señor,
una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.
Que el justo
me golpee,
que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío
no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.
Sus jefes
cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota
por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis
ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Meteré mi ley en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Antífona 2: Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Salmo 141.
Tú eres mi refugio.
Todo
lo que describe el Salmo se realizó
en el Señor durante su pasión. (S. Hilario)
A voz en grito
clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.
Pero tú
conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Mira a la
derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.
A ti grito,
Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida».
Atiende a mis
clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
Sácame de la
prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Antífona 3: Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.
Cántico de
Filipenses 2, 6-11.
Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual.
Cristo, a
pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así,
actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios
lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.
Lectura breve: 1a Carta de Pedro 1, 18-21.
Ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.
Responsorio breve:
V. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
Antífona del Magníficat:
Año A: El Padre, que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús, vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Año B: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto.
Año C: Existimos en Cristo, no con la justicia de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo.
O bien Año C: Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Año A: El Padre, que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús, vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Año B: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto.
Año C: Existimos en Cristo, no con la justicia de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo.
O bien Año C: Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
Preces:
Glorifiquemos
a Cristo, el Señor, que ha querido ser nuestro maestro, nuestro ejemplo
y nuestro hermano, y supliquémosle diciendo:
Renueva, Señor, a tu pueblo.
Cristo, hecho en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, haz que nos alegremos con los que se alegran, y sepamos llorar con los que están tristes,
— para que nuestro amor crezca y sea verdadero.
Concédenos saciar tu hambre en los hambrientos,
— y tu sed en los sedientos.
Tú que resucitaste a Lázaro de la muerte,
— haz que, por la fe y la penitencia, los pecadores vuelvan a la vida cristiana.
Haz que todos, según el ejemplo de la Virgen María y de los santos,
— sigan con más diligencia y perfección tus enseñanzas.
Concédenos, Señor, que nuestros hermanos difuntos sean admitidos a la gloria de la resurrección
— y gocen eternamente de tu amor.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Te
pedimos, Señor Dios nuestro, que, con tu ayuda, avancemos animosamente
hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por
la salvación del mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Tú, Señor, fuiste mi auxilio.
Salmo 62,
2-9.
El alma sedienta de Dios.
Madruga
por Dios todo el que
rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios, tú
eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida
te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me
acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Tú, Señor, fuiste mi auxilio.
Antífona 2: Líbranos con tu poder maravilloso y sálvanos del poder de la muerte.
Cántico de
Daniel 3, 57-88. 56.
Toda la creación alabe al Señor.
Alabad
al Señor, sus
siervos todos. (Ap 19, 5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del
Señor, bendecid al Señor,
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del
espacio, bendecid al Señor,
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna,
bendecid al Señor,
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y
rocío, bendecid al Señor,
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor,
bendecid al Señor,
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y
nevadas, bendecid al Señor,
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y
nieves, bendecid al Señor,
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y
tinieblas, bendecid al Señor,
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la
tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y
cumbres, bendecid al Señor,
cuanto germina en la tierra bendiga al Señor.
Manantiales,
bendecid al Señor,
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y
peces, bendecid al Señor,
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y
ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los
hombres, bendecid al Señor,
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del
Señor, bendecid al Señor,
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y
espíritus justos, bendecid al Señor,
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías,
Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al
Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el
Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
(No se dice Gloria al Padre).
Antífona 2: Líbranos con tu poder maravilloso y sálvanos del poder de la muerte.
Antífona 3: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.
Salmo 149.
Alegría de los santos.
Los
hijos de la Iglesia,
nuevo pueblo de Dios,
se alegran por su Rey,
Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su
nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles
festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar
venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la
sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.
Lectura breve: Levítico 23, 4-7.
Éstas son las festividades del Señor, las asambleas litúrgicas que convocaréis en las fechas señaladas. El día catorce del primer mes, al atardecer, es la Pascua del Señor. El día quince del mismo mes, es la fiesta de los Panes Ácimos dedicada al Señor. Comeréis panes ácimos durante siete días. El primer día os reuniréis en asamblea litúrgica, y no haréis ningún trabajo servil.
Responsorio breve:
V. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.
V. Tú que fuiste triturado por nuestros crímenes.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.
Antífona Benedictus:
Año A: Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
O bien Año A: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
Año B: Haré con vosotros una alianza nueva: yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
O bien Año B: El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor.
Año C: No penséis en lo antiguo: mirad que realizo algo nuevo.
O bien Año C: Al oírlo, se fueron escabullendo uno a otro, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Año A: Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
O bien Año A: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
Año B: Haré con vosotros una alianza nueva: yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
O bien Año B: El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor.
Año C: No penséis en lo antiguo: mirad que realizo algo nuevo.
O bien Año C: Al oírlo, se fueron escabullendo uno a otro, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio.
Preces:
Acudamos a
nuestro Redentor, que nos concede estos días de perdón, y,
bendiciéndole, digamos:
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo.
Cristo, vida nuestra, tú que por el Bautismo nos has sepultado místicamente contigo en la muerte, para que contigo también resucitemos,
— concédenos caminar hoy en una vida nueva.
Señor Jesús, tú que pasaste por el mundo haciendo el bien,
— haz que también nosotros seamos solícitos del bien de todos los hombres.
Ayúdanos, Señor, a trabajar concordes en la edificación de nuestra ciudad terrena,
— sin olvidar nunca tu reino eterno.
Tú, Señor, que eres médico de los cuerpos y de las almas,
— sana las dolencias de nuestro espíritu, para que crezcamos cada día en santidad.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Te
pedimos, Señor Dios nuestro, que, con tu ayuda, avancemos animosamente
hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por
la salvación del mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
SEGUNDAS VÍSPERAS
5o DOMINGO CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Lo mismo que fue elevada la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre.
Salmo 109,
1-5. 7.
El Mesías, Rey y Sacerdote.
Cristo
tiene que reinar hasta que Dios
haga de sus enemigos estrado
de sus pies. (1 Cor 15, 25)
Oráculo del
Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe
desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío
antes de la aurora».
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu
derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Lo mismo que fue elevada la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos es protección liberadora, rescate salvador.
Salmo 113 A.
Israel librado de Egipto: las maravillas del Éxodo.
Reconoced
que también vosotros,
los que renunciasteis al mundo,
habéis salido de Egipto. (S. Agustín)
Cuando Israel
salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar al
verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa,
mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros,
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia
del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos es protección liberadora, rescate salvador.
Antífona 3: Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes; sus cicatrices nos curaron.
Cántico Cf.
1a Pedro 2, 21b-24.
La pasión voluntaria de Cristo, el siervo de Dios.
Cristo padeció
por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.
Él no cometió
pecado
ni encontraron engaño en su boca.
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.
Cargado con
nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes; sus cicatrices nos curaron.
Lectura breve: Hechos de los Apóstoles 13, 26b-30.
Hermanos, a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación. En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
Responsorio breve:
V. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
Antífona del Magníficat (Domingo 5o de Cuaresma):
Año A: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí no morirá para siempre.
O bien Año A: Yo soy la resurrección y la
vida: el
que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree
en mí, no morirá para siempre.
Año B: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Año C: Mujer, yo no te condeno; anda, y en adelante no peques más.
O bien Año C: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y no peques más».
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Año A: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí no morirá para siempre.
Año B: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Año C: Mujer, yo no te condeno; anda, y en adelante no peques más.
O bien Año C: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y no peques más».
Preces:
Demos gloria y
alabanza a Dios Padre que, por medio de su Hijo, Palabra encarnada, nos
hace renacer de un germen incorruptible y eterno, y supliquémosle
diciendo:
Señor, ten piedad de tu pueblo.
Escucha, Dios de misericordia, la oración que te presentamos en favor de tu pueblo
— y concede a tus fieles desear tu palabra más que el alimento del cuerpo.
Enséñanos a amar de verdad y sin discriminación a nuestros hermanos y a los hombres de todas las razas,
— y a trabajar por su bien y la concordia mutua.
Pon tus ojos en los catecúmenos que se preparan para el bautismo
— y haz de ellos piedras vivas y templo espiritual en tu honor.
Tú que, por la predicación de Jonás, exhortaste a los ninivitas a la penitencia,
— haz que tu palabra llame a los pecadores a la conversión.
Haz que los moribundos esperen confiadamente el encuentro con Cristo, su juez.
— y gocen eternamente de tu presencia.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Te
pedimos, Señor Dios nuestro, que, con tu ayuda, avancemos animosamente
hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por
la salvación del mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
Salmo 5,
2-10. 12-13.
Oración de la mañana de un justo perseguido.
Se
alegrarán eternamente los que
acogieron al Verbo en su interior.
El Verbo habita en ellos.
Señor, escucha
mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te
suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un
Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los
malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por
tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame
con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no
hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren
los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú,
Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
Antífona 2: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
Cántico 1o
Crónicas 29, 10-13.
Sólo a Dios honor y gloria.
Bendito
sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo. (Ef 1, 3)
Bendito eres,
Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son,
Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la
riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios
nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
Antífona 3: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
Salmo 28.
Manifestación de Dios en la tempestad.
Vino
una voz del cielo que decía:
«Éste es mi Hijo, el amado,
mi predilecto». (Mt 3, 17)
Hijos de Dios,
aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del
Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del
Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar
al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del
Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del
Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!».
El Señor se
sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
Lectura breve: Jeremías 11, 19-20.
Yo, como manso cordero, era llevado al matadero; desconocía los planes que estaban urdiendo contra mí: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que jamás se pronuncie su nombre». Señor del universo, que juzgas rectamente, que examinas las entrañas y el corazón, deja que yo pueda ver cómo te vengas de ellos, pues a ti he confiado mi causa.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.
Antífona Benedictus: «El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida», dice el Señor.
Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: «El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida», dice el Señor.
Preces:
Bendigamos a
Jesús, nuestro Salvador, que por su muerte nos ha abierto el camino de
la salvación, y digámosle confiados:
Guíanos por tus senderos, Señor.
Señor de misericordia, que en el bautismo nos diste una vida nueva,
— te pedimos que nos hagas cada día más conformes a ti.
Enséñanos, Señor, a ser hoy alegría para los que sufren,
— y haz que sepamos servirte en cada uno de los necesitados.
Que procuremos, Señor, hacer lo bueno, lo recto y lo verdadero ante ti,
— y que busquemos tu rostro con sinceridad de corazón.
Perdona, Señor, las faltas que hemos cometido contra la unidad de tu familia
— y haz que tengamos un solo corazón y un solo espíritu.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, por tu gracia inefable nos sentimos enriquecidos con toda
bendición; haz que pasemos de la corrupción del hombre viejo a la
novedad de la vida, de modo que nos preparemos para la gloria del reino
celestial. Por nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS LUNES
5a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: El Señor se complace en el pobre.
Salmo 10.
El Señor, esperanza del justo.
Dichosos
los que tienen hambre
y sed de la justicia, porque ellos
quedarán saciados. (Mt 5, 6)
Al Señor me
acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?».
Pero el Señor
está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo,
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor
examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el
Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El Señor se complace en el pobre.
Antífona 2: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Salmo 14.
¿Quién es justo ante el Señor?
Os
habéis acercado al monte Sión,
ciudad del Dios vivo. (Hb 12, 22)
Señor, ¿quién
puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede
honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace
mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no
retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Cántico de
Efesios 1, 3-10.
El Dios Salvador.
Bendito sea
Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió
en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha
destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo,
por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Lectura breve: Carta a los Romanos 5, 8-9.
Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: «Yo doy testimonio de mí mismo —dice el Señor—, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre».
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: «Yo doy testimonio de mí mismo —dice el Señor—, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre».
Preces:
Invoquemos al
Señor Jesús, que nos ha salvado a nosotros, su pueblo, librándonos de
nuestros pecados, y digámosle, humildemente:
Jesús, hijo de David, compadécete de nosotros.
Te pedimos, Señor Jesús, por tu Iglesia santa, por la que te entregaste para consagrarla con el baño del agua y con la palabra:
— purifícala y renuévala por la penitencia.
Maestro bueno, haz que los jóvenes descubran el camino que les preparas
— y respondan siempre con generosidad a tus llamadas.
Tú que te compadeciste de los enfermos que acudían a ti, levanta la esperanza de nuestros enfermos
— y haz que imitemos tu gesto generoso y estemos siempre atentos al bien de los que sufren.
Haz, Señor, que recordemos siempre nuestra condición de hijos tuyos recibida en el bautismo,
— y vivamos siempre para ti.
Da tu paz y premio eterno a los difuntos
— y reúnenos un día con ellos en tu reino.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, por tu gracia inefable nos sentimos enriquecidos con toda
bendición; haz que pasemos de la corrupción del hombre viejo a la
novedad de la vida, de modo que nos preparemos para la gloria del reino
celestial. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es
ese
Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Antífona 2: Ensalzad con vuestras obras al Rey de los siglos.
Cántico de
Tobías 13, 1-10a.
Dios castiga y salva.
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que en su gran misericordia
nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva. (1 Pe 1, 3)
Bendito sea
Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias,
israelitas, ante los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes,
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro padre por todos los siglos.
Él nos azota
por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre las naciones
por donde estáis dispersados.
Si volvéis a
él de todo corazón
y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros
y no os ocultará su rostro.
Veréis lo que
hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos.
Yo le doy
gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su poder
a un pueblo pecador.
Convertíos,
pecadores,
obrad rectamente en su presencia:
quizá os mostrará benevolencia
y tendrá compasión.
Ensalzaré a mi
Dios, al rey del cielo,
y me alegraré de su grandeza.
Que todos alaben al Señor
y le den gracias en Jerusalén.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Ensalzad con vuestras obras al rey de los siglos.
Antífona 3: El Señor merece la alabanza de los buenos.
Salmo 32.
Himno al poder y a la providencia de Dios.
Por
medio de la Palabra
se hizo todo. (Jn 1, 3)
Aclamad,
justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al
Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones:
Que la palabra
del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
La palabra del
Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.
Tema al Señor
la tierra entera,
tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó y surgió.
El Señor
deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la
nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira
desde el cielo,
se fija en todos los hombres;
desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
No vence el
rey por su gran ejército,
no escapa el soldado por su mucha fuerza,
nada valen sus caballos para la victoria,
ni por su gran ejército se salvan.
Los ojos del
Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Señor merece la alabanza de los buenos.
Lectura breve: Zacarías 12, 10-11a.
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de perdón y de oración, y volverán sus ojos hacia mí, al que traspasaron. Le harán duelo como de hijo único, lo llorarán como se llora al primogénito. Aquel día el duelo de Jerusalén será grande.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.
Antífona Benedictus: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy», dice el Señor.
Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy», dice el Señor.
Preces:
Bendigamos a
Cristo, pan vivo bajado del cielo, y digámosle:
Cristo, pan de las almas y salvación de los hombres, fortalece
nuestra debilidad.
Señor, sacia nuestra hambre en el banquete de la eucaristía
— y haz que participemos plenamente de los bienes de tu sacrificio pascual.
Concédenos, Maestro bueno, escuchar tu palabra con corazón noble
— y haz que perseveremos hasta dar fruto.
Que con nuestro trabajo, Señor, cooperemos contigo para mejorar el mundo,
— para que así, por la acción de tu Iglesia, crezca en él la paz.
Reconocemos, Señor, que hemos pecado;
— perdona nuestras faltas por tu gran misericordia.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concédenos,
Señor, perseverar en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que, en
nuestros días, crezca en santidad y en número el pueblo dedicado a tu
servicio. Por nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS MARTES
5a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: El Señor da la victoria a su Ungido.
Salmo 19.
Oración por la victoria del Rey.
Cuantos
invoquen el nombre
del Señor se salvarán. (Hch 2, 21)
Que te escuche
el Señor el día del peligro,
que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte Sión.
Que se acuerde
de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios;
que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.
Que podamos
celebrar tu victoria
y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.
Ahora
reconozco que el Señor
da la victoria a su ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.
Unos confían
en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.
Ellos cayeron
derribados,
nosotros nos mantenemos en pie.
Señor, da la
victoria al Rey
y escúchanos cuando te invocamos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El Señor da la victoria a su Ungido.
Antífona 2: Al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Salmo 20,
2-8. 14.
Acción de gracias por la victoria del rey.
El
Señor resucitado recibió la vida,
años que se prolongan sin término.
(S. Ireneo)
Señor, el rey
se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste
a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha
engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate,
Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
Cántico de
Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12.
Himno de los redimidos.
Eres digno,
Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de
tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el
Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
Lectura breve: 1a Carta a los Corintios 1, 27b-30.
Lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.
Preces:
A Cristo, el
Señor, que nos mandó velar y orar a fin de no sucumbir en la tentación,
digámosle confiadamente:
Oh Señor, escucha y ten piedad.
Señor, tú que prometiste estar presente cuando tus discípulos se reúnen en tu nombre para orar,
— haz que oremos siempre unidos a ti en el Espíritu Santo, a fin de que tu reino llegue a todos los hombres.
Purifica de todo pecado a la Iglesia penitente
— y haz que viva siempre en la esperanza y el gozo del Espíritu Santo.
Amigo del hombre, haz que estemos siempre atentos, como tú nos mandaste, al bien del prójimo,
— para que la luz de tu amor brille a través de nosotros ante todos los hombres.
Rey pacífico, concede que tu paz reine en el mundo
— y que nosotros trabajemos sin cesar para conseguirla.
Tú que has muerto para que nosotros tengamos vida,
— da la vida eterna a los que han muerto.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concédenos,
Señor, perseverar en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que, en
nuestros días, crezca en santidad y en número el pueblo dedicado a tu
servicio. Por nuestro Señor Jesucristo.
MIÉRCOLES 5a SEMANA DE CUARESMA.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Salmo 35.
Depravación del malvado y bondad de Dios.
El
que me sigue no camina en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida. (Jn 8, 12)
El malvado
escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios, ni en su presencia».
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras
de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.
Señor, tu
misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes;
tu justicia hasta las altas cordilleras,
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a
hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de
lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva,
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu
misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado
los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Antífona 2: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Cántico de
Judit 16, 1-2. 13-15.
Dios, creador del mundo y protector de su pueblo.
Entonaron
un cántico nuevo.
(Ap 5, 9)
¡Alabad a mi
Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios
quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.
Cantaré a mi
Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva
toda la creación,
porque tú lo mandaste, y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las
olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Antífona 3: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Salmo 46.
El Señor es rey de todas las cosas.
Está
sentado a la derecha del Padre,
y su reino no tendrá fin.
Pueblos todos,
batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
Él nos somete
los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende
entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es
el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes
de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Lectura breve: Isaías 50, 5-7.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.
Antífona Benedictus: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos —dice el Señor—; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos —dice el Señor—; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Preces:
Bendigamos al
autor de nuestra salvación, que ha querido renovar en sí mismo todas
las cosas y digámosle:
Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Señor, tú que nos has prometido un cielo nuevo y una tierra nueva, renuévanos sin cesar por tu Espíritu Santo,
— para que lleguemos a gozar eternamente de ti en la nueva Jerusalén.
Que trabajemos, Señor, para que el mundo se impregne de tu Espíritu,
— y se logre así más eficazmente la justicia, el amor, y la paz universal.
Enséñanos, Señor, a corregir nuestra pereza y nuestra desidia
— y a poner nuestro corazón en los bienes eternos.
Líbranos del mal,
— y presérvanos de la fascinación de la vanidad, que oscurece la mente y oculta el bien.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Ilumina,
Dios misericordioso, el corazón de tus hijos, santificado por la
penitencia, y, al infundirles el piadoso deseo de servirte, escucha
compasivo a los que te suplican. Por nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS MIÉRCOLES
5a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? †
Salmo 26.
Confianza ante el peligro.
I
Ésta
es la morada de Dios
con los hombres. (Ap 21, 3)
El Señor es mi
luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
† El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me
asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército
acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido
al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Él me
protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así
levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Antífona 2: Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
II
Algunos,
poniéndose en pie, daban
testimonio contra Jesús. (Mc 14, 57)
Escúchame,
Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi
corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro.
No rechaces
con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y
mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor,
enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me
entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar
de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el
Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
Antífona 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Cf. Cántico
de Colosenses 1, 12-20.
Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de
entre los muertos.
Damos gracias
a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha
sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen
de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior
a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él
quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Lectura breve: Carta a los Efesios 4, 32 – 5, 2.
Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: ¿Tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad?
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: ¿Tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad?
Preces:
Alabemos a
Dios todopoderoso y providente, que conoce todas nuestras necesidades,
pero quiere ante todo que busquemos su reino; supliquémosle, pues,
diciendo:
Venga a nosotros, Señor, tu reino y su justicia.
Padre santo, que nos diste a Cristo como pastor de nuestras vidas, ayuda a los pastores y a los pueblos a ellos confiados, para que no falte nunca al rebaño la solicitud de sus pastores
— ni falte a los pastores la obediencia de su rebaño.
Mueve a los cristianos para que, con amor fraternal, se interesen por los enfermos
— y socorran en ellos a tu Hijo.
Haz que entren a formar parte de tu Iglesia los que aún no creen en el Evangelio,
— y que, con sus buenas obras, la hagan crecer en el amor.
A nosotros, pecadores, concédenos tu perdón
— y la reconciliación con tu Iglesia.
A los que murieron, concédeles resucitar a la vida eterna
— y morar eternamente contigo.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Ilumina,
Dios misericordioso, el corazón de tus hijos, santificado por la
penitencia, y, al infundirles el piadoso deseo de servirte, escucha
compasivo a los que te suplican. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Salmo
56.
Oración matutina de un afligido.
Este
salmo canta la pasión
del Señor. (S. Agustín)
Misericordia,
Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios
altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme;
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado
entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre
el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido
una red a mis pasos,
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón
está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré
gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre
el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Antífona 2: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Cántico de
Jeremías 31, 10-14.
Felicidad del pueblo redimido.
Jesús
iba a morir… para reunir a los hijos
de Dios dispersos. (Jn 11, 51. 52)
Escuchad,
pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con
aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.
Entonces se
alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Antífona 3: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios. †
Salmo 47.
Himno a la gloria de Dios en Jerusalén.
Me
transportó en éxtasis a un monte altísimo,
y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén. (Ap 22, 10)
Grande es el
Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
† su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
el monte Sión,
vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los
reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos.
Allí los
agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
Lo que
habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.
Oh Dios,
meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra
está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
Dad la vuelta
en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder
decirle a la próxima generación:
«Éste es el Señor, nuestro Dios».
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
Lectura breve: Hebreos 2, 9b-10.
A Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Pues, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos. Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.
Antífona Benedictus: Decía Jesús a los judíos y a los príncipes de los sacerdotes: «El que es de Dios oye las palabras de Dios: por eso vosotros no oís, porque no sois de Dios».
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Decía Jesús a los judíos y a los príncipes de los sacerdotes: «El que es de Dios oye las palabras de Dios: por eso vosotros no oís, porque no sois de Dios».
Preces:
Glorifiquemos
a Cristo, nuestro Señor, que resplandece como luz del mundo para que no
caminemos en tinieblas, sino que tengamos la luz de la vida, y
digámosle:
Que tu palabra, Señor, sea luz para nuestros pasos.
Cristo, amigo de los hombres, haz que sepamos progresar hoy en tu imitación,
— para que lo que perdimos por culpa del primer Adán, lo recuperemos en ti, nuestro segundo Adán.
Que tu palabra sea siempre luz en nuestro sendero,
— para que, realizando siempre la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en ti.
Enséñanos, Señor, a trabajar por el bien de todos los hombres,
— para que así la Iglesia ilumine a toda la sociedad humana.
Que, por nuestra sincera conversión, crezcamos en tu amistad
— y expiemos las faltas cometidas contra tu bondad y tu sabiduría.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Escucha
nuestras súplicas, Señor, y protege con amor a los que han puesto su
esperanza en tu misericordia, para que, limpios de la mancha de los
pecados, perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar
tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS JUEVES
5a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Salmo 29.
Acción de gracias por la curación de un enfermo en peligro de muerte.
Cristo,
después de su gloriosa
resurrección, da gracias
al Padre. (Casiano)
Te ensalzaré,
Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios
mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el
Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy
seguro:
«No vacilaré jamás».
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.
A ti, Señor,
llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar
gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme».
Cambiaste mi
luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Antífona 2: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Salmo 31.
Acción de gracias de un pecador perdonado.
David
llama dichoso al hombre
a quien Dios otorga la justificación
prescindiendo de sus obras. (Rm 4, 6)
Dichoso el que
está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
Mientras callé
se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se había vuelto un fruto seco.
Había pecado,
lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que
todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.
Tú eres mi
refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
Te instruiré y
te enseñaré
el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
No seáis
irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.
Los malvados
sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
Alegraos,
justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Cántico de
Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a.
El juicio de Dios.
Gracias te
damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se
encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se
estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos lo
vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron;
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Lectura breve: Hebreos 13, 12-15.
Jesús, para consagrar al pueblo con su propia sangre, murió fuera de la puerta. Salgamos, pues, hacia él, fuera del campamento, cargados con su oprobio; que aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura. Por medio de él, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?». «Os aseguro que antes que naciera Abrahán existo yo».
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?». «Os aseguro que antes que naciera Abrahán existo yo».
Preces:
Oremos a
Cristo, el Señor, que nos dio el mandamiento nuevo de amarnos los unos
a los otros, y digámosle:
Acrecienta, Señor, la caridad de tu Iglesia.
Maestro bueno, enséñanos a amarte en nuestros hermanos
— y a servirte en cada uno de ellos.
Tú que en la cruz pediste al Padre perdón para tus verdugos,
— concédenos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen.
Señor, que la participación en el misterio de tu Cuerpo y de tu Sangre acreciente en nosotros el amor, la fortaleza y la confianza,
— y dé vigor a los débiles, consuelo a los tristes, esperanza a los agonizantes.
Señor, luz del mundo, que, por el agua, concediste al ciego de nacimiento que pudiera ver la luz,
— ilumina a nuestros catecúmenos por el sacramento del agua y de la palabra.
Concede la plenitud de tu amor a los difuntos
— y haz que un día nos contemos entre tus elegidos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Escucha
nuestras súplicas, Señor, y protege con amor a los que han puesto su
esperanza en tu misericordia, para que, limpios de la mancha de los
pecados, perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar
tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo.
VIERNES 5a SEMANA DE CUARESMA.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Salmo 50.
Misericordia, Dios mío.
Renovaos
en la mente y en el espíritu
y vestíos de la nueva condición humana.
(Ef 4, 23-24)
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo
reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la
sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un
corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el
gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea
en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la
alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la
sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu
bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Antífona 2: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Cántico
de Isaías 45, 15-25.
Que los pueblos todos se conviertan al Señor.
Al
nombre de Jesús
toda rodilla se doble. (Flp 2, 10)
Es verdad: tú
eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca jamás.
Así dice el
Señor, creador del cielo
—él es Dios—,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor, y no hay otro».
No te hablé a
escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«Buscadme en el vacío».
Yo soy el
Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera
y rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad,
aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
—No hay otro Dios fuera de mí—.
Yo soy un Dios
justo y salvador,
y no hay ninguno más.
Volveos hacia
mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios, y no hay otro.
Yo juro por mi
nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»;
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder».
A él vendrán
avergonzados
los que se enardecían contra él;
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Antífona 3: Entrad con vítores en la presencia del Señor.
Salmo
99.
Alegría de los que entran en el templo.
El
Señor manda que los redimidos
entonen un himno de victoria.
(S. Atanasio)
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Entrad con vítores en la presencia del Señor.
Lectura breve: Isaías 52, 13-15.
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y comprender algo inaudito.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.
Antífona Benedictus: «Os he hecho muchas obras buenas —dice el Señor—: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: «Os he hecho muchas obras buenas —dice el Señor—: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Preces:
Demos gracias
a Cristo, el Señor, que al morir en la cruz nos dio la vida, y
digámosle con fe:
Tú que has muerto por nosotros, escúchanos, Señor.
Maestro y Salvador nuestro, que nos revelaste con tu palabra el designio de Dios y nos renovaste con tu gloriosa pasión,
— aleja de nuestra vida toda maldad.
Que sepamos, Señor, abstenernos hoy de los manjares del cuerpo,
— para ayudar con nuestra abstinencia a los hambrientos y necesitados.
Que vivamos santamente este día de penitencia cuaresmal
— y lo consagremos a tu servicio, mediante obras de misericordia.
Sana, Señor, nuestras voluntades rebeldes
— y llénanos de tu gracia y de tus dones.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Perdona
las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu bondad nos libre de las
ataduras del pecado, que hemos cometido a causa de nuestra debilidad.
Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Oh,
Dios, que en este tiempo otorgas con bondad a tu Iglesia imitar
devotamente a santa María en la contemplación de la pasión de Cristo,
concédenos, por la intercesión de la Virgen, adherirnos cada día más
firmemente a tu Hijo Unigénito y llegar finalmente a la plenitud de su
gracia. Él, que vive y reina contigo.
VÍSPERAS VIERNES
5a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Salmo 40.
Oración de un enfermo.
Uno
de vosotros me va a entregar,
uno que está comiendo conmigo.
(Mc 14, 18)
Dichoso el que
cuida del pobre;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo
guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
El Señor lo
sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije:
«Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti».
Mis enemigos
me desean lo peor:
«A ver si se muere, y se acaba su apellido».
El que viene a
verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y, cuando sale afuera, la dice.
Mis
adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
«Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse».
Incluso mi
amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.
Pero tú,
Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.
En esto
conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en
cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el
Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén, amén.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Salmo 45.
Dios refugio y fortaleza de su pueblo.
Le
pondrá por nombre Emmanuel,
que significa «Dios-con-nosotros».
(Mt 1, 23)
Dios es
nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no
tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y
bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de
las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a
Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se
amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver
las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la
guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos,
reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra».
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
Cántico de
Apocalipsis 15, 3-4.
Himno de adoración.
Grandes y
maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no
temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
Lectura breve: 1a Carta de Pedro 2, 21b-24.
Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: Aunque no me creáis a mí, creed a las obras que hago en nombre de Dios.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Aunque no me creáis a mí, creed a las obras que hago en nombre de Dios.
Preces:
Oremos a
Jesús, el Señor, que santificó por su propia sangre al pueblo, y
digámosle:
Compadécete, Señor, de tu pueblo.
Redentor nuestro, por tu pasión, concede a tus fieles la fuerza necesaria para mortificar sus cuerpos, ayúdalos en su lucha contra el mal y fortalece su esperanza,
— para que se dispongan a celebrar santamente tu resurrección.
Haz que los cristianos cumplan con su misión profética, anunciando al mundo tu evangelio
— y dando testimonio de él por su fe, esperanza y caridad.
Conforta, Señor, a los que están tristes,
— y danos a nosotros el deseo de consolar a nuestros hermanos.
Haz que tus fieles aprendan a participar de tu pasión con sus propios sufrimientos,
— para que sus vidas manifiesten tu salvación a los hombres.
Tú que eres el autor de la vida, acuérdate de los difuntos
— y dales parte en tu gloriosa resurrección.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Perdona
las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu bondad nos libre de las
ataduras del pecado, que hemos cometido a causa de nuestra debilidad.
Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Oh,
Dios, que en este tiempo otorgas con bondad a tu Iglesia imitar
devotamente a santa María en la contemplación de la pasión de Cristo,
concédenos, por la intercesión de la Virgen, adherirnos cada día más
firmemente a tu Hijo Unigénito y llegar finalmente a la plenitud de su
gracia. Él, que vive y reina contigo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Salmo 118,
145-152.
XIX (Qof).
Te invoco de
todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se
adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor,
estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Antífona 2: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Cántico de
Éxodo 15, 1-4. 8-13. 17-18.
Himno a Dios, después de la victoria del mar Rojo.
Los
que habían vencido a la fiera
cantaban el cántico de Moisés,
el siervo de Dios. (Ap 15, 2-3)
Cantaré al
Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios:
yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del
faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu
nariz, se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el
enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano».
Pero sopló tu
aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como
tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temible por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu
diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Los introduces
y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Antífona 3: Alabad al Señor, todas las naciones. †
Salmo 116.
Invitación universal a la alabanza divina.
Los
gentiles alaban a Dios
por su misericordia. (Rm 15, 9)
Alabad al
Señor, todas las naciones,
† aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su
misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Alabad al Señor, todas las naciones.
Lectura breve: Isaías 65, 1b-3a.
He dicho: «Heme aquí, heme aquí» a un pueblo que no invocaba mi nombre. Tenía mis manos extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde, que va por mal camino, detrás de sus proyectos, un pueblo que me irrita sin cesar.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.
Antífona Benedictus: Jesús murió para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Jesús murió para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Preces:
Glorifiquemos
a Cristo, que, para hacer de nosotros criaturas nuevas, ha instituido
el baño del bautismo y nos alimenta con su palabra y su cuerpo, y
supliquémosle, diciendo:
Renuévanos con tu gracia, Señor.
Señor Jesús, tú que eres manso y humilde de corazón, danos entrañas de misericordia, bondad y humildad,
— y haz que tengamos paciencia con todos.
Que sepamos ayudar a los necesitados y consolar a los que sufren,
— para imitarte a ti, el buen Samaritano.
Que María, la Virgen Madre, interceda por las vírgenes que se han consagrado a tu servicio,
— para que vivan su virginidad en bien de la Iglesia.
Concédenos la abundancia de tu misericordia,
— y perdona la multitud de nuestros pecados y el castigo que por ellos merecemos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que has hecho a todos los renacidos en Cristo pueblo escogido y
sacerdocio real, concédenos querer realizar cuanto nos mandas, para que
el pueblo, llamado a la vida eterna, tenga una misma fe en el corazón y
una misma santidad en los actos. Por nuestro Señor Jesucristo.
INVITATORIO.
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
O bien:
Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Salmo
94.
Venid, aclamemos al Señor.
Animaos
los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3, 13)
Se anuncia la antífona.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Se repite la antífona.
Porque el
Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Se repite la antífona.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Se repite la antífona.
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Se repite la antífona.
Durante
cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
O bien:
Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy
la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
También se pueden pronunciar éstos salmos, en lugar del Salmo 94.
Salmo
99.
Alegría de los que entran en el templo.
El
Señor manda que
los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)
Se anuncia la antífona.
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Se repite la antífona.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Se repite la antífona.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
Se repite la antífona.
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
O bien:
Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Salmo
66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Sabed
que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)
Se anuncia la antífona.
El Señor tenga
piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
La tierra ha
dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
O bien:
Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Salmo
23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Se anuncia la antífona.
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
Se repite la antífona.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Se repite la antífona.
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Se repite la antífona.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese
Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNOS VÍSPERAS CUARESMA:
Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira,
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina;
la mano que nos sostiene,
y el techo que nos cobija.
Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida,
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.
Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!
¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!». Amén.
Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.
Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva,
y ábrela al bien de mis hermanos.
Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.
Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!)
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo. Amén.
¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?
Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza
de nuestras pasiones.
¡No me des coronas, Señor, de grandeza!
¿Altivez?
¿Honores? Torres ilusorias
que el tiempo derrumba.
Es
coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.
¡No me des siquiera coronas mortuorias!
No pido el
laurel que nimba al talento,
ni las voluptuosas
guirnaldas de
lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!
¡No me des coronas que se lleva el viento!
Yo quiero la
joya de penas divinas
que rasga las sienes.
Es para las
almas que tú predestinas.
Sólo tú la tienes.
¡Si me das coronas, dámelas de espinas! Amén.
HIMNOS VÍSPERAS SEMANA SANTA:
Victoria, tú reinarás.
¡Oh cruz, tú nos salvarás!
El Verbo en ti clavado,
muriendo, nos rescató;
de ti, madero santo,
nos viene la redención.
Extiende por el mundo
tu reino de salvación.
¡Oh cruz fecunda, fuente
de vida y bendición!
Impere sobre el odio
tu reino de caridad;
alcancen las naciones
el gozo de la unidad.
Aumenta en nuestras almas
tu reino de santidad;
el río de la gracia
apague la iniquidad.
La gloria por los siglos
a Cristo libertador,
su cruz nos lleva al cielo,
la tierra de promisión.
No me mueve, mi Dios, para quererte,
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera. Amén.
HIMNOS LAUDES CUARESMA.
Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos,
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio,
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces,
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo,
revoca sus decretos:
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.
En tierra extraña peregrinos
con esperanza caminamos,
que, si arduos son nuestros caminos,
sabemos bien a dónde vamos.
En el desierto un alto hacemos,
es el Señor quien nos convida,
aquí comemos y bebemos
el pan y el vino de la Vida.
Para el camino se nos queda
entre las manos, guiadora,
la cruz, bordón, que es la vereda
y es la bandera triunfadora.
Entre el dolor y la alegría,
con Cristo avanza en su andadura
un hombre, un pobre que confía
y busca la ciudad futura. Amén.
tu pueblo está, Señor.
Vuélvenos tu mirada
y danos el perdón.
Seguiremos tus pasos,
camino de la cruz,
subiendo hasta la cumbre
de la Pascua de luz.
La Cuaresma es combate;
las armas: oración,
limosnas y vigilias
por el Reino de Dios.
«Convertid vuestra vida,
volved a vuestro Dios,
y volveré a vosotros»,
esto dice el Señor.
Tus palabras de vida
nos llevan hacia ti,
los días cuaresmales
nos las hacen sentir. Amén.
IV
(Este himno sólo para los sábados.)
Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
«No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna».
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel! Amén.
¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: «Ave María»?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.
A ti, Doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, Celestial Princesa,
Virgen sagrada, María. Amén.
HIMNOS LAUDES SEMANA SANTA:
¡Oh cruz fiel, árbol único en
nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol
donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.
Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.
Y así dijo el Señor: «¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!».
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.
¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.
¿Quién vio en más estrechez gloria más plena,
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.
En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.
Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.
¡Oh cruz fiel, árbol único en
nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol
donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo, y los redime.
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
Tú, solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.
Jesús de María,
Cordero santo,
pues miro vuestra sangre,
mirad mi llanto.
¿Cómo estáis de esta suerte,
decid, Cordero casto,
pues, naciendo tan limpio,
de sangre estáis manchado?
La piel divina os quitan
las sacrílegas manos,
no digo de los hombres,
pues fueron mis pecados.
Bien sé, Pastor divino,
que estáis subido en alto,
para llamar con silbos
tan perdido ganado.
Ya os oigo, Pastor mío,
ya voy a vuestro pasto,
pues como vos os dais
ningún pastor se ha dado.
¡Ay de los que se visten
de sedas y brocados,
estando vos desnudo,
sólo de sangre armado!
¡Ay de aquellos que manchan
con violencia sus manos,
los que llenan su boca
con injurias y agravios!
Nadie tendrá disculpa
diciendo que cerrado
halló jamás el cielo,
si el cielo va buscando.
Pues vos, con tantas puertas
en pies, mano y costado,
estáis de puro abierto
casi descuartizado.
¡Ay si los clavos vuestros
llegaran a mí tanto
que clavaran al vuestro
mi corazón ingrato!
¡Ay si vuestra corona,
al menos por un rato,
pasara a mi cabeza
y os diera algún descanso!
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA LAUDES:
Lucas 1,
68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA VÍSPERAS:
— MAGNÍFICAT —
Lucas 1,
46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.