4a SEMANA SALTERIO.
DOMINGOS
4o, 8o, 12o, 16o, 20o,
24o, 28o y 32o
del TIEMPO ORDINARIO
Lecturas:
según la Biblia
de la Conferencia Episcopal Española.
Oraciones: según el
Nuevo Misal español.
4a SEMANA del SALTERIO
DOMINGO 4o
LUNES 4o
MARTES 4o
MIÉRCOLES 4o
JUEVES 4o
VIERNES 4o
SÁBADO 4o
PRIMERAS VÍSPERAS.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
No sé de dónde brota la tristeza que
tengo.
Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce,
sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,
casi fuera de madre, derramado en el cauce.
Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú sabes
cómo soy; tú levantas esta carne que es mía;
tú, esta luz que sonrosa las alas de las aves;
tú, esta noble tristeza que llaman alegría.
Tú me diste la gracia para vivir contigo;
tú me diste las nubes como el amor humano;
y, al principio del tiempo, tú me ofreciste el trigo,
con la primera alondra que nació de tu mano.
Como el último rezo de un niño que se duerme
y, con la voz nublada de sueño y de pureza,
se vuelve hacia el silencio, yo quisiera volverme
hacia ti, y en tus manos desmayar mi cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Desead la paz a Jerusalén.
Salmo 121.
La ciudad santa de Jerusalén.
Os
habéis acercado al monte Sión,
ciudad del Dios vivo,
Jerusalén del cielo. (Hb 12, 22)
¡Qué alegría
cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está
fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la
costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz
a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».
Por mis
hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Desead la paz a Jerusalén.
Antífona 2: Desde la aurora hasta la noche, mi alma aguarda al Señor.
Salmo 129.
Desde lo hondo a ti grito, Señor.
Él
salvará a su pueblo
de los pecados. (Mt 1, 21)
Desde lo hondo
a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas
cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera
en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel
al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Desde la aurora hasta la noche, mi alma aguarda al Señor.
Antífona 3: Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
Cántico
de Filipenses 2, 6-11.
Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual.
Cristo, a
pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así,
actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios
lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
Lectura breve: 2a Carta de Pedro 1, 19-21.
Así tenemos más confirmada la palabra profética y hacéis muy bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones, pero sabiendo, sobre todo, lo siguiente, que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, pues nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, movidos por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.
Responsorio breve:
V. De la salida del sol hasta su ocaso, Alabado sea el nombre del Señor.
R. De la salida del sol hasta su ocaso, Alabado sea el nombre del Señor.
V. Su gloria sobre los cielos.
R. Alabado sea el nombre del Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. De la salida del sol hasta su ocaso, Alabado sea el nombre del Señor.
Antífona del Magníficat:
Domingos: 4o – 8o – 12o – 16o – 20o – 24o – 28o – 32o.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces:
Invoquemos a
Cristo, alegría de cuantos se refugian en él, y digámosle:
Míranos y escúchanos, Señor.
Testigo fiel y primogénito de entre los muertos, que nos has librado de nuestros pecados por tu sangre,
— no permitas que olvidemos nunca tus beneficios.
Haz que aquellos a quienes elegiste como mensajeros de tu Evangelio
— sean siempre fieles y celosos administradores de los misterios del reino.
Rey de la paz, concede abundantemente tu Espíritu a los que gobiernan las naciones,
— para que atiendan con interés a los pobres y postergados.
Sé ayuda de cuantos son víctimas de cualquier segregación por causa de su raza, color, condición social, lengua o religión,
— haz que todos reconozcan su dignidad y respeten sus derechos.
A los que han muerto en tu amor, dales también parte en tu felicidad,
— con María y todos tus santos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Domingos: 4o
– 8o
– 12o
– 16o
– 20o
– 24o
– 28o
– 32o.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.Antífona Invitatorio: Pueblo del Señor, rebaño que él guía, venid, adorémosle. Aleluya.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio
66 |
Antífona Invitatorio: Pueblo del Señor, rebaño que él guía, venid, adorémosle. Aleluya.
Himno:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega
resucitada y resucitadora.
Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría,
y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia;
silabeas el alba igual que una palabra;
tú pronuncias el mar como sentencia.
Regresa desde el sueño, el hombre a su memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.
Y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas;
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.
¡Bendita la mañana que trae la noticia
de tu presencia joven en gloria y poderío,
la serena certeza con que el día proclama
que el sepulcro de Cristo está vacío! Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Salmo 117.
Himno de acción de gracias después de la victoria.
Jesús
es la piedra que desechasteis vosotros,
los arquitectos, y que se ha convertido
en piedra angular. (Hch 4, 11)
Dad gracias al
Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa
de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa
de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los
fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro
grité al Señor,
y me escuchó poniéndome a salvo.
El Señor está
conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es
refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.
Todos los
pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas;
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y
empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad, hay
cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa».
No he de
morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las
puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
— Ésta es la
puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
— Te doy
gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que
desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día
en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
— Bendito el
que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina.
— Ordenad una
procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi
Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al
Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Antífona 2: Aleluya. Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor. Aleluya.
Cántico de
Daniel 3, 52-57.
Que la creación entera alabe al Señor.
¡Bendito
el Creador
por siempre! (Rm 1, 25)
Bendito eres,
Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu
nombre, santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres
en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Aleluya. Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Todo ser que alienta alabe al Señor. Aleluya.
Salmo 150.
Alabad al Señor.
Salmodiad
con el espíritu,
salmodiad con toda vuestra mente,
es decir, glorificad a Dios
con el cuerpo y con el alma. (Hesiquio)
Alabad al
Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por
sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo
tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras;
alabadlo con
tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas;
alabadlo con
platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Todo ser que alienta alabe al Señor. Aleluya.
Lectura breve: 2a Carta a Timoteo 2, 8. 11-13.
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Es palabra digna de crédito: Pues si morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Responsorio breve:
V. Te damos gracias, oh Dios, Invocando tu nombre.
R. Te damos gracias, oh Dios, Invocando tu nombre.
V. Contando tus maravillas.
R. Invocando tu nombre.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias, oh Dios, Invocando tu nombre.
Antífona Benedictus:
Domingos: 4o – 8o – 12o – 16o – 20o – 24o – 28o – 32o.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces:
Dios nos ama,
y sabe lo que nos hace falta; aclamemos, pues, su poder y su bondad,
abriendo, gozosos, nuestros corazones a la alabanza:
Te alabamos, Señor, y confiamos en ti.
Te bendecimos, Dios todopoderoso, Rey del universo, porque a nosotros, injustos y pecadores, nos has llamado al conocimiento de la verdad;
— haz que te sirvamos con santidad y justicia.
Vuélvete hacia nosotros, oh Dios, tú que has querido abrirnos la puerta de tu misericordia,
— y que nunca nos apartemos del camino que lleva a la vida.
Ya que hoy celebramos la resurrección del Hijo de tu amor,
— haz que este día transcurra lleno de gozo espiritual.
Da, Señor, a tus fieles el espíritu de oración y de alabanza,
— para que en toda ocasión te demos gracias.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Domingos: 4o
– 8o
– 12o
– 16o
– 20o
– 24o
– 28o
– 32o.
SEGUNDAS VÍSPERAS DOMINGO
4a SEMANA.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Cuando la muerte sea vencida
y estemos libres en el reino,
cuando la nueva tierra nazca
en la gloria del nuevo cielo,
cuando tengamos la alegría
con un seguro entendimiento
y el aire sea como una luz
para las almas y los cuerpos,
entonces, sólo entonces, estaremos contentos.
Cuando veamos cara a cara
lo que hemos visto en un espejo
y sepamos que la bondad
y la belleza están de acuerdo,
cuando, al mirar lo que quisimos,
lo veamos claro y perfecto
y sepamos que ha de durar,
sin pasión, sin aburrimiento,
entonces, sólo entonces, estaremos contentos.
Cuando vivamos en la plena
satisfacción de los deseos,
cuando el Rey nos ame y nos mire,
para que nosotros lo amemos,
y podamos hablar con él
sin palabras, cuando gocemos
de la compañía feliz
de los que aquí tuvimos lejos,
entonces, sólo entonces, estaremos contentos.
Cuando un suspiro de alegría
nos llene, sin cesar, el pecho,
entonces —siempre, siempre—
entonces seremos bien lo que seremos.
Gloria a Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo, que es su Verbo,
gloria al Espíritu divino,
gloria en la tierra y en el cielo. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Yo mismo te engendré, entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.
Salmo 109,
1-5. 7.
El Mesías, Rey y Sacerdote.
Cristo
tiene que reinar hasta que
Dios haga de sus enemigos
estrado de sus pies. (1 Cor 15, 25)
Oráculo del
Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe
desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío
antes de la aurora».
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu
derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Yo mismo te engendré, entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.
Antífona 2: Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Salmo 111.
Felicidad del justo.
Caminad
como hijos de la luz: toda bondad,
justicia y verdad son fruto de la luz. (Ef 5, 8-9)
Dichoso quien
teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
En su casa
habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que
se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos,
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las
malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte
limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al
verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Antífona 3: Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
Cántico de
Apocalipsis 19, 1-7.
Las bodas del Cordero.
Aleluya. La
salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó
la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
Lectura breve: Carta a los Hebreos 12, 22-24.
Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miríadas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la perfección, y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
Responsorio breve:
V. Nuestro Señor Es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor Es grande y poderoso.
V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Es grande y poderoso.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor Es grande y poderoso.
Antífona del Magníficat:
Domingos: 4o – 8o – 12o – 16o – 20o – 24o – 28o – 32o.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces:
Alegrándonos
en el Señor, de quien viene todo don, digámosle:
Escucha, Señor, nuestra oración.
Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre fuese glorificado,
— fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.
Haznos dóciles a la predicación de los apóstoles,
— y sumisos a la verdad de nuestra fe.
Tú que amas a los justos,
— haz justicia a los oprimidos.
Liberta a los cautivos, abre los ojos a los ciegos,
— endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.
Haz que los que duermen ya el sueño de la paz
— lleguen por tu Hijo a la santa resurrección.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Domingos: 4o
– 8o
– 12o
– 16o
– 20o
– 24o
– 28o
– 32o.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.Antífona Invitatorio: Aclamemos al Señor con cantos.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Aclamemos al Señor con cantos.
Himno:
Crece la luz bajo tu hermosa mano,
Padre celeste, y suben
los hombres matutinos al encuentro
de Cristo Primogénito.
Él hizo amanecer en tu presencia
y enalteció la aurora
cuando no estaba el hombre sobre el mundo
para poder cantarla.
Él es principio y fin del universo,
y el tiempo, en su caída,
se acoge al que es la fuerza de las cosas
y en él rejuvenece.
Él es la luz profunda, el soplo vivo
que hace posible el mundo
y anima, en nuestros labios jubilosos,
el himno que cantamos.
He aquí la nueva luz que asciende y busca
su cuerpo misterioso;
he aquí, en el ancho sol de la mañana,
el signo de su gloria.
Y Tú que nos lo entregas cada día,
revélanos al Hijo,
potencia de tu diestra y Primogénito
de toda criatura. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.
Salmo 89.
Baje a nosotros la bondad del Señor.
Para
el Señor un día es como mil años,
y mil años como un día. (2 Pe 3, 8)
Señor, tú has
sido nuestro refugio
de generación en generación.
Antes que
naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el
hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.
Los siembras
año por año, como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
¡Cómo nos ha
consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno
viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.
¿Quién conoce
la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete,
Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría,
por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.
Baje a
nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.
Antífona 2: Llegue hasta el confín de la tierra la alabanza del Señor.
Cántico de
Isaías 42, 10-16.
Cántico nuevo al Dios vencedor y salvador.
Cantan
un cántico nuevo delante
del trono de Dios. (cf. Ap 14, 3)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
llegue su alabanza hasta el confín de la tierra;
muja el mar y lo que contiene,
las costas y sus habitantes;
alégrese el
desierto con sus tiendas,
los cercados que habita Cadar;
exulten los habitantes de Petra,
clamen desde la cumbre de las montañas;
den gloria al Señor,
anuncien su alabanza en las costas.
El Señor sale
como un héroe,
excita su ardor como un guerrero,
lanza el alarido,
mostrándose valiente frente al enemigo.
«Desde antiguo
guardé silencio,
me callaba, aguantaba;
como parturienta, grito,
jadeo y resuello.
Agostaré
montes y collados,
secaré toda su hierba,
convertiré los ríos en yermo,
desecaré los estanques;
conduciré a los ciegos
por el camino que no conocen,
los guiaré por senderos que ignoran;
ante ellos convertiré la tiniebla en luz,
lo escabroso en llano».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Llegue hasta el confín de la tierra la alabanza del Señor.
Antífona 3: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.
Salmo 134,
1-12.
Himno a Dios realizador de maravillas.
Vosotros
sois un pueblo adquirido por Dios
para proclamar las hazañas del que os llamó
a salir de la tiniebla y a entrar
en su luz maravillosa. (1 Pe 2, 9)
Alabad el
nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al
Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
Yo sé que el
Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
Hace subir las
nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta los vientos de sus silos.
Él hirió a los
primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios,
en medio de ti, Egipto,
contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de
muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán;
a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.
Lectura breve: Judit 8, 25b-27.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios, que nos pone a prueba como a nuestros antepasados. Recordad cómo trató a Abrahán, cómo probó a Isaac y lo que sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando apacentaba el rebaño de su tío Labán. Los puso en el crisol para sondear sus corazones; lo mismo hace con nosotros, no para castigarnos, sino porque el Señor aflige a sus fieles para amonestarlos.
Responsorio breve:
V. Aclamad, justos, al Señor, Que merece la alabanza de los buenos.
R. Aclamad, justos, al Señor, Que merece la alabanza de los buenos.
V. Cantadle un cántico nuevo.
R. Que merece la alabanza de los buenos.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Aclamad, justos, al Señor, Que merece la alabanza de los buenos.
Antífona Benedictus: Bendito sea el Señor, porque nos ha visitado y redimido.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Bendito sea el Señor, porque nos ha visitado y redimido.
Preces:
Ya que Cristo
escucha y salva a cuantos en él se refugian, acudamos a él, diciendo:
Te alabamos, Señor, esperamos en ti.
Te damos gracias, Señor, por el gran amor con que nos amaste;
— continúa mostrándote con nosotros rico en misericordia.
Tú que, con el Padre, sigues actuando siempre en el mundo,
— renueva todas las cosas con la fuerza de tu Espíritu.
Abre nuestros ojos y los de nuestros hermanos,
— para que podamos contemplar hoy tus maravillas.
Ya que nos llamas hoy a tu servicio,
— haznos buenos administradores de tu múltiple gracia en favor de nuestros hermanos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Oh
Dios, que encomendaste al hombre la guarda y el cultivo de la tierra, y
creaste la luz del sol en su servicio, concédenos hoy que, con tu luz,
trabajemos sin desfallecer para tu gloria y para el bien de nuestro
prójimo. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Y dijo el Señor Dios en el principio:
«¡Que sea la luz!». Y fue la luz primera.
Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!
Y dijo Dios: «¡Que exista el firmamento!».
Y el cielo abrió su bóveda perfecta.
Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!
Y dijo Dios: «¡Que existan los océanos,
y emerjan los cimientos de la tierra!».
Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!
Y dijo Dios: «¡Que brote hierba verde,
y el campo dé semillas y cosechas!».
Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!
Y dijo Dios: «¡Que el cielo se ilumine,
y nazca el sol, la luna y las estrellas!».
Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!
Y dijo Dios: «¡Que bulla el mar de peces;
de pájaros el aire del planeta!».
Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!
Y dijo Dios: «¡Hagamos hoy al hombre,
a semejanza nuestra, a imagen nuestra!».
Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya!
Y descansó el Señor el día séptimo.
Y el hombre continúa su tarea.
Y vio el Señor
que las cosas eran buenas.
¡Aleluya! Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Salmo 135.
Himno Pascual.
Alabar
a Dios es narrar
sus maravillas. (Casiano)
I
Dad gracias al
Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al
Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al
Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo
grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo
sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.
Él afianzó
sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo
lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.
El sol que
gobierna el día:
porque es eterna su misericordia.
La luna que
gobierna la noche:
porque es eterna su misericordia.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Antífona 2: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.
II
Él hirió a
Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.
Y sacó a
Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.
Con mano
poderosa, con brazo extendido:
porque es eterna su misericordia.
Él dividió en
dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.
Y condujo por
en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el
mar Rojo al Faraón:
porque es eterna su misericordia.
Guió por el
desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.
Él hirió a
reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.
Dio muerte a
reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey
de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.
Y a Hog, rey
de Basán:
porque es eterna su misericordia.
Les dio su
tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.
En heredad a
Israel su siervo:
porque es eterna su misericordia.
En nuestra
humillación, se acordó de nosotros:
porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de
nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.
Él da alimento
a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al
Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.
Antífona 3: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en Cristo.
Cántico de
Efesios 1, 3-10.
El Dios Salvador.
Bendito sea
Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió
en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha
destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo,
por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en Cristo.
Lectura breve: 1a Carta a los Tesalonicenses 3, 12-13.
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Responsorio breve:
V. Suba mi oración hasta Ti, Señor.
R. Suba mi oración hasta Ti, Señor.
V. Como incienso en tu presencia.
R. Hasta Ti, Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Suba mi oración hasta Ti, Señor.
Antífona Magníficat: Proclame siempre mi alma tu grandeza, oh Dios mío.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Proclame siempre mi alma tu grandeza, oh Dios mío.
Preces:
Llenos de
confianza en Jesús, que no abandona nunca a los que se acogen a él,
invoquémosle, diciendo:
Escúchanos, Dios nuestro.
Señor Jesucristo, tú que eres nuestra luz, ilumina a tu Iglesia,
— para que predique a los paganos el gran misterio que veneramos, manifestado en la carne.
Guarda a los sacerdotes y ministros de la Iglesia,
— y haz que, después de predicar a los otros, sean hallados fieles, ellos también, en tu servicio.
Tú que, por tu sangre, diste la paz al mundo,
— aparta de nosotros el pecado de discordia y el azote de la guerra.
Ayuda, Señor, a los que uniste con la gracia del matrimonio,
— para que su unión sea efectivamente signo del misterio de la Iglesia.
Concede, por tu misericordia, a todos los difuntos el perdón de sus faltas,
— para que sean contados entre tus santos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Quédate
con nosotros, Señor Jesús, porque atardece; sé nuestro compañero de
camino, levanta nuestros corazones, reanima nuestra débil esperanza;
así, nosotros, junto con nuestros hermanos, podremos reconocerte en las
Escrituras y en la fracción del pan. Tú que vives y reinas.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.Antífona Invitatorio: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.
Himno:
Señor de nuestras horas, Origen, Padre, Dueño,
que, con el sueño, alivias y, en la tregua de un sueño,
tu escala tiendes a Jacob.
Al filo de los gallos, en guardia labradora,
despiertan en los montes los fuegos de la aurora,
y de tus manos sube el sol.
Incendia el cielo en sombras el astro matutino,
y el que pecó en tinieblas recobra su camino
en la inocencia de la luz.
Convoca brazo y remo la voz de la marea,
y llora Pedro, el duro patrón de Galilea,
cimiento y roca de Jesús.
El gallo nos increpa; su canto al sol dispara,
desvela al soñoliento, y al que pecó lo encara
con el fulgor de la verdad;
a su gozosa alerta, la vida se hace fuerte,
renace la esperanza, da un paso atrás la muerte,
y el mundo sabe a pan y a hogar.
Del seno de la tierra convocas a tu Ungido,
y el universo entero, recién amanecido,
encuentra en Cristo su esplendor.
Él es la piedra viva donde se asienta el mundo,
la imagen que lo ordena, su impulso más profundo
hacia la nueva creación:
Por él, en cuya Sangre se lavan los pecados,
estamos a tus ojos recién resucitados
y plenos en su plenitud.
Y, con el gozo nuevo de la criatura nueva,
al par que el sol naciente, nuestra oración se eleva
en nombre del Señor Jesús. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
Salmo 100.
Propósitos de un príncipe justo.
Si
me amáis, guardaréis
mis mandamientos. (Jn 14, 15)
Voy a cantar
la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿cuándo vendrás a mí?
Andaré con
rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles.
Aborrezco al
que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.
Al que en
secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.
Pongo mis ojos
en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ése me servirá.
No habitará en
mi casa
quien comete fraudes;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.
Cada mañana
haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
Antífona 2: No apartes de nosotros tu misericordia, Señor.
Cántico de
Daniel 3, 26-27. 29. 34-41.
Oración de Azarías en el horno.
Arrepentíos
y convertíos para que
se borren vuestros pecados. (Hch 3, 19)
Bendito eres,
Señor, Dios de nuestros padres,
digno de alabanza y glorioso es tu nombre.
Porque eres
justo en cuanto has hecho con nosotros
y todas tus obras son verdad,
y rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios.
Porque hemos
pecado y cometido iniquidad
apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.
Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán,
tu amigo; por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste
multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora,
Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este
momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso,
acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.
Que éste sea
hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te
seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: No apartes de nosotros tu misericordia, Señor.
Antífona 3: Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
Salmo 143,
1-10.
Oración por la victoria y la paz.
Todo
lo puedo en aquel
que me conforta. (Flp 4, 13)
Bendito el
Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;
mi bienhechor,
mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es
el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina
tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la
mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Dios mío, te
cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
Lectura breve: Isaías 55, 1.
Oíd, sedientos todos, acudid por agua; venid, también los que no tenéis dinero: comprad trigo y comed, venid y comprad, sin dinero y de balde, vino y leche.
Responsorio breve:
V. Señor, escucha mi voz, He esperado en tus palabras.
R. Señor, escucha mi voz, He esperado en tus palabras.
V. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
R. He esperado en tus palabras.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Señor, escucha mi voz, He esperado en tus palabras.
Antífona Benedictus: De la mano de todos los que nos odian, sálvanos, Señor.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: De la mano de todos los que nos odian, sálvanos, Señor.
Preces:
Dios nos
otorga el gozo de poder alabarlo en este comienzo del día, reavivando
con ello nuestra esperanza. Invoquémosle, pues, diciendo:
Escúchanos, Señor, por la gloria de tu nombre.
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, te damos gracias porque, por mediación de tu Hijo,
— nos has dado la sabiduría y la inmortalidad.
Concédenos un corazón humilde,
— para que seamos sumisos unos a otros con respeto cristiano.
Derrama tu Espíritu en nosotros, tus siervos,
— para que nuestra caridad fraterna no sea una farsa.
Tú que has dispuesto que el hombre dominara el mundo con su esfuerzo,
— haz que nuestro trabajo te glorifique y santifique a nuestros hermanos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Aumenta,
Señor, nuestra fe, para que la alabanza que sale de nuestros labios
vaya siempre acompañada de frutos de vida eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Atardece, anochece, el alma cesa
de agitarse en el mundo
como una mariposa sacudida.
La sombra fugitiva ya se esconde.
Un temblor vagabundo
en la penumbra deja su fatiga.
Y rezamos, muy juntos,
hacia dentro de un gozo sostenido,
Señor, por tu profundo
ser insomne que existe y nos cimienta.
Señor, gracias, que es tuyo
el universo aún; y cada hombre
hijo es aunque errabundo,
al final de la tarde, fatigado,
se marche hacia lo oscuro
de sí mismo; Señor, te damos gracias
por este ocaso último.
Por este rezo súbito.
Salmodia:
Antífona 1: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.
Salmo 136,
1-6.
Junto a los canales de Babilonia.
Este
destierro y esclavitud material
hay que tomarlo como símbolo
de la esclavitud espiritual. (S. Hilario)
Junto a los
canales de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.
Allí los que
nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión».
¡Cómo cantar
un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;
que se me
pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.
Antífona 2: Te doy gracias, Señor, delante de los ángeles.
Salmo 137.
Acción de gracias.
Los
reyes de la tierra llevarán
a la ciudad santa su esplendor.
(cf. Ap 21, 24)
Te doy
gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:
por tu
misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
Que te den
gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
El Señor es
sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino
entre peligros,
me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.
El Señor
completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Te doy gracias, Señor, delante de los ángeles.
Antífona 3: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
Cántico de
Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12.
Himno de los redimidos.
Eres digno,
Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de
tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el
Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
Lectura breve: Carta a los Colosenses 3, 16.
La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Responsorio breve:
V. Me saciarás de gozo En tu presencia, Señor.
R. Me saciarás de gozo En tu presencia, Señor.
V. De alegría perpetua a tu derecha.
R. En tu presencia, Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Me saciarás de gozo En tu presencia, Señor.
Antífona Magníficat: Haz con nosotros, Señor, obras grandes, porque eres poderoso, y tu nombre es santo.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Haz con nosotros, Señor, obras grandes, porque eres poderoso, y tu nombre es santo.
Preces:
Invoquemos a
Cristo, que da fuerza y poder a su pueblo, diciendo:
Señor, escúchanos.
Cristo, fortaleza nuestra, que nos has llamado a la luz de tu verdad,
— concede a todos tus fieles fidelidad y constancia.
Haz, Señor, que los que gobiernan el mundo lo hagan conforme a tu querer,
— y que sus decisiones vayan encaminadas a la consecución de la paz.
Tú que, con cinco panes saciaste a la multitud,
— enséñanos a socorrer con nuestros bienes a los hambrientos.
Que los que tienen en su mano los destinos de los pueblos no cuiden sólo del bienestar de su nación,
— sino que piensen también en los otros pueblos.
Cuando vengas aquel día, para que en tus santos se manifieste tu gloria,
— da a nuestros hermanos difuntos la resurrección y la vida feliz.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Puestos
en oración ante ti, Señor, imploramos tu clemencia y te pedimos que los
sentimientos de nuestro corazón concuerden siempre con las palabras de
nuestra boca. Por nuestro Señor Jesucristo.
MIÉRCOLES 4a SEMANA ORDINARIO.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.Antífona Invitatorio: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Himno:
Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.
Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!
Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Dios mío, mi corazón está firme. †
Salmo 107.
Alabanza al Señor y petición de auxilio.
Porque
Cristo se ha elevado
sobre el cielo, su gloria se anuncia
sobre toda la tierra. (Arnobio)
Dios mío, mi
corazón está firme,
† para ti cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora.
Te daré
gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre
el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en
su santuario:
«Triunfante, ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
mío es Galaad,
mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;
Moab, una
jofaina para lavarme;
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria».
Pero, ¿quién
me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos
contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Dios mío, mi corazón está firme.
Antífona 2: El Señor me ha vestido un traje de gala y de triunfo.
Cántico de
Isaías 61, 10 – 62, 5.
Alegría del profeta ante la nueva Jerusalén.
Vi
la ciudad santa, la nueva Jerusalén,
arreglada como una novia que
se adornapara su esposo. (Ap 21, 2)
Desbordo de
gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo
echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.
Por amor de
Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia,
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos
verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona
fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te
llamarán «Abandonada»,
ni a tu tierra «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita»,
y a tu tierra «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.
Como un joven
se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor me ha vestido un traje de gala y de triunfo.
Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.
Salmo 145.
Felicidad de los que esperan en Dios.
Alabemos
al Señor mientras vivimos,
es decir, con nuestras obras. (Arnobio)
Alaba, alma
mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en
los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a
quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene
su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor
liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor
guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina
eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.
Lectura breve: Deuteronomio 4, 39-40a.
Reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo.
Responsorio breve:
V. Bendigo al Señor En todo momento.
R. Bendigo al Señor En todo momento.
V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor En todo momento.
Antífona Benedictus: Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días.
Preces:
Cristo,
reflejo de la gloria del Padre, nos ilumina con su palabra; acudamos,
pues, a él, diciendo:
Rey de la gloria, escúchanos.
Bendito seas, Señor, que iniciaste y completas nuestra fe,
— porque nos llamaste a salir de la tiniebla y a entrar en tu luz maravillosa.
Tú que abriste los ojos de los ciegos y diste oído a los sordos
— ayuda también nuestra falta de fe.
Haz, Señor, que permanezcamos siempre en tu amor,
— y que este amor nos guarde fraternalmente unidos.
Ayúdanos para que resistamos en la tentación, aguantemos en la tribulación
— y te demos gracias en la prosperidad.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Recuerda,
Señor, tu santa alianza, consagrada con el nuevo sacramento de la
sangre del Cordero, para que tu pueblo obtenga el perdón de sus pecados
y un aumento constante de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Todo en estado de oración parece.
La santidad, que empapa todo el aire,
rebosa de los cielos como de ánfora,
y se filtra en las venas del deseo.
Todo sube en afán contemplativo,
como a través de transparencia angélica,
y lo más puro que hay en mí despierta,
sorbido por vorágine de altura.
Tiene alas la tarde, unción y llama.
Todo yo en la plegaria he naufragado;
se levantan mis manos como lámparas;
por el silencio, el corazón respira.
Se ha encendido el crepúsculo en mi frente,
y la lumbre de Dios transe mi carne.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Señor, tu saber me sobrepasa.
Salmo 138,
1-18. 23-24.
Dios está en todas partes y lo ve todo.
¿Quién
conoció la mente del Señor?
¿Quién fue su consejero? (Rm 11, 34)
I
Señor, tú me
sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado
la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
¿Adónde iré
lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta
el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo: «Que
al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Señor, tu saber me sobrepasa.
Antífona 2: Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.
II
Tú has creado
mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando en lo
oculto me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.
¡Qué
incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.
Señor,
sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.
Antífona 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.
Cf. Cántico
de Colosenses 1, 12-20.
Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de
entre los muertos.
Damos gracias
a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha
sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen
de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior
a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él
quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.
Lectura breve: 1a Carta de Juan 2, 3-6.
En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe caminar como él caminó.
Responsorio breve:
V. Guárdanos, Señor, Como a las niñas de tus ojos.
R. Guárdanos, Señor, Como a las niñas de tus ojos.
V. A la sombra de tus alas escóndenos.
R. Como a las niñas de tus ojos.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Guárdanos, Señor, Como a las niñas de tus ojos.
Antífona Magníficat: Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.
Preces:
Aclamemos,
alegres, al Padre, cuya bondad para con su pueblo es más grande que los
cielos, y digámosle:
Alégrense todos los que esperan en ti, Señor.
Acuérdate, Señor, que enviaste tu Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo;
— haz que su muerte gloriosa nos traiga la salvación.
Tú que hiciste a tus sacerdotes ministros de Cristo y dispensadores de tus misterios,
— concédeles un corazón leal, ciencia y caridad.
Haz que los que has llamado a la castidad perfecta por el reino de los cielos
— sigan con fidelidad a tu Hijo.
Tú que, en el principio, creaste hombre y mujer,
— guarda a todas las familias unidas en el verdadero amor.
Tú que enviaste a Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores,
— concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y, ya que a los hambrientos los colmas de
bienes celestiales, socorre nuestra indigencia con la abundancia de tus
riquezas. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.Antífona Invitatorio: Entrad en la presencia del Señor con vítores.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Entrad en la presencia del Señor con vítores.
Himno:
¡Nacidos de la luz!, ¡hijos del día!
Vamos hacia el Señor de la mañana;
su claridad disipa nuestras sombras
y llena el corazón de regocijo.
Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,
limpie la oscuridad de nuestros ojos
y nos revele, al fin, cuál es la herencia
que nos legó en el Hijo Primogénito.
¡Honor y gloria a Dios, Padre celeste,
por medio de su Hijo Jesucristo
y el don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos! Amén.
Salmodia:
Antífona 1: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Salmo 142,
1-11.
Lamentación y súplica ante la angustia.
El
hombre no se justifica por cumplir la ley,
sino por creer en Cristo Jesús. (Ga 2, 16)
Señor, escucha
mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me
persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los
tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en
seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana
hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del
enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.
Por tu nombre,
Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Antífona 2: El Señor hará derivar hacia Jerusalén, como un río, la paz.
Cántico de
Isaías 66, 10-14a.
Consuelo y gozo para la ciudad santa.
La
Jerusalén de arriba es libre;
ésa es nuestra madre. (Ga 4, 26)
Festejad a
Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus ubres abundantes.
Porque así
dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Llevarán en
brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se
alegrará vuestro corazón,
y vuestros huesos florecerán como un prado».
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: El Señor hará derivar hacia Jerusalén, como un río, la paz.
Antífona 3: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
Salmo 146.
Poder y bondad de Dios.
A
ti, oh Dios, te alabamos;
a ti, Señor, te reconocemos.
Alabad al
Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor
reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el
número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la
acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace
brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el
vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
Lectura breve: Carta a los Romanos 8, 18-21.
Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Responsorio breve:
V. Velando Medito en ti, Señor.
R. Velando Medito en ti, Señor.
V. Porque fuiste mi auxilio.
R. Medito en ti, Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Velando Medito en ti, Señor.
Antífona Benedictus: Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.
Preces:
Invoquemos a
Dios, de quien viene la salvación para su pueblo, diciendo:
Escúchanos, Señor.
Bendito seas Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, en tu gran misericordia, nos has hecho nacer de nuevo para una esperanza viva,
— por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Tú que en Cristo renovaste al hombre, creado a imagen tuya,
— haz que seamos imagen de tu Hijo.
Derrama en nuestros corazones, lastimados por el odio y la envidia,
— tu Espíritu de amor.
Concede hoy trabajo a quienes lo buscan, pan a los hambrientos, alegría a los tristes,
— a todos la gracia y la salvación.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Concédenos,
Señor, que nos sea siempre anunciada la salvación, para que, libres de
temor, arrancados de la mano de los enemigos te sirvamos fielmente con
santidad y justicia todos nuestros días. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.
Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.
Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo! Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio donde me pongo a salvo.
Salmo 143.
Oración por la victoria y la paz.
Su
brazo se adiestró en la pelea
cuando venció al mundo; dijo, en efecto:
«Yo he vencido al mundo». (S. Hilario)
I
Bendito el
Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;
mi bienhechor,
mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es
el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina
tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la
mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio donde me pongo a salvo.
Antífona 2: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
II
Dios mío, te
cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.
Defiéndeme de
la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Sean nuestros
hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.
Que nuestros
silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.
Dichoso el
pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Cántico de
Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a.
El juicio de Dios.
Gracias te
damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se
encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se
estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le
vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Lectura breve: Cf. Carta a los Colosenses 1, 23.
Permaneced cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado: el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo.
Responsorio breve:
V. El Señor es mi pastor, Nada me falta.
R. El Señor es mi pastor, Nada me falta.
V. En verdes praderas me hace recostar.
R. Nada me falta.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi pastor, Nada me falta.
Antífona Magníficat: A los hambrientos de justicia el Señor los sacia y colma de bienes.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: A los hambrientos de justicia el Señor los sacia y colma de bienes.
Preces:
Invoquemos a
Cristo, luz del mundo y alegría de todo ser viviente, y digámosle
confiados:
Concédenos, Señor, la salud y la paz.
Luz indeficiente y Palabra eterna del Padre, que has venido a salvar a todos los hombres,
— ilumina a los catecúmenos de la Iglesia con la luz de tu verdad.
No lleves cuenta de nuestros delitos, Señor,
— pues de ti procede el perdón.
Señor, que has querido que la inteligencia del hombre investigara los secretos de la naturaleza,
— haz que la ciencia y las artes contribuyan a tu gloria y al bienestar de todos los hombres.
Protege, Señor, a todos los que se han consagrado en el mundo al servicio de sus hermanos;
— que, con libertad de espíritu y sin desánimos, puedan realizar su ideal.
Señor, que abres y nadie cierra,
— lleva tu luz a los que han muerto con la esperanza de la resurrección.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Acoge
benigno, Señor, nuestra súplica vespertina y haz que, siguiendo las
huellas de tu Hijo, fructifiquemos con perseverancia en buenas obras.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.Antífona Invitatorio: El Señor es bueno, bendecid su nombre.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Himno:
Eres la luz y siembras claridades;
abres los anchos cielos, que sostiene
como columna el brazo de tu Padre.
Arrebatada en rojos torbellinos,
el alba apaga estrellas lejanísimas;
la tierra se estremece de rocío.
Mientras la noche cede y se disuelve,
la estrella matinal, signo de Cristo,
levanta el nuevo día y lo establece.
Eres la luz total, día del día,
el Uno en todo, el Trino todo en Uno:
¡Gloria a tu misteriosa teofanía! Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
Salmo 50.
Misericordia, Dios mío.
Renovaos
en la mente y en el espíritu
y vestíos de la nueva condición humana.
(Ef 4, 23-24)
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo
reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la
sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un
corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el
gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea
en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la
alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la
sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu
bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
Antífona 2: Alégrate, Jerusalén, porque en ti se reunirán todos los pueblos.
Cántico de
Tobías 13, 10-13. 15. 16cdef.
Acción de gracias por la liberación del pueblo.
Me
enseñó la ciudad santa, Jerusalén,
que traía la gloria de Dios. (Ap 1, 10. 11)
Que todos
alaben al Señor
y le den gracias en Jerusalén.
Jerusalén, ciudad santa,
él te castigó por las obras de tus hijos,
pero volverá a apiadarse del pueblo justo.
Da gracias al
Señor como es debido
y bendice al rey de los siglos,
para que su templo
sea reconstruido con júbilo,
para que él
alegre en ti
a todos los desterrados,
y ame en ti a todos los desgraciados,
por los siglos de los siglos.
Una luz
esplendente iluminará
a todas las regiones de la tierra.
Vendrán a ti de lejos muchos pueblos.
Y los habitantes del confín de la tierra
vendrán a visitar al Señor, tu Dios,
con ofrendas para el rey del cielo.
Generaciones
sin fin
cantarán vítores en tu recinto,
y el nombre de la elegida durará para siempre.
Saldrás
entonces con júbilo
al encuentro del pueblo justo,
porque todos se reunirán
para bendecir al Señor del mundo.
Dichosos los
que te aman,
dichosos los que te desean la paz.
Bendice, alma
mía, al Señor,
al rey soberano,
porque Jerusalén será reconstruida,
y allí su templo para siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Alégrate, Jerusalén, porque en ti se reunirán todos los pueblos.
Antífona 3: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
Salmo 147.
Acción de gracias por la restauración de Jerusalén.
Ven
acá, voy a mostrarte a la novia,
a la esposa del Cordero. (Ap 21, 9)
Glorifica al
Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su
mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
Hace caer el
hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su
palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
Lectura breve: Carta a los Gálatas 2, 19b-20.
Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
Responsorio breve:
V. Invoco al Dios Altísimo, Al Dios que hace tanto por mí.
R. Invoco al Dios Altísimo, Al Dios que hace tanto por mí.
V. Desde el cielo me enviará la salvación.
R. Al Dios que hace tanto por mí.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Invoco al Dios Altísimo, Al Dios que hace tanto por mí.
Antífona Benedictus: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto.
Preces:
Confiados en
Dios, que cuida con solicitud de todos los que ha creado y redimido con
la sangre de su Hijo, invoquémosle, diciendo:
Escucha, Señor, y ten piedad.
Dios misericordioso, asegura nuestros pasos en el camino de la verdadera santidad,
— y haz que busquemos siempre todo lo que es verdadero, justo y amable.
Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre,
— no rompas tu alianza, Señor.
Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde,
— porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Tú que has querido que participáramos en la misión profética de Cristo,
— haz que proclamemos ante el mundo tus hazañas.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Te
pedimos, Señor, tu gracia abundante, para que nos ayude a seguir el
camino de tus mandatos, y así gocemos de tu consuelo en esta vida y
alcancemos la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Aleluya.
Himno:
Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.
Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.
Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!
¡Que alabe al Señor la tierra!
Cantadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!». Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.
Salmo 144.
Himno a la grandeza de Dios.
Tú,
Señor, el que eras y eres,
eres justo. (Ap 16, 5)
I
Te ensalzaré,
Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día,
te bendeciré,
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el
Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos
la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.
El Señor es
clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus
criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
explicando tus
hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.
Antífona 2: Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.
II
El Señor es
fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de
todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es
justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los
deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi
boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.
Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Cántico de
Apocalipsis 15, 3-4.
Himno de adoración.
Grandes y
maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no
temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Lectura breve: Carta a los Romanos 8, 1-2.
No hay condena alguna para los que están en Cristo Jesús, pues la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Responsorio breve:
V. Cristo murió por los pecados, Para conducirnos a Dios.
R. Cristo murió por los pecados, Para conducirnos a Dios.
V. Como era hombre lo mataron;
pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
R. Para conducirnos a Dios.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Cristo murió por los pecados, Para conducirnos a Dios.
Antífona Magníficat: Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.
Cántico
Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Magníficat: Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.
Preces:
Invoquemos a
Cristo, en quien confían los que conocen su nombre, diciendo:
Señor, ten piedad.
Señor Jesucristo, consuelo de los humildes,
— dígnate sostener con tu gracia nuestra fragilidad, siempre inclinada al pecado.
Que los que por nuestra debilidad estamos inclinados al mal,
— por tu misericordia obtengamos el perdón.
Señor, a quien ofende el pecado y aplaca la penitencia,
— aparta de nosotros el azote de tu ira, merecido por nuestros pecados.
Tú que perdonaste a la mujer arrepentida y cargaste sobre los hombros la oveja descarriada,
— no apartes de nosotros tu misericordia.
Tú que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz,
— abre las puertas del cielo a todos los difuntos que en ti confiaron.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
omnipotente y eterno, que quisiste que tu Hijo sufriese por la
salvación de todos, haz que, inflamados en tu amor, sepamos ofrecernos
a ti como hostia viva. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza._______________________________
Para los sábados del Tiempo Ordinario en que no hay Solemnidades, Fiestas o memorias, puede celebrarse memoria de santa María en sábado con estas antífonas de Invitatorio y los demás elementos propios:
Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen.
O bien:
Antífona Invitatorio: Aclamemos al Señor en esta conmemoración de María Virgen.
_______________________________
Antífona Invitatorio: Escuchemos la voz del Señor, para que entremos en su descanso.
| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |
| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |
Antífona Invitatorio: Escuchemos la voz del Señor, para que entremos en su descanso.
Himno: (o bien algún himno de la Virgen María).
Bello es el rostro de la luz, abierto
sobre el silencio de la tierra; bello
hasta cansar mi corazón, Dios mío.
Un pájaro remueve la espesura
y luego, lento, en el azul se eleva,
y el canto lo sostiene y pacifica.
Así mi voluntad, así mis ojos
se levantan a ti; dame temprano
la potestad de comprender el día.
Despiértame, Señor, cada mañana,
hasta que aprenda a amanecer, Dios mío,
en la gran luz de la misericordia. Amén.
Salmodia:
Antífona 1: Es bueno tocar para tu nombre, oh Altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.
Salmo 91.
Alabanza del Dios Creador.
Este
salmo canta las maravillas
realizadas en Cristo. (S. Atanasio)
Es bueno dar
gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones,
Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque
germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
Porque tus
enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos despreciarán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo
crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez
seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Es bueno tocar para tu nombre, oh Altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.
Antífona 2: Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo.
Cántico de
Ezequiel 36, 24-28.
Dios renovará a su pueblo.
Ellos
serán su pueblo,
y Dios estará con ellos
y será su Dios. (Ap 21, 3)
Os recogeré de
entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré
sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Os infundiré
mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis
en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo.
Antífona 3: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado tu alabanza.
Salmo 8.
Majestad del Señor y dignidad del hombre.
Todo
lo puso bajo sus pies,
y lo dio a la Iglesia, como cabeza,
sobre todo. (Ef 1, 22)
Señor, dueño
nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu
majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando
contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste
poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de
ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.
Señor, dueño
nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado tu alabanza.
Si se hace memoria de SANTA MARÍA EN SÁBADO:
Lectura breve: 2a Carta de Pedro 3, 13-15a.
Nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia. Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables, y considerad que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación.
Responsorio breve:
V. Te aclamarán Mis labios, Señor.
R. Te aclamarán Mis labios, Señor.
V. Mi lengua recitará tu auxilio.
R. Mis labios, Señor.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Te aclamarán Mis labios, Señor.
Antífona Benedictus: Guía nuestros pasos, Señor, por el camino de la paz.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona Benedictus: Guía nuestros pasos, Señor, por el camino de la paz.
Preces:
Adoremos a
Dios, que por su Hijo ha dado vida y esperanza al mundo, y
supliquémosle, diciendo:
Escúchanos, Señor.
Señor, Padre de todos, que nos has hecho llegar al comienzo de este día,
— haz que toda nuestra vida, unida a la de Cristo, sea alabanza de tu gloria.
Que vivamos siempre arraigados en la fe, esperanza y caridad
— que tú mismo has infundido en nuestras almas.
Haz que nuestros ojos estén siempre levantados hacia ti,
— para que respondamos con presteza a tus llamadas.
Defiéndenos de los engaños y seducciones del mal,
— y preserva nuestros pasos de todo pecado.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oración:
Dios
omnipotente y eterno, luz resplandeciente y día sin ocaso, al volver a
comenzar un nuevo día te pedimos que nos visites con el esplendor de tu
luz y disipes así las tinieblas de nuestros pecados. Por nuestro Señor
Jesucristo.
SANTA MARÍA EN SÁBADO (Himnos):
Los sábados, que están dedicados a la Virgen María, pueden tomarse estos formularios propios de la Virgen María en lugar de los anteriores:
Himnos:
I
María, pureza en vuelo,
Virgen de vírgenes, danos
la gracia de ser humanos
sin olvidarnos del cielo.
Enséñanos a vivir,
ayúdenos tu oración,
danos en la tentación
la gracia de resistir.
Honor a la Trinidad
por esta limpia victoria,
y gloria por esta gloria
que alegra a la cristiandad. Amén.
II
Llena de rosas mi herida,
llena de estrellas mis ojos,
llena de paz mis abrojos,
llena de gracia mi vida
y, de esplendor revestida,
ven a mí en la última hora,
a cerrar, Consoladora,
mis ojos fijos en ti
y, vaciándome de mí,
lléname de ti, Señora. Amén.
III
Todos te deben servir,
Virgen y Madre de Dios,
que siempre ruegas por nos
y tú nos haces vivir.
Tanta fue tu perfección
y de tanto merecer,
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención.
El tesoro divinal
en tu vientre se encerró,
tan precioso, que libró
todo el linaje humanal.
Tú sellaste nuestra fe
con el sello de la cruz,
tú pariste nuestra luz,
Dios de ti nacido fue.
¡Oh clara virginidad,
fuente de toda virtud!
No ceses de dar salud
a toda la cristiandad. Amén.
SANTA MARÍA EN SÁBADO (A partir de Lectura breve):
Los sábados, que están dedicados a la Virgen María, pueden tomarse estos formularios propios de la Virgen María en lugar de los anteriores:
Lecturas breves:
Lectura breve: Carta a los Gálatas 4, 4-5.
Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial.
Responsorio breve:
V. Después del parto, Oh Virgen, has permanecido inviolada.
R. Después del parto, Oh Virgen, has permanecido inviolada.
V. Madre de Dios, intercede por nosotros.
R. Oh Virgen, has permanecido inviolada.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Después del parto, Oh Virgen, has permanecido inviolada.
O bien:
Lectura breve: Cf. Isaías 61, 10.
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación, y me ha envuelto con un manto de justicia, como novia que se adorna con sus joyas.
Responsorio breve:
V. El Señor la eligió Y la predestinó.
R. El Señor la eligió Y la predestinó.
V. La hizo morar en su templo santo.
R. Y la predestinó.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. El Señor la eligió Y la predestinó.
O bien:
Lectura breve: Apocalipsis 12, 1.
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
Responsorio breve:
V. Alégrate, María, llena de gracia, El Señor está contigo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, El Señor está contigo.
V. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
R. El Señor está contigo.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, El Señor está contigo.
Antífonas para el Cántico Benedictus se elige una de estas antífonas:
1. Celebremos con devoción el recuerdo de la bienaventurada Virgen María, para que interceda por nosotros ante nuestro Señor Jesucristo.
2. El Altísimo te ha bendecido, Virgen María, más que a todas las mujeres de la tierra.
3. Por ti, Virgen Inmaculada, hemos recobrado la vida que habíamos perdido, ya que diste a luz para el mundo al Salvador que habías recibido del cielo.
4. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. Aleluya.
5. No sé con qué alabanzas ensalzarte, oh santa e inmaculada virginidad de María, pues por ti hemos recibido a nuestro Redentor, Jesucristo, Señor nuestro.
6. Tú eres la gloria de Jerusalén; tú, la alegría de Israel; tú el orgullo de nuestra raza.
Cántico
Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros
enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del
Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro
Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces:
Preces 1:
Elevemos
nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y
digámosle:
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Oh Sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente,
— haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Verbo eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada,
— líbranos de la corrupción del pecado.
Salvador nuestro, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz,
— por su intercesión, concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Jesús, que, colgado en la cruz, diste María a Juan como madre,
— haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
O bien estas otras:
Preces 2:
Elevemos
nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y
digámosle:
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Salvador del mundo, que con la eficacia de tu redención, preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado,
— líbranos a nosotros de toda culpa.
Redentor nuestro, que hiciste de la Virgen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
— haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
Verbo eterno del Padre, que enseñaste a María a escoger la mejor parte,
— ayúdanos a imitarla y a buscar el alimento que perdura hasta la vida eterna.
Rey de reyes, que elevaste contigo al cielo en cuerpo y alma a tu Madre,
— haz que aspiremos siempre a los bienes del cielo.
Señor del cielo y de la tierra, que colocaste a tu derecha a María Reina,
— danos un día el gozo de tener parte en la gloria.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Se dice una de las oraciones siguientes:
Oración:
Te pedimos, Señor, que nosotros tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de santa María, siempre Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Perdona, Señor, los pecados de tus siervos y, ya que no podemos complacerte con nuestras obras, concédenos la salvación por intercesión de la Madre de tu Hijo, nuestro Señor. Él que vive y reina contigo.
O bien:
Dios de misericordia, concédenos, a cuantos recordamos a la santa Madre de Dios, fortaleza en nuestra debilidad, para que, con el auxilio de su intercesión, nos levantemos de nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Te rogamos, Señor, que venga en nuestra ayuda la intercesión poderosa de santa María, siempre Virgen, para que, libres de todo peligro, podamos gozar de tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Concédenos, Señor, a cuantos honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, por su intercesión, participar como ella de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Dios todopoderoso, concede a tus fieles, alegres bajo la protección de la santísima Virgen María, verse libres, por su intercesión, de los males de este mundo y alcanzar los gozos eternos del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Oh, Dios, que has elegido como Madre del Salvador a la bienaventurada Virgen María, excelsa entre los humildes y pobres, concédenos que, siguiendo su ejemplo, te ofrezcamos el obsequio de una fe sincera y pongamos en ti la esperanza de la plena salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Oh,
Dios, que te has dignado elegir para morada de tu Verbo el seno
virginal de santa María, concédenos, defendidos por su protección,
participar en su memoria llenos de alegría. Por nuestro Señor
Jesucristo.
INVITATORIO:
Salmo
94.
Venid, aclamemos al Señor.
Animaos
los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3, 13)
Se anuncia la antífona.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Se repite la antífona.
Porque el
Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Se repite la antífona.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Se repite la antífona.
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Se repite la antífona.
Durante
cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
También se pueden pronunciar éstos salmos, en lugar del Salmo 94.
Salmo
99.
Alegría de los que entran en el templo.
El
Señor manda que
los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)
Se anuncia la antífona.
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Se repite la antífona.
Sabed que el
Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Se repite la antífona.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
Se repite la antífona.
«El Señor es
bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo
66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.
Sabed
que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)
Se anuncia la antífona.
El Señor tenga
piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
Que canten de
alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Se repite la antífona.
Oh Dios, que
te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Se repite la antífona.
La tierra ha
dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.
Las
puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)
Se anuncia la antífona.
Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
Se repite la antífona.
— ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Se repite la antífona.
— El hombre de
manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Se repite la antífona.
— Éste es el
grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
Se repite la antífona.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
— ¿Quién es
ese
Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.
Se repite la antífona.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA LAUDES:
Lucas 1,
68-79
El Mesías y su Precursor.
Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
CÁNTICO EVANGÉLICO PARA VÍSPERAS:
— MAGNÍFICAT —
Lucas 1,
46-55
Alegría del alma en el Señor.
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
ANTÍFONAS
MAGNIFICAT y
BENEDICTUS
DOMINGOS del TIEMPO ORDINARIO:
Domingo 4o del Tiempo Ordinario
PRIMERAS VÍSPERAS:
Año A: Al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se le acercaron los discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles.
Año B: Se quedaron asombrados de la doctrina de Jesús, porque enseñaba con autoridad.
Año C: Todos se admiraban de las palabras que salían de la boca de Dios.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Señor,
Dios nuestro,
concédenos adorarte con toda el alma y amar a todos los hombres con
afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES
4o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Año B: Jesús Nazareno, el Santo de Dios, ha visitado y redimido a su pueblo.
Año C: Jesús, hablando en Nazaret, donde se había criado, dijo «Ningún profeta es bien mirado en su tierra».
Cántico evangélico Benedictus:
Oración:
Señor,
Dios nuestro,
concédenos adorarte con toda el alma y amar a todos los hombres con
afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
4o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados los Hijos de Dios.
Año B: La fama de Jesús se extendió por toda Galilea, y todos glorificaban a Dios.
Año C: Querían matar a Jesús, pero él se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Señor,
Dios nuestro,
concédenos adorarte con toda el alma y amar a todos los hombres con
afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo.
Domingo 8o del Tiempo Ordinario.
PRIMERAS VÍSPERAS:
Año A: Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Aleluya.
Año B: Nadie echa vino nuevo en odres viejos; a vino nuevo, odres nuevos.
Año C: Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Concédenos,
Señor, que
el mundo progrese según tu designio de paz para nosotros, y que tu
Iglesia se alegre en su confiada entrega. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES
8o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: No podéis servir a Dios y al dinero; Dios es el único Señor.
Año B: Cristo, Esposo y Señor de la Iglesia, quédate siempre con nosotros.
Año C: No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.
Cántico evangélico Benedictus:
Oración:
Concédenos,
Señor, que
el mundo progrese según tu designio de paz para nosotros, y que tu
Iglesia se alegre en su confiada entrega. Por nuestro Señor Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
8o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Dios Padre, que alimenta a los pájaros del cielo y hace crecer los lirios del campo, ¿no hará mucho más por vosotros, sus hijos?
Año B: En los días de tristeza, mientras el Esposo está lejos, no perdáis esperanza: Cristo volverá.
Año C: El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Concédenos,
Señor, que
el mundo progrese según tu designio de paz para nosotros, y que tu
Iglesia se alegre en su confiada entrega. Por nuestro Señor Jesucristo.
Domingo 12o del Tiempo Ordinario.
PRIMERAS VÍSPERAS:
Año A: Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre.
Año B: Se levantó un fuerte huracán, y Jesús estaba dormido. Los discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!».
Año C: El Señor preguntó: «Vosotros ¿quién decís que soy yo?». «El Mesías de Dios».
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Concédenos
tener
siempre, Señor, respeto y amor a tu santo nombre, porque jamás dejas de
dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por
nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES
12o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: «Lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea», dice el Señor.
Año B: El Señor se puso en pie, increpó al viento y al lago, y vino una gran calma.
Año C: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado, ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Cántico evangélico Benedictus:
Oración:
Concédenos
tener
siempre, Señor, respeto y amor a tu santo nombre, porque jamás dejas de
dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por
nuestro Señor Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
12o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar al alma.
Año B: Los discípulos se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».
Año C: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y se venga conmigo.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Concédenos
tener
siempre, Señor, respeto y amor a tu santo nombre, porque jamás dejas de
dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Domingo 16o del Tiempo Ordinario.
PRIMERAS VÍSPERAS:
Año A: Abriré mi boca, diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.
Año B: Jesús dice: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».
Año C: Entró Jesús en una aldea, y Marta lo recibió en su casa y lo servía.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Muéstrate
propicio con
tus siervos, Señor, y multiplica compasivo los dones de tu gracia sobre
ellos, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren
siempre, con observancia atenta, en tus mandatos. Por nuestro Señor
Jesucristo.
LAUDES
16o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.
Año B: Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Año C: Una hermana de Marta, llamada María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Cántico evangélico Benedictus:
Oración:
Muéstrate
propicio con
tus siervos, Señor, y multiplica compasivo los dones de tu gracia sobre
ellos, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren
siempre, con observancia atenta, en tus mandatos. Por nuestro Señor
Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
16o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Al fin del tiempo, el Hijo del hombre separará el trigo de la cizaña. Entonces los justos brillarán como el sol, en el reino de su Padre.
Año B: Jesús vio a una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor.
Año C: María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Muéstrate
propicio con
tus siervos, Señor, y multiplica compasivo los dones de tu gracia sobre
ellos, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren
siempre, con observancia atenta, en tus mandatos. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Domingo 20o del Tiempo Ordinario.
PRIMERAS VÍSPERAS:
Año A: Mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos; los traeré a mi casa y los alegraré.
Año B: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; seguid el camino de la prudencia.
Año C: El aspecto del cielo sabéis interpretarlo, ¿y los signos de los tiempos?
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Oh,
Dios, que has
preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde la ternura de
tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas
las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES
20o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Dios nos encerró a todos en la rebeldía, para tener misericordia de todos.
Año B: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Año C: Jesús quiso pasar por el bautismo y beber el cáliz de la pasión.
Cántico evangélico Benedictus:
Oración:
Oh,
Dios, que has
preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde la ternura de
tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas
las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo.
Por nuestro Señor Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
20o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.
Año B: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Aleluya.
Año C: He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Oh,
Dios, que has
preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde la ternura de
tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas
las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Domingo
24o del Tiempo Ordinario.
PRIMERAS VÍSPERAS:
Año A: Recuerda la alianza del Señor, y perdona el error.
Año B: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
Año C: Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Míranos,
oh, Dios,
creador y guía de todas las cosas, y concédenos servirte de todo
corazón, para que percibamos el fruto de tu misericordia. Por nuestro
Señor Jesucristo.
LAUDES
24o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: El Padre del cielo os perdonará, si cada cual perdona de corazón a su hermano.
Año B: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Año C: Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Aleluya.
Cántico evangélico Benedictus:
Oración:
Míranos,
oh, Dios,
creador y guía de todas las cosas, y concédenos servirte de todo
corazón, para que percibamos el fruto de tu misericordia. Por nuestro
Señor Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
24o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Jesús dijo a Pedro: «No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete».
Año B: «El que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará», dice el Señor.
Año C: Os digo que habrá alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Míranos,
oh, Dios,
creador y guía de todas las cosas, y concédenos servirte de todo
corazón, para que percibamos el fruto de tu misericordia. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Domingo 28o del Tiempo Ordinario.
PRIMERAS VÍSPERAS:
Año A: El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos un festín. Aleluya.
Año B: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!
Año C: ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? Levántate, vete: tu fe te ha salvado.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Te
pedimos, Señor, que
tu gracia nos preceda y acompañe, y nos sostenga continuamente en las
buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES
28o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Id a los cruces de los caminos y, a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.
Año B: Invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. Con ella me vinieron todos los bienes juntos y riquezas incontables.
Año C: Si perseveramos con Cristo, reinaremos con él; si somos infieles, él permanece fiel.
Cántico evangélico Benedictus:
Oración:
Te
pedimos, Señor, que tu gracia nos preceda y acompañe, y nos sostenga
continuamente en las buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
28o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete, mandó un criado a avisar a los convidados: «Venid, que ya está preparado». Aleluya.
Año B: Vosotros los que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, recibiréis cien veces más, y heredaréis la vida eterna.
Año C: Uno de los leprosos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos. Aleluya.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Te
pedimos, Señor, que tu gracia nos preceda y acompañe, y nos sostenga
continuamente en las buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
Domingo 32o del Tiempo Ordinario.
PRIMERAS VÍSPERAS:
Año A: Aunque el Esposo tarde, velad, porque no sabéis el día ni la hora.
Año B: La viuda echó para el Señor todo lo que tenía, y no le faltó lo necesario para vivir.
Año C: Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará para la vida.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Dios
de poder y
misericordia, aparta, propicio, de nosotros toda adversidad, para que,
bien dispuestos cuerpo y espíritu, podamos aspirar libremente a lo que
te pertenece. Por nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES
32o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: Resucitaremos para salir al encuentro del Señor, y así estaremos siempre con él.
Año B: Con la fuerza de Dios, somos los afligidos siempre alegres, los pobretones que enriquecen a muchos, los necesitados que todo lo poseen.
Año C: Los que sean juzgados dignos de la vida futura son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Cántico evangélico Benedictus:
Oración:
Dios
de poder y
misericordia, aparta, propicio, de nosotros toda adversidad, para que,
bien dispuestos cuerpo y espíritu, podamos aspirar libremente a lo que
te pertenece. Por nuestro Señor Jesucristo.
SEGUNDAS
VÍSPERAS
32o DOMINGO TIEMPO ORDINARIO:
Año A: A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el Esposo, salid a recibirlo!».
Año B: Aquella pobre viuda echó más que nadie, pues echó todo lo que tenía para vivir.
Año C: Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos. Aleluya.
Cántico evangélico Magníficat:
Oración:
Dios
de poder y
misericordia, aparta, propicio, de nosotros toda adversidad, para que,
bien dispuestos cuerpo y espíritu, podamos aspirar libremente a lo que
te pertenece. Por nuestro Señor Jesucristo.