L-I-A-PASCUA

Leccionario I (A)

PARA LOS DOMINGOS DE PASCUA

AÑO A


DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN

Vigilia pascual

Misa del día

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

TERCER DOMINGO DE PASCUA

CUARTO DOMINGO DE PASCUA

QUINTO DOMINGO DE PASCUA

SEXTO DOMINGO DE PASCUA

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Misa de la Vigilia

Misa del día





Tiempo Pascual

DOMINGO DE PASCUA
DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR



VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA


Para la Vigilia pascual se proponen nueve lecturas: siete del antiguo Testamento y dos del nuevo. Si lo exigen las circunstancias, y por causas particulares, se puede disminuir el número de las lecturas asignadas. Ténganse al menos tres lecturas del antiguo Testamento y, en casos más urgentes, por lo menos dos, antes de la epístola y el evangelio. Nunca se omita la Lectura del Éxodo sobre el paso del mar Rojo (tercera lectura).


PRIMERA LECTURA (forma larga)

Gén 1, 1 – 2, 2

Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Lectura del libro del Génesis.

AL principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios:

«Exista la luz».

Y la luz existió.

Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó «noche».

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios:

«Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas».

E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento.

Y así fue.

Llamó Dios al firmamento «cielo».

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Dijo Dios:

«Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco».

Y así fue.

Llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar».

Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios:

«Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra».

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Dijo Dios:

«Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra».

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Dijo Dios:

«Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo».

Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Luego los bendijo Dios, diciendo:

«Sed fecundos y multiplicaos, llenad las aguas del mar; y que las aves se multipliquen en la tierra».

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Dijo Dios:

«Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies».

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios:

«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra».

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó.

Dios los bendijo; y les dijo Dios:

«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra».

Y dijo Dios:

«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira».

Y así fue.

Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo.

Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho.


Palabra de Dios.

PRIMERA LECTURA (forma breve)

Gén 1, 26-31a

Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Lectura del libro del Génesis.

AL principio creó Dios el cielo y la tierra.

Dijo Dios:

«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra».

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó.

Dios los bendijo; y les dijo Dios:

«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra».

Y dijo Dios:

«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira».

Y así fue.

Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.


Palabra de Dios.

Como salmo responsorial se puede elegir entre el 103 y el 32.

Salmo responsorial a la primera lectura (opción 1):

Sal 103, 1-2a. 5-6. 10 y 12. 13-14. 24 y 35c (R.: cf. 30)

R. Envía tu espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

V. Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

V. Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

V. De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

V. Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos. R.

V. Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.


Salmo responsorial a la primera lectura (opción 2):

Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22 (R.: 5b)

R. La misericordia del Señor llena la tierra.

V. La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

V. La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.

V. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres.

V. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

 

SEGUNDA LECTURA (forma larga)

Gén 22, 1-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.

Lectura del libro del Génesis.

EN aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo:

«¡Abrahán!».

Él respondió:

«Aquí estoy».

Dios dijo:

«Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los monte que yo te indicaré».

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos. Abrahán dijo a sus criados:

«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros».

Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.

Isaac dijo a Abrahán, su padre:

«Padre».

Él respondió:

«Aquí estoy, hijo mío».

El muchacho dijo:

«Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?».

Abrahán contestó:

«Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

«¡Abrahán, Abrahán!».

Él contestó:

«Aquí estoy».

El ángel le ordenó:

«No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «En el monte el Señor es visto».

El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:

«Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».


Palabra de Dios.

SEGUNDA LECTURA (forma breve)

Gén 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.

Lectura del libro del Génesis.

EN aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo:

«¡Abrahán!».

Él respondió:

«Aquí estoy».

Dios dijo:

«Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Mona y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré».

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

«Abrahán, Abrahán!».

Él contestó:

«Aquí estoy».

El ángel le ordenó:

«No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:

«Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la segunda lectura:

Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11 (R.: 1)

R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

V. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

V. Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R.

V. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.


TERCERA LECTURA

Éx 14, 15 – 15, 1a

Los hijos de Israel entraron en medio del mar, por lo seco.

Lectura del libro del Éxodo.

EN aquellos días, el Señor dijo a Moisés:

«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo seco. Yo haré que los egipcios se obstinen y entren detrás de vosotros, y me cubriré de gloria a costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de sus jinetes».

Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su mano sobre el mar y el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar: todos los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes.

Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró el pánico en el ejército egipcio. Trabó las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente.

Los egipcios dijeron:

«Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él contra Egipto».

Luego dijo el Señor a Moisés:

«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».

Moisés extendió su mano sobre el mar; y al despuntar el día el mar recobró su estado natural, de modo que los egipcios, en su huida, toparon con las aguas. Así precipitó el Señor a los egipcios en medio del mar.

Las aguas volvieron y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar. Ni uno solo se salvó.

Mas los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar, mientras las aguas hacían de muralla a derecha e izquierda.

Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor había desplegado contra los egipcios, y temió el pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.

Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este canto al Señor:

No se dice: Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la tercera lectura:

Ex 15, 1b-2. 3-4. 5-6. 17-18 (R.: 1b)

R. Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria.

V. Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
Él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R.

V. El Señor es un guerrero,
su nombre es El Señor.
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R.

V. Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es magnífica en poder,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R.

V. Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás. R.


CUARTA LECTURA

Is 54, 5-14

Con amor eterno te quiere el Señor, tu libertador.

Lectura del libro de Isaías.

QUIEN te desposa es tu Hacedor:
su nombre es Señor todopoderoso.
Tu libertador es el Santo de Israel:
se llama «Dios de toda la tierra».

Como a mujer abandonada y abatida
te llama el Señor;
como a esposa de juventud, repudiada
dice tu Dios.

Por un instante te abandoné,
pero con gran cariño te reuniré.

En un arrebato de ira,
por un instante te escondí mi rostro,
pero con amor eterno te quiero
dice el Señor, tu libertador.

Me sucede como en los días de Noé:
juré que las aguas de Noé
no volverían a cubrir la tierra;
así juro no irritarme contra ti
ni amenazarte.

Aunque los montes cambiasen
y vacilaran las colinas,
no cambiaría mi amor,
ni vacilaría mi alianza de paz
dice el Señor que te quiere.

¡Ciudad afligida, azotada por el viento,
a quien nadie consuela!
Mira, yo mismo asiento tus piedras sobre azabaches,
tus cimientos sobre zafiros;
haré tus almenas de rubí,
tus puertas de esmeralda,
y de piedras preciosas tus bastiones.

Tus hijos serán discípulos del Señor,
gozarán de gran prosperidad tus constructores.

Tendrás tu fundamento en la justicia:
lejos de la opresión, no tendrás que temer;
lejos del terror, que no se acercará.


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la cuarta lectura:

Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b (R.: 2a)

R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

V. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.

V. Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R.

V. Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor Dios mío, te daré gracias por siempre. R.


QUINTA LECTURA

Is 55, 1-11

Venid a mí, y viviréis. Sellaré con vosotros una alianza perpetua.

Lectura del libro de Isaías.

ESTO dice el Señor:

«Oíd, sedientos todos, acudid por agua;
venid, también los que no tenéis dinero:
comprad trigo y comed, venid y comprad,
sin dinero y de balde, vino y leche.

¿Por qué gastar dinero en lo que no alimenta
y el salario en lo que no da hartura?

Escuchadme atentos y comeréis bien,
saborearéis platos sustanciosos.

Inclinad vuestro oído, venid a mí:
escuchadme y viviréis.

Sellaré con vosotros una alianza perpetua,
las misericordias firmes hechas a David:
lo hice mi testigo para los pueblos,
guía y soberano de naciones.

Tú llamarás a un pueblo desconocido,
un pueblo que no te conocía correrá hacia ti;
porque el Señor tu Dios,
el Santo de Israel te glorifica.

Buscad al Señor mientras se deja encontrar,
invocadlo mientras está cerca.

Que el malvado abandone su camino,
y el malhechor sus planes;
que se convierta al Señor, y él tendrá piedad,
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Porque mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos
oráculo del Señor.

Cuanto dista el cielo de la tierra,
así distan mis caminos de los vuestros,
y mis planes de vuestros planes.

Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo
y llevará a cabo mi encargo».


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la quinta lectura:

Is 12, 2-3. 4bcde. 5-6 (R.: 3)

R. Sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

V. «Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación».
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.

V. «Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso». R.

V. Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión,
porque es grande es en medio de ti el Santo de Israel. R.


SEXTA LECTURA

Bar 3, 9-15. 32 – 4, 4

Camina al resplandor del Señor.

Lectura del libro de Baruc.

ESCUCHA, Israel, mandatos de vida;
presta oído y aprende prudencia.

¿Cuál es la razón, Israel,
de que sigas en país enemigo,
envejeciendo en tierra extranjera;
de que te crean un ser contaminado,
un muerto habitante del Abismo?

¡Abandonaste la fuente de la sabiduría!
Si hubieras seguido el camino de Dios,
habitarías en paz para siempre.

Aprende dónde está la prudencia,
dónde el valor y la inteligencia,
dónde una larga vida,
la luz de los ojos y la paz.

¿Quién encontró su lugar
o tuvo acceso a sus tesoros?

El que todo lo sabe la conoce,
la ha examinado y la penetra;
el que creó la tierra para siempre
y la llenó de animales cuadrúpedos;
el que envía la luz y le obedece,
la llama y acude temblorosa;
a los astros que velan gozosos
arriba en sus puestos de guardia,
los llama, y responden: «Presentes»,
y brillan gozosos para su Creador.

Éste es nuestro Dios,
y no hay quien se le pueda comparar;
rastreó el camino de la inteligencia
y se lo enseñó a su hijo, Jacob,
se lo mostró a su amado, Israel.

Después apareció en el mundo
y vivió en medio de los hombres.
Es el libro de los mandatos de Dios,
la ley de validez eterna:
los que la guarden vivirán;
los que la abandonen morirán.

Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina al resplandor de su luz;
no entregues a otros tu gloria,
ni tu dignidad a un pueblo extranjero.

¡Dichosos nosotros, Israel,
que conocemos lo que agrada al Señor!


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la sexta lectura.

Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 68c)

R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y eternamente justos. R.

V. Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulce que la miel
de un panal que destila. R.


SÉPTIMA LECTURA

Ez 36, 16-17a. 18-28

Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo.

Lectura de la profecía de Ezequiel.

ME vino esta palabra del Señor:

«Hijo de hombre, la casa de Israel profanó
con su conducta y sus acciones
la tierra en que habitaba.

Me enfurecí contra ellos,
por la sangre que habían derramado en el país,
y por haberlo profanado con sus ídolos.

Los dispersé por las naciones,
y anduvieron dispersos por diversos países.
Los he juzgado según su conducta y sus acciones.

Al llegar a las diversas naciones,
profanaron mi santo nombre,
ya que de ellos se decía:
Éstos son el pueblo del Señor
y han debido abandonar su tierra.

Así que tuve que defender mi santo nombre,
profanado por la casa de Israel
entre las naciones adonde había ido.

Por eso, di a la casa de Israel:
Esto dice el Señor Dios:
No hago esto por vosotros, casa de Israel,
sino por mi santo nombre, profanado por vosotros
en las naciones a las que fuisteis.

Manifestaré la santidad de mi gran nombre,
profanado entre los gentiles,
porque vosotros lo habéis profanado en medio de ellos.

Reconocerán las naciones que yo soy el Señor
oráculo del Señor Dios,
cuando por medio de vosotros les haga ver mi santidad.

Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países
y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios».


Palabra de Dios.

Si se celebra el Bautismo se utiliza como salmo responsorial el texto de Isaías 12 o bien el salmo 50.

Salmo responsorial a la séptima lectura (cuando no se celebra el Bautismo):

Sal 41, 3. 5cdef; 42, 3. 4 (R.: Sal 41, 2)

R. Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.

V. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.

V. Cómo entraba en el recinto santo,
cómo avanzaba hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R.

V. Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

V. Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.


Salmo responsorial a la séptima lectura (cuando se celebra el Bautismo, opción 1):

Is 12, 2-3. 4bcde. 5-6 (R.: 3)

R. Sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

V. «Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación».
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.

V. «Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso». R.

V. Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sion,
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel. R.

 

Salmo responsorial a la séptima lectura (cuando se celebra el Bautismo, opción 2):

Sal 50, 12-13. 14-15. 18-19 (R.: 12a)

R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.

V. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.

V. Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso;
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R.

V. Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R.


EPÍSTOLA

Rom 6, 3-11

Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:

Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado.

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.

Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la epístola:

Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.

V. «La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.

V. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.


EVANGELIO

Mt 28, 1-10

Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

PASADO el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:

«Vosotras, no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis. Mirad, os lo he anunciado».

Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.

De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:

«Alegraos».

Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.

Jesús les dijo:

«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».


Palabra del Señor.


DOMINGO DE PASCUA
DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR


MISA DEL DÍA

PRIMERA LECTURA

Hch 10, 34a. 37-43

Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

EN aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A éste lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

 

Palabra de Dios.


Salmo responsorial

Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23 (R.: 24)

R. Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

O bien:

R. Aleluya.

V. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.

V. «La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.

V. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.


SEGUNDA LECTURA (opción 1)

Col 3, 1-4

Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

HERMANOS:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.


Palabra de Dios.


SEGUNDA LECTURA (opción 2)

1 Cor 5, 6b-8

Barred la levadura vieja para ser una masa nueva.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:

¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.

Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.


Palabra de Dios.


SECUENCIA

Hoy es obligatorio decir la Secuencia. Los días dentro de la Octava es potestativo.

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?».
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua».

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Aleluya

Cf. 1 Cor 5, 7b-8a

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor. R.


En lugar del Evangelio propuesto a continuación puede leerse el de la Vigilia pascual.

En las Misas vespertinas puede leerse el Evangelio del pasaje de Emaús.


EVANGELIO

Jn 20, 1-9

Él había de resucitar de entre los muertos.

+

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.


Palabra del Señor.


EVANGELIO (opcional para las Misas vespertinas)

Lc 24, 13-35

Quédate con nosotros, porque atardece.

+

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

AQUEL mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:

«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».

Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:

«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».

Él les dijo:

«¿Qué?».

Ellos le contestaron:

«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».

Entonces él les dijo:

«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:

«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.

Y se dijeron el uno al otro:

«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


Palabra del Señor.


DOMINGO II DE PASCUA
O DE LA DIVINA MISERICORDIA


PRIMERA LECTURA

Hch 2, 42-47

Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

LOS hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos.

Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.

Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.


Palabra de Dios.


Salmo responsorial

Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24 (R.: 1)

R. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

O bien:

R. Aleluya.

V. Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.

V. Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R.

V. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.


SEGUNDA LECTURA

1 Pe 1, 3-9

Mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.

Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.


Palabra de Dios.

SECUENCIA (opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?».
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua».

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Aleluya

Jn 20, 29

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Porque me has visto, Tomás, has creído, dice el Señor;
bienaventurados los que crean sin haber visto. R.


EVANGELIO

Jn 20, 19-31

A los ocho días, llegó Jesús.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:

«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:

«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:

«¡Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:

«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Palabra del Señor.




DOMINGO III DE PASCUA


PRIMERA LECTURA

Hch 2, 14a. 22-33

No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:

«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.

A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a éste, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que ésta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:

“Veía siempre al Señor delante de mí,
pues está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón,
exultó mi lengua,
y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos,
ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida,
me saciarás de gozo con tu rostro”.

Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que no lo abandonará en el lugar de los muertos y que su carne no experimentará corrupción. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».


Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11 (R.: 11a)

R. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

O bien:

R. Aleluya.

V. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R.

V. Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

V. Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R.

V. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.


SEGUNDA LECTURA

1 Pe 1, 17-21

Fuisteis liberados con una sangre preciosa, como la de un cordero sin mancha, Cristo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

QUERIDOS hermanos:

Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.


Palabra de Dios.

Aleluya

Cf. Lc 24, 32

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Señor Jesús, explícanos las Escrituras;
haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas. R.


EVANGELIO

Lc 24, 13-35

Quédate con nosotros, porque atardece.

+

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

AQUEL mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:

«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».

Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:

«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».

Él les dijo:

«¿Qué?».

Ellos le contestaron:

«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».

Entonces él les dijo:

«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:

«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.

Y se dijeron el uno al otro:

«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


Palabra del Señor.



DOMINGO IV DE PASCUA


PRIMERA LECTURA

Hch 2, 14a. 36-41

Dios lo ha constituido Señor y Mesías.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y declaró:

«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».

Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:

«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?».

Pedro les contestó:

«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».

Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:

«Salvaos de esta generación perversa».

Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.


Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5 (R.: 1)

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

O bien:

R. Aleluya.

V. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R.

V. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

V. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

V. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.


SEGUNDA LECTURA

1 Pe 2, 20-25

Os habéis convertido al pastor de vuestras almas.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

QUERIDOS hermanos:

Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien,
eso es una gracia de parte de Dios.

Pues para esto habéis sido llamados,
porque también Cristo padeció por vosotros,
dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.

Él no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca.

Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban;
sufriendo no profería amenazas;
sino que se entregaba al que juzga rectamente.

Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño,
para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia.

Con sus heridas fuisteis curados.

Pues andabais errantes como ovejas,
pero ahora os habéis convertido
al pastor y guardián de vuestras almas.


Palabra de Dios.

Aleluya

Jn 10, 14

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Yo soy el buen Pastor —dice el Señor—,
que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. R.


EVANGELIO

Jn 10, 1-10

Yo soy la puerta de las ovejas.

+

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».


Palabra del Señor.



DOMINGO V DE PASCUA


PRIMERA LECTURA

Hch 6, 1-7

Eligieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

EN aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:

«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.

La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.


Palabra de Dios.


Salmo responsorial

Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19

R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

O bien:

R. Aleluya.

V. Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R.

V. La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

V. Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.


SEGUNDA LECTURA

1 Pe 2, 4-9

Vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

QUERIDOS hermanos:

Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.

Por eso se dice en la Escritura:

«Mira, pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa;
quien cree en ella no queda defraudado».

Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», y también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar la palabra. A eso precisamente estaban expuestos.

Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.


Palabra de Dios.


Aleluya

Jn 14, 6

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Yo soy el camino y la verdad y la vida —dice el Señor—;
nadie va al Padre sino por mí. R.


EVANGELIO

Jn 14, 1-12

Yo soy el camino y la verdad y la vida.

+

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».

Tomás le dice:

«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».

Jesús le responde:

«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».

Felipe le dice:

«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».

Jesús le replica:

«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».


Palabra del Señor.


DOMINGO VI DE PASCUA


PRIMERA LECTURA

Hch 8, 5-8. 14-17

Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

EN aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría. Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no había bajado sobre ninguno; estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.


Palabra de Dios.


Salmo responsorial

Sal 65, 1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20 (R.: 1)

R. Aclamad al Señor, tierra entera.

V. Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!» R.

V. Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R.

V. Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él.
Con su poder gobierna eternamente. R.

V. Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R.


SEGUNDA LECTURA

1 Pe 3, 15-18

Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

QUERIDOS hermanos:

Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo.

Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal.

Porque también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu.


Palabra de Dios.

Aleluya

Jn 14, 23

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. El que me ama guardará mi palabra dice el Señor,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él. R.


EVANGELIO

Jn 14, 15-21

Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito

+

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».


Palabra del Señor.



 LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

(Domingo VII de Pascua)


Cuando la solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra el jueves de la semana VI del Tiempo pascual, se emplean las lecturas del domingo VII de Pascua.


PRIMERA LECTURA

Hch 1, 1-11

A la vista de ellos, fue elevado al cielo.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

EN mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo.

Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.

Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: “aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días”.

Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:

«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?».

Les dijo:

«No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”».

Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».


Palabra de Dios.


Salmo responsorial

Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6)

R. Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas.

O bien:

R. Aleluya.

V. Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R.

V. Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R.

V. Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R.


SEGUNDA LECTURA

Ef 1, 17-23

Lo sentó a su derecha en el cielo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

HERMANOS:

El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.

Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.


Palabra de Dios.

Aleluya

Mt 28, 19a. 20b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Id y haced discípulos a todos los pueblos —dice el Señor—;
yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos. R.


EVANGELIO

Mt 28, 16-20

Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.

+

Conclusión del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.

Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».


Palabra del Señor.



DOMINGO VII DE PASCUA


El siguiente formulario se utiliza donde la solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra el jueves de la semana VI del Tiempo pascual.


PRIMERA LECTURA

Hch 1, 12-14

Se dedicaban a la oración en común.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

DESPUÉS de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado.

Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban: Pedro y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de Santiago.

Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.


Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 26, 1. 4. 7-8a

R. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

O bien:

R. Aleluya.

V. El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

V. Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.

V. Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». R.


SEGUNDA LECTURA

1ª Pe 4, 13-16

Si os ultrajan por el nombre de Cristo, bienaventurados vosotros.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

QUERIDOS hermanos:

Estad alegres en la medida que compartís los sufrimientos de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de alegría desbordante. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, bienaventurados vosotros, porque el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.

Así pues, que ninguno de vosotros tenga que sufrir por ser asesino, ladrón, malhechor o entrometido, pero si es por ser cristiano, que no se avergüence, sino que dé gloria a Dios por este nombre.


Palabra de Dios.

Aleluya

Jn 14, 18

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. No os dejaré huérfanos dice el Señor;
me voy, pero volveré y os llenaré de gozo. R.


EVANGELIO

Jn 17, 1-11a

Padre, glorifica a tu Hijo.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo:

«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.

He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.

Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».


Palabra del Señor.




DOMINGO DE PENTECOSTÉS


MISA DE LA VIGILIA

Estas lecturas se emplean en la Misa vespertina del sábado, ya sea antes o después de las primeras vísperas de la solemnidad de Pentecostés.

Cuando se celebra la Misa de la vigilia de forma más extensa su usan todas las lecturas del Antiguo Testamento propuestas como de libre elección con su salmo responsorial y la oración. Después de la oración de la cuarta lectura se entona el himno Gloria a Dios en el cielo. Terminado el himno el sacerdote dice la oración colecta y luego el lector proclama la Lectura del Apóstol, y la Misa continua de modo acostumbrado.

Si esta Misa no se celebra de la forma más extensa, se escoge como primera Lectura una de las del Antiguo Testamento con su salmo responsorial.


PRIMERA LECTURA

Gén 11, 1-9

Se llamará Babel, porque allí confundió el Señor su lengua de toda la tierra.

Lectura del libro del Génesis.

TODA la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras.

Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí.

Se dijeron unos a otros:

«Vamos a preparar ladrillo y a cocerlos al fuego».

Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa.

Después dijeron:

«Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra».

El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres.

Y el Señor dijo:

«Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».

El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.

Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra.


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la primera lectura:

Sal 32, 10-11. 12-13. 14-15 (R.: 12b)

R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.

V. El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad. R.

V. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Él Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

V. Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modelo cada corazón,
y comprende todas sus acciones. R.


SEGUNDA LECTURA

Éx 19, 3-8. 16-20b

El Señor descendió al monte Sinaí a la vista del pueblo.

Lectura del libro del Éxodo.

EN aquellos días, Moisés subió hacia Dios.

El Señor lo llamó desde la montaña diciendo:

«Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel: “Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”. Éstas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel».

Fue, pues, Moisés, convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había mandado.

Todo el pueblo, a una, respondió:

«Haremos todo cuanto ha dicho el Señor».

Moisés comunicó la respuesta del pueblo al Señor.

Al tercer día, al amanecer, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre la montaña, se oía un fuerte sonido de trompeta y toda la gente que estaba en el campamento se echó a temblar. Moisés sacó al pueblo del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie de la montaña. La montaña del Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre ella en medio de fuego. Su humo se elevaba como el de un horno y toda la montaña temblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno. El Señor descendió al monte Sinaí, a la cumbre del monte. El Señor llamó a Moisés a la cima de la montaña.


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la segunda lectura (opción 1):

Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56 (R.: 52b)

R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!

V. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito tu nombre, santo y glorioso. R.

V. Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.

V. Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.

V. Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R.

V. Bendito eres en la bóveda del cielo. R.


Salmo responsorial a la segunda lectura (opción 2):

Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 68c)

R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
y instruye a los ignorantes. R.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

V. Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.


TERCERA LECTURA

Ez 37, 1-14

Huesos secos, infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis.

Lectura de la profecía de Ezequiel.

EN aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí. El Señor me sacó en espíritu y me colocó en medio de un valle todo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas y vueltas en torno a ellos: eran muchísimos en el valle y estaban completamente secos.

Me preguntó:

«Hijo de hombre: ¿Podrán revivir estos huesos?».

Yo respondí:

«Señor, Dios mío, tú lo sabes».

Él me dijo:

«Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: “¡Huesos secos, escuchad la palabra del Señor! Esto dice el Señor Dios a estos huesos: Yo mismo infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis. Pondré sobre vosotros los tendones, haré crecer la carne, extenderé sobre ella la piel, os infundiré espíritu y viviréis. Y comprenderéis que yo soy el Señor”».

Yo profeticé como me había ordenado, y mientras hablaba se oyó un estruendo y los huesos se unieron entre sí. Vi sobre ellos los tendones, la carne había crecido y la piel la recubría; pero no tenían espíritu.

Entonces me dijo:

«Conjura al espíritu, conjúralo, hijo de hombre, y di al espíritu: “Esto dice el Señor Dios: ven de los cuatro vientos, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan”».

Yo profeticé como me había ordenado; vino sobre ellos el espíritu y revivieron y se pusieron en pie. Era una multitud innumerable.

Y me dijo:

«Hijo de hombre, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice: “Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, ha perecido, estamos perdidos”. Por eso profetiza y diles: “Esto dice el Señor Dios: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, pueblo mío, comprenderéis que soy el Señor. Podré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestra tierra y comprenderéis que yo, el Señor, lo digo y los hago” —oráculo del Señor—».


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la tercera lectura:

Sal 106, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 1)

R. Dad gracias al Señor,
porque es eterna su misericordia.

O bien:

R. Aleluya.

V. Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
oriente y occidente, norte y sur. R.

V. Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida. R.

V. Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a una ciudad habitada. R.

V. Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes. R.


CUARTA LECTURA

Jl 3, 1-5

Sobre mis siervos y siervas derramaré mi espíritu.

Lectura de la profecía de Joel.

ESTO dice el Señor:

«Derramaré mi espíritu sobre toda carne,
vuestros hijos e hijas profetizarán,
vuestros ancianos tendrán sueños
y vuestros jóvenes verán visiones.

Incluso sobre vuestros siervos y siervas
derramaré mi espíritu en aquellos días.

Pondré señales en el cielo y en la tierra:
sangre, fuego y columnas de humo.

El sol se convertirá en tinieblas,
la luna, en sangre
ante el Día del Señor que llega,
grande y terrible.

Y todo el que invoque
el nombre del Señor se salvará.
Habrá supervivientes en el monte Sión,
como lo dijo el Señor,
y también en Jerusalén
entre el resto que el Señor convocará».


Palabra de Dios.

Salmo responsorial a la cuarta lectura:

Sal 103, 1-2a. 24 y 35c. 27-28. 29bc-30 (R.: 30)

R. Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

O bien:

R. Aleluya.

V. Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

V. Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

V. Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes. R.

V. Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R.


EPÍSTOLA

Rom 8, 22-27

El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:

Sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.

Y no sólo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.

Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve?

Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.

Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.

Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.


Palabra de Dios.

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor. R.


EVANGELIO

Jn 7, 37-39

Manarán ríos de agua viva.

+

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EL último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó:

«El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva”».

Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él.

Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.


Palabra del Señor.


DOMINGO DE PENTECOSTÉS

MISA DEL DÍA

PRIMERA LECTURA

Hch 2, 1-11

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

AL cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.

Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo:

«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».


Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34 (R.: cf. 30)

R. Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

V. Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R.

V. Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R.

V. Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R.


SEGUNDA LECTURA

1 Cor 12, 3b-7. 12-13

Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:

Nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», sino por el Espíritu Santo.

Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.

Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.


Palabra de Dios.

SECUENCIA

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.


Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor. R.


EVANGELIO

Jn 20, 19-23

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo.

+

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».


Palabra del Señor.

Estas lecturas pueden leerse también cuando el lunes o el martes después de Pentecostés los fieles deben o suelen participar en la Misa. También pueden emplearse para el sacramento de la Confirmación.










































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