2a SEMANA CUARESMA
Lecturas:
según la Biblia
de la Conferencia Episcopal Española.
Oraciones: según el
Nuevo Misal español.
DOMINGO 2o
LUNES 2o
MARTES 2o
MIÉRCOLES 2o
JUEVES 2o
VIERNES 2o
SÁBADO 2o
DOMINGO
2a SEMANA DE
CUARESMA.
PRIMERAS VÍSPERAS.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y se los llevó aparte a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.
Salmo 118,
105-112.
XIV (Nun).
Himno a la ley divina.
Éste
es mi mandamiento:
que os améis unos a otros. (Jn 15, 12)
Lámpara es tu
palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor,
los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.
Tus preceptos
son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y se los llevó aparte a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.
Antífona 2: Su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Salmo 15.
El Señor es el lote de mi heredad.
Dios
resucitó a Jesús rompiendo
las ataduras de la muerte. (Hch 2, 24)
Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican
las estatuas
de dioses extraños,
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el
lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
Me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al
Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me
alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás
el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Antífona 3: Moisés y Elías hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Cántico de
Filipenses 2, 6-11.
Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual.
Cristo, a
pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así,
actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios
lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Moisés y Elías hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Lectura breve: 2a Carta a los Corintios 6, 1-4a.
Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Nunca damos a nadie motivo de escándalo, para no poner en ridículo nuestro ministerio; antes bien, nos acreditamos en todo como ministros de Dios.
Responsorio breve:
V. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
Antífona Magníficat: Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto; escuchadle».
O bien en el Año A: Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
O bien en el Año B: Jesús se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
O bien en el Año C: Mientras Jesús oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto; escuchadle».
O bien en el Año A: Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
O bien en el Año B: Jesús se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
O bien en el Año C: Mientras Jesús oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías.
Preces:
Bendigamos a
Dios, solícito y providente para con todos los hombres, e invoquémosle,
diciendo:
Salva, Señor, a los que has redimido.
Oh Dios, fuente de todo bien y origen de toda verdad, llena con tus dones al Colegio de los obispos,
— y haz que aquellos que les han sido confiados se mantengan fieles a la doctrina de los apóstoles.
Infunde tu amor en aquellos que se nutren con el mismo pan de vida,
— para que todos sean uno en el cuerpo de tu Hijo.
Que nos despojemos de nuestra vieja condición humana y de sus obras,
— y nos renovemos a imagen de Cristo, tu Hijo.
Concede a tu pueblo que, por la penitencia, obtenga el perdón de sus pecados
— y tenga parte en los méritos de Jesucristo.
Haz que nuestros hermanos difuntos puedan alabarte eternamente en el cielo,
— y que nosotros esperemos confiadamente unirnos a ellos en tu reino.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que nos has mandado escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro
espíritu con tu palabra; para que, con mirada limpia, contemplemos
gozosos la gloria de tu rostro. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
Salmo 117.
Himno de acción de gracias después de la victoria.
Jesús
es la piedra que desechasteis vosotros,
los arquitectos, y que se ha convertido
en piedra angular. (Hch 4, 11)
Dad gracias al
Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa
de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa
de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los
fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro
grité al Señor,
y me escuchó poniéndome a salvo.
El Señor está
conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es
refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.
Todos los
pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas;
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y
empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad, hay
cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa».
No he de
morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las
puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
— Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
— Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que
desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día
en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
— Bendito el que viene en nombre del
Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina.
— Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi
Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al
Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
Antífona 2: Cantemos el himno de los tres jóvenes que cantaban en el horno bendiciendo al Señor.
Cántico de
Daniel 3, 52-57.
Que la creación entera alabe al Señor.
¡Bendito
el Creador
por siempre! (Rm 1, 25)
Bendito eres,
Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu
nombre, santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor.
Ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Cantemos el himno de los tres jóvenes que cantaban en el horno bendiciendo al Señor.
Antífona 3: Alabad al Señor en su fuerte firmamento.
Salmo 150.
Alabad al Señor.
Salmodiad
con el espíritu,
salmodiad con toda vuestra mente,
es decir, glorificad a Dios con el cuerpo
y con el alma. (Hesiquio)
Alabad al
Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por
sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo
tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con
tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con
platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Alabad al Señor en su fuerte firmamento.
Lectura breve: Cf. Nehemías 8, 9a. 10.
Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis; pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!
Responsorio breve:
V. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.
V. Tú que fuiste triturado por nuestros crímenes.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.
Antífona Benedictus: Por medio del Evangelio, nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.
O bien en el Año A: Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo».
O bien en el Año B: Pedro le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Año C: Por medio del Evangelio, nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Por medio del Evangelio, nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.
O bien en el Año A: Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo».
O bien en el Año B: Pedro le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
O bien en el Año C: Por medio del Evangelio, nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.
Preces:
Glorifiquemos
a Dios, cuya bondad es infinita, y elevemos a él nuestra oración por
medio de Jesucristo, que está siempre vivo para interceder en favor
nuestro; digámosle:
Enciende, Señor, en nosotros la llama de tu amor.
Dios de misericordia, haz que hoy nos entreguemos generosamente a las obras de amor al prójimo,
— para que tu misericordia, a través de nosotros, llegue a todos los hombres.
Tú que en el arca salvaste a Noé de las aguas del diluvio,
— salva por el agua del bautismo a los catecúmenos.
Concédenos vivir no sólo de pan,
— sino de toda palabra que sale de tu boca.
Haz que, con tu ayuda, venzamos toda disensión,
— y podamos gozarnos en el don de tu paz y de tu amor.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que nos has mandado escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro
espíritu con tu palabra; para que, con mirada limpia, contemplemos
gozosos la gloria de tu rostro. Por nuestro Señor Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
2o DOMINGO CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Extenderá el Señor el poder de tu cetro, entre esplendores sagrados.
Salmo 109,
1-5. 7.
El Mesías, Rey y Sacerdote.
Cristo
tiene que reinar hasta que
Dios haga de sus enemigos
estrado de sus pies. (1 Cor 15, 25)
Oráculo del
Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe
desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío
antes de la aurora».
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu
derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Extenderá el Señor el poder de tu cetro, entre esplendores sagrados.
Antífona 2: Adoramos a un solo Dios, que hizo el cielo y la tierra.
Salmo 113 B.
Himno al Dios verdadero.
Abandonando
los ídolos, os volvisteis a Dios,
para servir al Dios vivo y verdadero. (1 Ts 1, 9)
No a nosotros,
Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios?».
Nuestro Dios
está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:
Tienen boca, y
no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
Tienen manos,
y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Israel confía
en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor
se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.
Que el Señor
os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
bendito seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya
no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Adoramos a un solo Dios, que hizo el cielo y la tierra.
Antífona 3: Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.
Cántico Cf.
1a Pedro 2, 21b-24.
La pasión voluntaria de Cristo, el siervo de Dios.
Cristo padeció
por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.
Él no cometió
pecado
ni encontraron engaño en su boca.
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.
Cargado con
nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.
Lectura breve: 1a Carta a los Corintios 9, 24-25.
¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio? Pues corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.
Responsorio breve:
V. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.
Antífona Magníficat: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Año A: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
O bien en el Año B: Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo».
O bien en el Año C: Una voz desde la nube
decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle». Cuando sonó la voz,
se encontró Jesús solo.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Año A: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
O bien en el Año B: Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo».
O bien en el Año C: Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle». Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo.
Preces:
Demos siempre
gracias a Cristo, nuestra Cabeza y nuestro Maestro, que vino a servir y
a hacer el bien a todos, y digámosle humilde y confiadamente:
Atiende, Señor, a tu Iglesia.
Asiste, Señor, a los obispos y presbíteros de la Iglesia y haz que cumplan bien su misión de ser instrumentos tuyos, cabeza y pastor de la Iglesia,
— para que por medio de ti conduzcan a todos los hombres al Padre.
Que tus ángeles sean compañeros de camino de los que están de viaje,
— para que se vean libres de todo peligro de cuerpo y de alma.
Enséñanos, Señor, a servir a todos los hombres,
— imitándote a ti, que viniste a servir y no a ser servido.
Haz que en toda comunidad humana reine un espíritu fraternal,
— para que, estando Tú en medio de ella, sea como una plaza fuerte.
Sé misericordioso, Señor, con todos los difuntos
— y admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que nos has mandado escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro
espíritu con tu palabra; para que, con mirada limpia, contemplemos
gozosos la gloria de tu rostro. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Salmo 41.
Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo.
El
que tenga sed, y quiera,
que venga a beber
el agua viva. (Ap 22, 17)
Como busca la
cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de
Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas
son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?».
Recuerdo otros
tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te
acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
Cuando mi alma
se acongoja,
te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita
a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios:
«Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?».
Se me rompen
los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?».
¿Por qué te
acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Antífona 2: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Cántico de
Eclesiástico 36, 1-5. 10-13.
Súplica en favor de la ciudad santa de Jerusalén.
Ésta
es la vida eterna:
que te conozcan a ti,
único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo. (Jn 17, 3)
Sálvanos, Dios
del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.
Como les
mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos;
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los
prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas
las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión
del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión
de tu majestad,
y al templo, de tu gloria.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Antífona 3: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Salmo 18 A,
2-7.
Alabanza al Dios creador del universo.
Nos
visitará el sol que nace de lo alto,
para guiar nuestros pasos
por camino de la paz. (Lc 1, 78. 79)
El cielo
proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que
hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha
puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un
extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Lectura breve: Éxodo 19, 4-6a.
Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.Antífona Benedictus: «Sed compasivos, como vuestro Padre celestial es compasivo», dice el Señor.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: «Sed compasivos, como vuestro Padre celestial es compasivo», dice el Señor.
Preces:
Alabemos a
Dios, nuestro Padre, que nos concede ofrecerle el sacrificio de
alabanza cuaresmal, y supliquémosle, diciendo:
Ilumínanos, Señor, con tu palabra.
Dios todopoderoso y compasivo, concédenos el espíritu de oración y de penitencia,
— danos un verdadero deseo de amarte a ti y de amar a nuestros hermanos.
Concédenos ser constructores de tu reino, para que, recapituladas en Cristo todas las cosas,
— abunde la justicia y la paz en toda la tierra.
Haz que sepamos descubrir la bondad y hermosura de tu creación,
— para que su belleza se haga alabanza en nuestros labios.
Perdónanos por haber ignorado la presencia de Cristo en los pobres, los sencillos y los marginados,
— y por no haber atendido a tu Hijo en estos hermanos nuestros.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que nos mandaste mortificar nuestro cuerpo como remedio
espiritual, concédenos abstenernos de todo pecado y que nuestros
corazones sean capaces de cumplir los mandamientos de tu amor. Por
nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS LUNES
2a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Eres el más bello de los hombres; en tus labios se derrama la gracia.
Salmo 44.
Las nupcias del Rey.
I
¡Que
llega el Esposo,
salid a recibirlo! (Mt 26, 5)
Me brota del
corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más
bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al
flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, oh
Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe
y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Eres el más bello de los hombres; en tus labios se derrama la gracia.
Antífona 2: Que llega el Esposo, salid a recibirlo.
II
Escucha, hija,
mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la
princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de
tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra».
Quiero hacer
memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Que llega el Esposo, salid a recibirlo.
Antífona 3: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en Cristo.
Cántico de
Efesios 1, 3-10.
El Dios Salvador.
Bendito sea
Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió
en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha
destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo,
por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en Cristo.
Lectura breve: Carta a los Romanos 12, 1-2.
Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; éste es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: «No juzguéis, y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros», dice el Señor.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: «No juzguéis, y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros», dice el Señor.
Preces:
Bendigamos a
Dios, nuestro Padre, que, por boca de su Hijo, prometió escuchar la
oración de los que se reúnen en su nombre, y, confiados en esta
promesa, supliquémosle, diciendo:
Escucha a tu pueblo, Señor.
Señor, tú que en la montaña del Sinaí diste a conocer tu ley por medio de Moisés y la perfeccionaste luego por Cristo,
— haz que todos los hombres descubran que tienen inscrita esta ley en el corazón y que deben guardarla como una alianza.
Concede a los superiores fraternal solicitud hacia los que les han sido confiados,
— y a los súbditos, espíritu de obediente colaboración.
Fortalece el espíritu y el corazón de los misioneros
— y suscita en todas partes colaboradores de su obra.
Que los niños crezcan en gracia y en edad,
— y que los jóvenes se abran con sinceridad a tu amor.
Acuérdate de nuestros hermanos que ya duermen el sueño de la paz
— y dales parte en la vida eterna.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que nos mandaste mortificar nuestro cuerpo como remedio
espiritual, concédenos abstenernos de todo pecado y que nuestros
corazones sean capaces de cumplir los mandamientos de tu amor. Por
nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
Salmo 42.
Deseo del templo.
Yo
he venido al mundo
como luz. (Jn 12, 46)
Hazme
justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi
Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y
tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
Que yo me
acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.
¿Por qué te
acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
Antífona 2: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Cántico de
Isaías 38, 10-14. 16d-20.
Angustias de un moribundo y alegría de la curación.
Yo
soy el que vive; estaba muerto,
y tengo las llaves de la muerte. (Ap 1, 18)
Yo pensé: «En
medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años».
Yo pensé: «Ya
no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y
enrollan mi vida,
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama».
Día y noche me
estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.
Estoy piando
como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado,
me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no
te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los
vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame,
Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Antífona 3: Oh Dios, tú mereces un himno en Sión. †
Salmo 64.
Solemne acción de gracias.
Cuando
se habla de Sión debe entenderse
de la ciudad eterna. (Orígenes)
Oh Dios, tú
mereces un himno en Sión,
† y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.
A ti acude
todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.
Dichoso el que
tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos
de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;
tú que
afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes
del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.
Tú cuidas de
la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;
riegas los
surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los
pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses
que aclaman y cantan.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Oh Dios, tú mereces un himno en Sión.
Lectura breve: Joel 2, 12-13.
Convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.Antífona Benedictus: Uno solo es vuestro maestro, el del cielo, Cristo el Señor.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Uno solo es vuestro maestro, el del cielo, Cristo el Señor.
Preces:
Demos gracias
a Dios, nuestro Padre, que nos dio a su Hijo unigénito, Palabra hecha
carne para que vivamos de ella, e invoquémosle, diciendo:
Que la palabra de Cristo habite en nosotros con toda su riqueza.
Concédenos escuchar con más frecuencia tu palabra en este tiempo cuaresmal,
— para que, en la gran solemnidad que se avecina, nos unamos con mayor fervor a Cristo, nuestra Pascua.
Que tu Espíritu Santo nos asista,
— para que seamos testigos de tu verdad y de tu bondad ante los vacilantes y equivocados.
Concédenos vivir más profundamente el misterio de Cristo,
— para que podamos dar testimonio de él con más fuerza y claridad.
En este tiempo de penitencia, Señor, renueva y purifica a tu Iglesia,
— para que se manifieste con más claridad como signo de salvación.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor,
vela con amor continuo sobre tu Iglesia, y, pues sin tu ayuda no puede
sostenerse lo que se cimienta en la debilidad humana, protégela siempre
con tus auxilios en el peligro y dirígela hacia la salvación. Por
nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS MARTES
2a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: No podéis servir a Dios y al dinero.
Salmo 48.
Vanidad de las riquezas.
Difícilmente
entrará un rico
en el reino de los cielos. (Mt 19, 23)
I
Oíd esto,
todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;
mi boca
hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.
¿Por qué habré
de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?
Es tan caro el
rescate de la vida,
que nunca les bastará para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.
Mirad: los
sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.
El sepulcro es
su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.
El hombre no
perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: No podéis servir a Dios y al dinero.
Antífona 2: «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.
II
Éste es el
camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.
Pero a mí,
Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.
No te
preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.
Aunque en vida
se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.
El hombre rico
e inconsciente
es como un animal que perece.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.
Antífona 3: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
Cántico de
Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12.
Himno de los redimidos.
Eres digno,
Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de
tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el
Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
Lectura breve: Carta de Santiago 2, 14. 17. 18b.
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? La fe, si no tiene obras, está muerta por dentro. Muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: Todos vosotros sois hermanos; no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo; no os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, Cristo.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Todos vosotros sois hermanos; no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo; no os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, Cristo.
Preces:
Oremos a
Jesús, el Señor, que, levantado en la cruz, atrae a todos hacia él, y
digámosle:
Atrae, Señor, a todos los hombres hacia ti.
Señor, que la luz con que resplandece el misterio de la cruz atraiga a todos los hombres,
— para que te reconozcan como Camino, Verdad y Vida.
Da tu agua viva a todos los sedientos de verdad,
— para que su sed quede eternamente saciada.
Ilumina a los científicos y a los artistas,
— para que el progreso sea también camino de salvación.
Mueve los corazones de los que se apartaron de ti a causa del pecado o del escándalo,
— para que se conviertan a ti y permanezcan en tu amor.
Admite en tu reino a todos los difuntos,
— para que se alegren eternamente con la Virgen María y con todos los santos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor,
vela con amor continuo sobre tu Iglesia, y, pues sin tu ayuda no puede
sostenerse lo que se cimienta en la debilidad humana, protégela siempre
con tus auxilios en el peligro y dirígela hacia la salvación. Por
nuestro Señor Jesucristo.
MIÉRCOLES 2a SEMANA DE CUARESMA.
LAUDES.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es tan grande como nuestro Dios?
Salmo 76.
Recuerdo del pasado glorioso de Israel.
Nos
aprietan por todos lados,
pero no nos aplastan. (2 Co 4, 8)
Alzo mi voz a
Dios gritando,
alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia
te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los
párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:
«¿Es que el
Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?».
Y me digo:
«¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!».
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.
Dios mío, tus
caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, oh Dios,
haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar,
oh Dios,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.
Las nubes
descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el
estruendo de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste
camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:
mientras
guiabas a tu pueblo,
como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es tan grande como nuestro Dios?
Antífona 2: Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Cántico de
1o Samuel 2, 1-10.
Alegría de los humildes en Dios.
Derriba
del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes; a los hambrientos
los colma de bienes. (Lc 1, 52-53)
Mi corazón se
regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.
No
multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.
Se rompen los
arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía.
El Señor da la
muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del
polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los
pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor
desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
Él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Antífona 3: El Señor reina, la tierra goza. †
Salmo 96.
Gloria al Señor, rey de justicia.
Este
salmo canta la salvación del mundo
y la conversión de todos los pueblos.
(S. Atanasio)
El Señor
reina, la tierra goza,
† se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él
avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se
derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran
estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y
se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú
eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama
al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz
para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Señor reina, la tierra goza.
Lectura breve: Deuteronomio 7, 6. 8-9.
El Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.Antífona Benedictus: El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Preces:
Demos gracias
a Dios, nuestro Padre, que por la acción de su Espíritu purifica
nuestros corazones y los llena de su amor, y digámosle:
Danos, Señor, tu Espíritu Santo.
Concédenos, Señor, el espíritu de fe y de acción de gracias,
— para recibir siempre con gozo lo bueno y soportar con paciencia lo adverso.
Haz que busquemos la caridad no únicamente en los acontecimientos importantes,
— sino constantemente, en la vida ordinaria.
Concédenos observar el ayuno que te agrada,
— compartiendo nuestro pan con los hambrientos.
Danos llevar en nuestros cuerpos la muerte de tu Hijo,
— tú que nos has vivificado en su Cuerpo.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor,
guarda a tu familia instruida en las buenas obras y, confortada en sus
necesidades temporales, condúcela propicio hacia los bienes eternos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS
MIÉRCOLES
2a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.
Salmo 61.
La paz en Dios.
Que
el Dios de la esperanza
colme vuestra fe de paz. (Rm 15, 13)
Sólo en Dios
descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
¿Hasta cuándo
arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?
Sólo piensan
en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.
Descansa sólo
en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
De Dios viene
mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.
Pueblo suyo,
confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.
Los hombres no
son más que un soplo,
los nobles son apariencia:
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.
No confiéis en
la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.
Dios ha dicho
una cosa,
y dos cosas que he escuchado:
«Que Dios
tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.
Antífona 2: Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.
Salmo 66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Sabed
que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)
El Señor tenga
piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha
dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.
Antífona 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.
Cf. Cántico
de Colosenses 1, 12-20.
Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de
entre los muertos.
Damos gracias
a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha
sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen
de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior
a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él
quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.
Lectura breve: Carta a los Filipenses 2, 12b-15a.
Trabajad por vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor. Cualquier cosa que hagáis sea sin protestas ni discusiones, así seréis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: Entregarán al Hijo del hombre a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Entregarán al Hijo del hombre a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.
Preces:
Demos gracias
a Dios Padre, que estableció en la sangre de Cristo una alianza nueva y
eterna con su pueblo y la renueva en el sacramento del altar, y
supliquémosle, diciendo:
Bendice, Señor, a tu pueblo.
Dirige, Señor, por los caminos de tu voluntad, el sentir de los pueblos y la mente de sus gobernantes,
— para que procuren con empeño el bien común.
Aumenta el fervor de aquellos que, habiéndolo dejado todo, siguieron a Cristo,
— para que manifiesten con su testimonio la vida de la Iglesia.
Tú que creaste a todos los hombres a imagen tuya,
— haz que sintamos horror de las injusticias y desigualdades entre los hombres.
Llama a tu amistad y a tu verdad a los que viven alejados de ti,
— y, a nosotros, enséñanos cómo podemos ayudarlos.
Admite a los difuntos en tu gloria,
— para que te alaben eternamente.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor,
guarda a tu familia instruida en las buenas obras y, confortada en sus
necesidades temporales, condúcela propicio hacia los bienes eternos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Salmo 79.
Ven, Señor, a visitar tu viña.
Ven, Señor Jesús. (Ap 22, 20)
Pastor de
Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
Oh Dios,
restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor, Dios de
los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Les diste a
comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los
ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una
vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra
cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has
derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los
ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.
La han talado
y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor, Dios de
los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Antífona 2: Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.
Cántico de
Isaías 12, 1-6.
Acción de gracias del pueblo salvado.
El
que tenga sed, que venga a mí,
y que beba. (Jn 7, 37)
Te doy
gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.
Él es mi Dios
y Salvador:
confiaré, y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Aquel día
diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el
Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel”».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.
Antífona 3: Aclamad a Dios, nuestra fuerza. †
Salmo 80.
Solemne renovación de la alianza.
Que
ninguno de vosotros tenga
un corazón malo e incrédulo. (Hb 3, 12)
Aclamad a
Dios, nuestra fuerza;
† dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad,
tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.
Porque es una
ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.
Oigo un
lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la
aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha,
pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un
dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene».
Pero mi pueblo
no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me
escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que
aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Lectura breve: Cf. 1o Reyes 8, 51a. 52-53a.
Nosotros somos, Señor, tu pueblo y tu heredad. Estén abiertos tus ojos a la súplica de tu siervo, a la súplica de tu pueblo Israel, para escucharlos en cuanto te imploren. Porque tú, Señor Dios, los apartaste para ti, en herencia, entre todos los pueblos de la tierra.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.Antífona Benedictus: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males.
Preces:
Celebremos la
bondad de Dios, que por Cristo se reveló como Padre nuestro, y
digámosle de todo corazón:
Acuérdate, Señor, de que somos hijos tuyos.
Concédenos vivir con toda plenitud el misterio de la Iglesia,
— a fin de que nosotros y todos los hombres encontremos en ella un sacramento eficaz de salvación.
Padre, que amas a todos los hombres, haz que cooperemos al progreso de la comunidad humana
— y que en todo busquemos tu reino con nuestros esfuerzos.
Haz que tengamos hambre y sed de justicia
— y acudamos a nuestra fuente, que es Cristo, el cual entregó su vida para que fuésemos saciados.
Perdona, Señor, todos nuestros pecados
— y dirige nuestra vida por el camino de la sencillez y de la santidad.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que amas y devuelves la inocencia, atrae hacia ti los corazones
de tus siervos para que, llenos del fervor de tu Espíritu,
permanezcamos firmes en la fe y eficaces en las obras. Por nuestro
Señor Jesucristo.
VÍSPERAS JUEVES
2a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.
Salmo 71.
Poder real del Mesías.
Abriendo
sus cofres, le ofrecieron regalos:
oro, incienso y mirra. (Mt 2, 11)
I
Dios mío,
confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que los montes
traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
Que dure tanto
como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus
días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
Que en su
presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Que los reyes
de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.
Antífona 2: Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.
II
Él librará al
pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
Que viva y que
le traigan el oro de Saba,
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.
Que haya trigo
abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.
Que su nombre
sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Bendito sea el
Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.
Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Cántico de
Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a.
El juicio de Dios.
Gracias te
damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se
encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se
estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos lo
vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron;
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Lectura breve: Carta de Santiago 4, 7-8. 10.
Sed humildes ante Dios, pero resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Lavaos las manos, pecadores; purificad el corazón, los inconstantes. Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: Aquel rico que negó las migajas de pan a Lázaro pidió luego una gota de agua.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Aquel rico que negó las migajas de pan a Lázaro pidió luego una gota de agua.
Preces:
Celebremos la
misericordia de Dios, que nos ilumina con la gracia del Espíritu Santo,
para que nuestra vida resplandezca con obras de fe y santidad, y
supliquémosle, diciendo:
Renueva, Señor, al pueblo redimido por Cristo.
Señor, fuente y autor de toda santidad, haz que los obispos, presbíteros y diáconos, al participar de la mesa eucarística, se unan más plenamente a Cristo,
— para que vean renovada la gracia que les fue conferida por la imposición de manos.
Impulsa a tus fieles para que, con santidad de vida, participen activamente de la mesa de la palabra y del cuerpo de Cristo
— y vivan lo que han recibido por la fe y los sacramentos.
Concédenos, Señor, que reconozcamos la dignidad de todo hombre redimido con la sangre de tu Hijo
— y que respetemos su libertad y su conciencia.
Haz que todos los hombres sepan moderar sus deseos de bienes temporales
— y que atiendan a las necesidades de los demás.
Acuérdate, Señor, de todos los que has llamado hoy a la eternidad
— y concédeles el don de la eterna bienaventuranza.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh,
Dios, que amas y devuelves la inocencia, atrae hacia ti los corazones
de tus siervos para que, llenos del fervor de tu Espíritu,
permanezcamos firmes en la fe y eficaces en las obras. Por nuestro
Señor Jesucristo.
VIERNES 2a SEMANA DE CUARESMA.
LAUDES.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Salmo 50.
Misericordia, Dios mío.
Renovaos
en la mente y en el espíritu
y vestíos de la nueva condición humana.
(Ef 4, 23-24)
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo
reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la
sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un
corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el
gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea
en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la
alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la
sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu
bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Antífona 2: En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Cántico de
Habacuc 3, 2-4. 13a. 15-19.
Juicio de Dios.
Levantaos,
alzad la cabeza:
se acerca vuestra liberación.
(Lc 21, 28)
Señor, he oído
tu fama,
me ha impresionado tu obra.
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto, acuérdate de la misericordia.
El Señor viene
de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.
Sales a salvar
a tu pueblo,
a salvar a tu ungido.
Pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y
temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar;
gimo ante el día de angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la
higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios, mi salvador.
El Señor
soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Antífona 3: Glorifica al Señor, Jerusalén. †
Salmo 147.
Acción de gracias por la restauración de Jerusalén.
Ven
acá, voy a mostrarte a la novia,
a la esposa del Cordero. (Ap 21, 9)
Glorifica al
Señor, Jerusalén;
† alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su
mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
Hace caer el
hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su
palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Glorifica al Señor, Jerusalén.
Lectura breve: Isaías 53, 11b-12.
Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.
Antífona Benedictus: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.
Preces:
Acudamos a
Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección,
y supliquémosle, diciendo:
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
— conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.
Tú que exaltado en la cruz quisiste ser atravesado por la lanza del soldado,
— sana nuestras heridas.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
— haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Tú que clavado en la cruz perdonaste al ladrón arrepentido,
— perdónanos también a nosotros, pecadores.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concédenos,
Dios todopoderoso, llegar a lo que está por venir con los corazones
limpios, por el santo esfuerzo purificador de la penitencia. Por
nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS VIERNES
2a SEMANA DE CUARESMA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.
Salmo 114.
Himno a la grandeza de Dios.
Hay
que pasar mucho para entrar
en el reino de Dios. (Hch 14, 22)
Amo al Señor,
porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
Me envolvían
redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida».
El Señor es
benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
Alma mía,
recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en
presencia del Señor
en el país de la vida.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.
Antífona 2: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Salmo 120.
El guardián del pueblo.
Ya
no pasarán hambre ni sed,
no les hará daño el sol
ni el bochorno. (Ap 7, 16)
Levanto mis
ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá
que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te
guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te
guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Cántico de
Apocalipsis 15, 3-4.
Himno de adoración.
Grandes y
maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no
temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Lectura breve: Carta de Santiago 5, 16. 19-20.
Confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo. Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo convierte, sepa que quien convierte a un pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.
Responsorio breve:
V. Yo dije: Señor, ten misericordia.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: Señor, ten misericordia.
Antífona Magníficat: Aunque buscaban echar mano a Jesús, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Aunque buscaban echar mano a Jesús, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
Preces:
Adoremos al
Salvador de los hombres, que, muriendo, destruyó nuestra muerte y,
resucitando, restauró la vida, y digámosle humildemente:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor
nuestro, concédenos que, por la penitencia,
nos unamos más plenamente a tu pasión,
— para que consigamos la gloria de la resurrección.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
— para que podamos confortar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos confortas.
Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida,
— para que se manifiesten en ellos los frutos de tu salvación.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz,
— enseña a tus fieles a ser obedientes y a tener paciencia.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
— y a nosotros danos un día parte en su felicidad.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concédenos,
Dios todopoderoso, llegar a lo que está por venir con los corazones
limpios, por el santo esfuerzo purificador de la penitencia. Por
nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
| Invitatorio
94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Himno:
Salmodia:
Antífona 1: Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Salmo 91.
Alabanza del Dios Creador.
Este
salmo canta las maravillas
realizadas en Cristo. (S. Atanasio)
Es bueno dar
gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones,
Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque
germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
Porque tus
enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos despreciarán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo
crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez
seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Antífona 2: Dad gloria a nuestro Dios.
Cántico del
Deuteronomio 32, 1-12.
Beneficios de Dios para con su pueblo.
¡Cuántas
veces he querido reunir a tus hijos
como la clueca reúne a sus pollitos
bajo las alas! (Mt 23, 37)
Escuchad,
cielos, y hablaré;
oye, tierra, los dichos de mi boca;
descienda como lluvia mi doctrina,
destile como rocío mi palabra;
como llovizna sobre la hierba,
como orvallo sobre el césped.
Voy a
proclamar el nombre del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas,
sus caminos son justos,
es un Dios fiel, sin maldad;
es justo y recto.
Hijos
degenerados, se portaron mal con él,
generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
¿No es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de
los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre, y te lo contará,
a tus ancianos y te lo dirán:
Cuando el
Altísimo daba a cada pueblo su heredad
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios,
la porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue el lote de su heredad.
Lo encontró en
una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos:
lo rodeó cuidando de él,
lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila
incita a su nidada,
revolando sobre los polluelos,
así extendió sus alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo
los condujo,
no hubo dioses extraños con él.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dad gloria a nuestro Dios.
Antífona 3: ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
Salmo 8.
Majestad del Señor y dignidad del hombre.
Todo
lo puso bajo sus pies,
y lo dio a la Iglesia, como cabeza,
sobre todo. (Ef 1, 22)
Señor, dueño
nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu
majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando
contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste
poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de
ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.
Señor, dueño
nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
Lectura breve: Isaías 1, 16-18.
«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda. Venid entonces, y discutiremos —dice el Señor—. Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana».
Responsorio breve:
V. Él me librará De la red del cazador.
R. Él me librará De la red del cazador.
V. Me cubrirá con sus plumas.
R. De la red del cazador.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Él me librará De la red del cazador.Antífona Benedictus: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.
Preces:
Demos gracias,
siempre y en todo lugar, a Cristo, nuestro Salvador, y supliquémosle,
diciendo:
Ayúdanos, Señor, con tu gracia.
Concédenos guardar sin mancha nuestros cuerpos,
— para que el Espíritu Santo pueda habitar en ellos.
Desde el comienzo del día, acrecienta en nosotros el amor a nuestros hermanos
— y el deseo de cumplir tu voluntad durante toda la jornada.
Danos hambre del alimento que perdura y da vida eterna,
— y que tú diariamente nos proporcionas.
Que tu Madre, refugio de pecadores, interceda por nosotros,
— para que obtengamos el perdón de nuestros pecados.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Señor,
Dios nuestro, que, por medio de los sacramentos, nos permites, ya en la
tierra, participar de los bienes del cielo, dirígenos tú mismo en esta
vida, para que nos lleves hacia esa luz en la que habitas. Por nuestro
Señor Jesucristo.
INVITATORIO.
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
O bien:
Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Salmo 94.
Venid, aclamemos al Señor.
Animaos
los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3, 13)
Se anuncia la antífona.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Se repite la antífona.
Porque el
Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Se repite la antífona.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Se repite la antífona.
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Se repite la antífona.
Durante
cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
O bien:
Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
También se pueden pronunciar éstos salmos, en lugar del Salmo 94.
Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.
El
Señor manda que los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)
Se anuncia la antífona.
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Se repite la antífona.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Se repite la antífona.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
Se repite la antífona.
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
O bien:
Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Salmo 66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Sabed
que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)
Se anuncia la antífona.
El Señor tenga
piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
La tierra ha
dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
O bien:
Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Salmo
23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Se anuncia la antífona.
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
Se repite la antífona.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Se repite la antífona.
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Se repite la antífona.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese
Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNOS VÍSPERAS CUARESMA:
Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira,
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina;
la mano que nos sostiene,
y el techo que nos cobija.
Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida,
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.
Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!
¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!». Amén.
Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.
Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva,
y ábrela al bien de mis hermanos.
Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.
Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!)
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo. Amén.
¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?
Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza
de nuestras pasiones.
¡No me des coronas, Señor, de grandeza!
¿Altivez?
¿Honores? Torres ilusorias
que el tiempo derrumba.
Es
coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.
¡No me des siquiera coronas mortuorias!
No pido el
laurel que nimba al talento,
ni las voluptuosas
guirnaldas de
lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!
¡No me des coronas que se lleva el viento!
Yo quiero la
joya de penas divinas
que rasga las sienes.
Es para las
almas que tú predestinas.
Sólo tú la tienes.
¡Si me das coronas, dámelas de espinas! Amén.
HIMNOS LAUDES CUARESMA.
Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos,
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio,
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces,
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo,
revoca sus decretos:
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.
En tierra extraña peregrinos
con esperanza caminamos,
que, si arduos son nuestros caminos,
sabemos bien a dónde vamos.
En el desierto un alto hacemos,
es el Señor quien nos convida,
aquí comemos y bebemos
el pan y el vino de la
Vida.
Para el camino se nos queda
entre las manos, guiadora,
la cruz, bordón, que es la vereda
y es la bandera triunfadora.
Entre el dolor y la alegría,
con Cristo avanza en su andadura
un hombre, un pobre que confía
y busca la ciudad futura. Amén.
tu pueblo está, Señor.
Vuélvenos tu mirada
y danos el perdón.
Seguiremos tus pasos,
camino de la cruz,
subiendo hasta la cumbre
de la Pascua
de luz.
La Cuaresma es combate;
las armas: oración,
limosnas y vigilias
por el Reino de Dios.
«Convertid vuestra vida,
volved a vuestro Dios,
y volveré a vosotros»,
esto dice el Señor.
Tus palabras de vida
nos llevan hacia ti,
los días cuaresmales
nos las hacen sentir. Amén.
IV
(Este himno sólo para los sábados.)
Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
«No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna».
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel! Amén.
¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: «Ave María»?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.
A ti, Doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, Celestial Princesa,
Virgen sagrada, María. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA LAUDES:
Lucas 1,
68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA VÍSPERAS:
— MAGNÍFICAT —
Lucas 1,
46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.