3ª SEMANA CUARESMA

3a SEMANA CUARESMA.

Lecturas: según la Biblia
de la Conferencia Episcopal Española.
Oraciones: según el Nuevo Misal español.

DOMINGO 3o

1a Vísperas

Laudes

2a Vísperas

LUNES 3o

Laudes | Vísperas

MARTES 3o

Laudes | Vísperas

MIÉRCOLES 3o

Laudes | Vísperas

JUEVES 3o

Laudes | Vísperas

VIERNES 3o

Laudes | Vísperas

SÁBADO 3o

Laudes




DOMINGO 3a SEMANA DE CUARESMA.

PRIMERAS VÍSPERAS.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: «Convertíos y creed en el evangelio», dice el Señor.

Salmo 112.
Alabado sea el nombre del Señor.

Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes. (Lc 1, 52)

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: «Convertíos y creed en el evangelio», dice el Señor.

Antífona 2: Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.

Salmo 115.
Acción de gracias en el templo.

Por medio de Jesús ofrezcamos
continuamente a Dios un sacrificio
de alabanza. (Hb 13, 15)

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos».

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.

Antífona 3: Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente y tengo poder para recuperarla.

Cántico de Filipenses 2, 6-11.
Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente y tengo poder para recuperarla.

Lectura breve: 2a Carta a los Corintios 6, 1-4a.

Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Nunca damos a nadie motivo de escándalo, para no poner en ridículo nuestro ministerio; antes bien, nos acreditamos en todo como ministros de Dios.

Responsorio breve:

V. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.

R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

Antífona del Magníficat:

Año A: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

O bien en el Año A: Dice el Señor: «El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed».

Año B: Cantemos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados, un Mesías que es fuerza de Dios.

O bien en el Año B: Dijo Jesús: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».

Año C: Todo lo que, en otro tiempo, sucedía a nuestros padres era como un ejemplo para nosotros.

O bien en el Año C: Os digo que, si no os convertis, todos pereceréis lo mismo.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona del Magníficat:

Año A: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

O bien en el Año A: Dice el Señor: «El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed»

Año B: Cantemos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados, un Mesías que es fuerza de Dios.

O bien en el Año B: Dijo Jesús: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».

Año C: Todo lo que, en otro tiempo, sucedía a nuestros padres era como un ejemplo para nosotros.


Preces:

Glorifiquemos a Cristo, el Señor, que ha querido ser nuestro maestro, nuestro ejemplo y nuestro hermano, y supliquémosle diciendo:
Renueva Señor, a tu pueblo.

Cristo, hecho en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, haz que nos alegremos con los que se alegran y sepamos llorar con los que están tristes,

para que nuestro amor crezca y sea verdadero.

Concédenos saciar tu hambre en los hambrientos

y tu sed en los sedientos.

Tú que resucitaste a Lázaro de la muerte,

haz que, por la fe y la penitencia, los pecadores vuelvan a la vida cristiana.

Haz que todos, según el ejemplo de la Virgen María y de los santos,

sigan con más diligencia y perfección tus enseñanzas.

Concédenos, Señor, que nuestros hermanos difuntos sean admitidos a la gloria de la resurrección

y gocen eternamente de tu amor.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, autor de toda misericordia y bondad, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor el reconocimiento de nuestra pequeñez y levanta con tu misericordia a los que nos sentimos abatidos por nuestra conciencia. Por nuestro Señor Jesucristo.


LAUDES DOMINGO
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Tus mandatos, Señor, son fieles y seguros, más que la voz de aguas caudalosas.

Salmo 92.
Gloria al Dios creador.

Reina el Señor, nuestro Dios,
dueño de todo, alegrémonos y gocemos
y démosle gracias. (Ap 19, 6. 7)

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.

Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.

Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;

pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Tus mandatos, Señor, son fieles y seguros, más que la voz de aguas caudalosas.

Antífona 2: Manantiales, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

Cántico de Daniel 3, 57-88. 56.
Toda la creación alabe al Señor.

Alabad al Señor, sus
siervos todos. (Ap 19, 5)

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor,
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor,
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor,
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor,
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor,
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor,
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor,
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor,
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor,
cuanto germina en la tierra bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor,
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor,
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor,
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor,
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor,
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

(No se dice Gloria al Padre).

Antífona 2: Manantiales, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

Antífona 3: Reyes y pueblos del orbe, alabad al Señor.

Salmo 148.
Alabanza del Dios creador.

Al que se sienta en el trono y al Cordero
la alabanza, el honor, la gloria y el poder
por los siglos de los siglos. (Ap 5, 13)

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.

Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos.

Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.

Alabadlo, espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo.

Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.

Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.

Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar,

rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes,

montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros,

fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,

los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños,

alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.

Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Reyes y pueblos del orbe, alabad al Señor.

Lectura breve: Cf. Nehemías 8, 9a. 10.

Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis; pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!

Responsorio breve:

V. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.

R. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.

V. Tú que fuiste triturado por nuestros crímenes.

R. Ten piedad de nosotros.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.

Antífona Benedictus:

Año A: Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.

O bien en el Año A: Se acerca la hora, ya está aquí, enque los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.

Año B: «Destruid este templo —dice el Señor—, y en tres días lo levantaré». Él hablaba del templo de su cuerpo.

Año C: El Señor Dios de vuestros padres me envía a vosotros.

O bien en el Año C: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus:

Año A: Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.

O bien en el Año A: Se acerca la hora, ya está aquí, enque los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.

Año B: «Destruid este templo —dice el Señor—, y en tres días lo levantaré». Él hablaba del templo de su cuerpo.

Año C: El Señor Dios de vuestros padres me envía a vosotros.

O bien en el Año C: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Preces:

Acudamos a nuestro Redentor, que nos concede estos días de perdón, y, bendiciéndole, digamos:
Infúndenos, Señor, un Espíritu nuevo.

Cristo, vida nuestra, tú que por el Bautismo nos has sepultado místicamente contigo en la muerte, para que contigo también resucitemos,

concédenos caminar hoy en una vida nueva.

Señor Jesús, tú que pasaste por el mundo haciendo el bien,

haz que también nosotros seamos solícitos del bien de todos los hombres.

Ayúdanos, Señor, a trabajar concordes en la edificación de nuestra ciudad terrena,

sin olvidar nunca tu reino eterno.

Tú, Señor, que eres médico de los cuerpos y de las almas,

sana las dolencias de nuestro espíritu, para que crezcamos cada día en santidad.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, autor de toda misericordia y bondad, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor el reconocimiento de nuestra pequeñez y levanta con tu misericordia a los que nos sentimos abatidos por nuestra conciencia. Por nuestro Señor Jesucristo.


SEGUNDAS VÍSPERAS
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Señor, Dios todopoderoso, líbranos por la gloria de tu nombre y concédenos un espíritu de conversión.

Salmo 109, 1-5. 7.
El Mesías, Rey y Sacerdote.

Cristo tiene que reinar hasta que
Dios haga de sus enemigos
estrado de sus pies. (1 Cor 15, 25)

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío
antes de la aurora».

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Señor, Dios todopoderoso, líbranos por la gloria de tu nombre y concédenos un espíritu de conversión.

Antífona 2: Nos rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha.

Salmo 110.
Grandes son las obras del Señor.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente. (Ap 15, 3)

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza.
Su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Nos rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha.

Antífona 3: Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores.

Cántico Cf. 1a Pedro 2, 21b-24.
La pasión voluntaria de Cristo, el siervo de Dios.

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

Él no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca.
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores.

Lectura breve: 1a Carta a los Corintios 9, 24-25.

¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio? Pues corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.

Responsorio breve:

V. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.

R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

Antífona del Magníficat:

Año A: Dice el Señor: «El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed».

O bien en el Año A: Creyeron muchos más, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».

Año B: «La casa de mi Padre es casa de oración», dice el Señor.

O bien en el Año B: Mientras Jesús estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombe, viendo los signos que hacía.

Año C: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

O bien en el Año C: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor, a ver si da fruto.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona del Magníficat:

Año A: Dice el Señor: «El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed».

O bien en el Año A: Creyeron muchos más, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».

Año B: «La casa de mi Padre es casa de oración», dice el Señor.

O bien en el Año B: Mientras Jesús estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombe, viendo los signos que hacía.

Año C: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

O bien en el Año C: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor, a ver si da fruto.

Preces:

Demos gloria y alabanza a Dios Padre que, por medio de su Hijo, Palabra encarnada, nos hace renacer de un germen incorruptible y eterno, y supliquémosle diciendo:
Señor, ten piedad de tu pueblo.

Escucha, Dios de misericordia, la oración que te presentamos a favor de tu pueblo

y concede a tus fieles desear tu palabra más que el alimento del cuerpo.

Enséñanos a amar de verdad y sin discriminación a nuestros hermanos y a los hombres de todas las razas,

y a trabajar por su bien y la concordia mutua.

Pon tus ojos en los catecúmenos que se preparan para el bautismo

y haz de ellos piedras vivas y templo espiritual en tu honor.

Tú que, por la predicación de Jonás, exhortaste a los ninivitas a la penitencia,

haz que tu palabra llame a los pecadores a la conversión.

Haz que los moribundos esperen confiadamente el encuentro con Cristo, su juez.

y gocen eternamente de tu presencia.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, autor de toda misericordia y bondad, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor el reconocimiento de nuestra pequeñez y levanta con tu misericordia a los que nos sentimos abatidos por nuestra conciencia. Por nuestro Señor Jesucristo.


LUNES 3a SEMANA CUARESMA.

LAUDES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Salmo 83.
Añoranza del templo.

Aquí no tenemos ciudad permanente,
sino que andamos en busca
de la futura. (Hb 13, 14)

¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:

Cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Antífona 2: Venid, subamos al monte del Señor.

Cántico de Isaías 2, 2-5.
El monte de la casa del Señor en la cima de los montes.

Vendrán todas las naciones y se postrarán
en tu acatamiento. (Ap 15, 4)

Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.

Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob;

él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley,
de Jerusalén, la palabra del Señor».

Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Venid, subamos al monte del Señor.

Antífona 3: Cantad al Señor, bendecid su nombre.

Salmo 95.
El Señor, rey y juez del mundo.

Cantaban un cántico nuevo delante del trono,
en presencia del Cordero. (cf. Ap 14, 3)

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente».

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Cantad al Señor, bendecid su nombre.

Lectura breve: Éxodo 19, 4-6a.

Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.

Preces:

Bendigamos a Jesús, nuestro Salvador, que por su muerte nos ha abierto el camino de la salvación y digámosle, confiados:
Guíanos por tus senderos, Señor.

Señor de misericordia, que en el bautismo nos diste una vida nueva,

te pedimos que nos hagas cada día más conformes a ti.

Enséñanos, Señor, a ser hoy alegría para los que sufren,

y haz que sepamos servirte en cada uno de los necesitados.

Que procuremos, Señor, hacer lo bueno, lo recto y lo verdadero ante ti,

y que busquemos tu rostro con sinceridad de corazón.

Perdona, Señor, las faltas que hemos cometido contra la unidad de tu familia,

y haz que tengamos un solo corazón y un solo espíritu.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua y, pues sin tu ayuda no puede mantenerse incólume, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS LUNES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Salmo 122.
El Señor, esperanza del pueblo.

Dos ciegos… se pusieron a gritar:
«¡Ten compasión de nosotros, Señor,
Hijo de David!». (Mt 20, 30)

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 123.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Dijo el Señor a Pablo: «No temas,
que yo estoy contigo». (Hch 18, 9. 10)

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
—que lo diga Israel—,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió,
y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

Cántico de Efesios 1, 3-10.
El Dios Salvador.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

Lectura breve: Carta a los Romanos 12, 1-2.

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; éste es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Preces:

Invoquemos al Señor Jesús, que nos ha salvado a nosotros, su pueblo, librándonos de nuestros pecados, y digámosle, humildemente:
Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros.

Te pedimos, Señor Jesús, por tu Iglesia santa, por la que te entregaste para consagrarla con el baño del agua y con la palabra:

purifícala y renuévala por la penitencia.

Maestro bueno, haz que los jóvenes descubran el camino que les preparas

y respondan siempre con generosidad a tus llamadas.

Tú que te compadeciste de los enfermos que acudían a ti, levanta la esperanza de nuestros enfermos

y haz que imitemos tu gesto generoso y estemos siempre atentos al bien de los que sufren.

Haz, Señor, que recordemos siempre nuestra condición de hijos tuyos recibida en el bautismo,

y vivamos siempre para ti.

Da tu paz y premio eterno a los difuntos

y reúnenos un día con ellos en tu reino.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua y, pues sin tu ayuda no puede mantenerse incólume, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por nuestro Señor Jesucristo.


MARTES 3a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo.

Salmo 84.
Nuestra salvación está cerca.

Dios bendijo nuestra tierra cuando
le envió el Salvador. (Orígenes)

Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.

Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?

¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos,
y a los que se convierten de corazón».

La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan.

La fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo.

Antífona 2: Mi alma te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.

Cántico de Isaías 26, 1-4. 7-9. 12.
Himno después de la victoria sobre el enemigo.

La muralla de la ciudad tenía
doce basamentos. (cf. Ap 21, 14)

Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.

Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.

Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.

La senda del justo es recta.
Tú allanas el sendero del justo;
en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos,
ansiando tu nombre y tu recuerdo.

Mi alma te ansía de noche,
mi espíritu en mi interior madruga por ti,
porque tus juicios son luz de la tierra,
y aprenden justicia los habitantes del orbe.

Señor, tú nos darás la paz,
porque todas nuestras empresas
nos las realizas tú.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Mi alma te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.

Antífona 3: Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros.

Salmo 66.
Que todos los pueblos te alaben Señor.

Sabed que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros.

Lectura breve: Joel 2, 12-13.

Convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: No te digo, Pedro, que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: No te digo, Pedro, que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Preces:

Bendigamos a Cristo, pan vivo bajado del cielo, y digámosle:
Cristo, pan de las almas y salvación de los hombres,
fortalece nuestra debilidad.

Señor, sacia nuestra hambre en el banquete de la eucaristía

y haz que participemos plenamente de los bienes de tu sacrificio pascual.

Concédenos, Maestro bueno, escuchar tu palabra con corazón noble

y haz que perseveremos hasta dar fruto.

Que con nuestro trabajo, Señor, cooperemos contigo para mejorar el mundo,

para que así, por la acción de tu Iglesia, crezca en él la paz.

Reconocemos, Señor, que hemos pecado;

perdona nuestras faltas por tu gran misericordia.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Señor, que tu gracia no nos abandone, para que, entregados plenamente a tu servicio, sintamos sobre nosotros tu protección continua. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS MARTES
3a SEMANA DE CUARESMA
.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: El Señor rodea a su pueblo.

Salmo 124.
El Señor vela por su pueblo.

Paz sobre el Israel de Dios. (Ga 6, 16)

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: El Señor rodea a su pueblo.

Antífona 2: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Salmo 130.
Abandono confiado en los brazos del Señor.

Aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón. (Mt 11, 29)

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Cántico de Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12.
Himno de los redimidos.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Lectura breve: Carta de Santiago 2, 14. 17. 18b.

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? La fe, si no tiene obras, está muerta por dentro. Muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

Preces:

A Cristo, el Señor, que nos mandó velar y orar a fin de no sucumbir en la tentación, digámosle confiadamente:
Oh Señor, escucha y ten piedad.

Señor, tú que prometiste estar presente cuando tus discípulos se reúnen en tu nombre para orar,

haz que oremos siempre unidos a ti en el Espíritu Santo,
a fin de que tu reino llegue a todos los hombres.

Purifica de todo pecado a la Iglesia penitente,

y haz que viva siempre en la esperanza y el gozo del Espíritu Santo.

Amigo del hombre, haz que estemos siempre atentos, como tú nos mandaste, al bien del prójimo,

para que la luz de tu amor brille a través de nosotros ante todos los hombres.

Rey pacífico, concede que tu paz reine en el mundo,

y que nosotros trabajemos sin cesar para conseguirla.

Tú que has muerto para que nosotros tengamos vida,

da la vida eterna a los que han muerto.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Señor, que tu gracia no nos abandone, para que, entregados plenamente a tu servicio, sintamos sobre nosotros tu protección continua. Por nuestro Señor Jesucristo.


MIÉRCOLES 3a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.

Salmo 85.
Oración de un pobre ante las adversidades.

Bendito sea Dios, que nos alienta
en nuestras luchas. (2 Co 1, 3. 4)

Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia
con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios».

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.

Antífona 2: Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.

Cántico de Isaías 33, 13-16.
Dios juzgará con justicia.

La promesa vale para vosotros
y para vuestros hijos y para todos
los que están lejos. (Hch 2, 39)

Los lejanos, escuchad lo que he hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.

Temen en Sión los pecadores,
y un temblor agarra a los perversos:
«¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?».

El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión,
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.

Antífona 3: Aclamad al Rey y Señor.

Salmo 97.
El Señor, juez vencedor.

Este salmo canta la primera venida del Señor
y la conversión de las naciones. (S. Atanasio)

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.

Tañed la cítara para el Señor
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Aclamad al Rey y Señor.

Lectura breve: Deuteronomio 7, 6. 8-9.

El Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: «No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud», dice el Señor.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: «No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud», dice el Señor.

Preces:

Bendigamos al Autor de nuestra salvación, que ha querido renovar en sí mismo todas las cosas, y digámosle:
Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.

Señor, tú que nos has prometido un cielo nuevo y una tierra nueva, renuévanos sin cesar por tu Espíritu Santo,

para que lleguemos a gozar eternamente de ti en la nueva Jerusalén.

Que trabajemos, Señor, para que el mundo se impregne de tu Espíritu,

y se logre así más eficazmente la justicia, el amor, y la paz universal.

Enséñanos, Señor, a corregir nuestra pereza y nuestra desidia

y a poner nuestro corazón en los bienes eternos.

Líbranos del mal

y presérvanos de la fascinación de la vanidad que oscurece la mente y oculta el bien.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Señor, instruidos por las prácticas cuaresmales y alimentados con tu palabra, concédenos que te sirvamos fielmente con una santa austeridad de vida y perseveremos unidos en la plegaria. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS MIÉRCOLES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

Salmo 125.
Dios, alegría y esperanza.

Si sois compañeros en el sufrir, también
lo sois en el buen ánimo. (2 Co 1, 7)

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

Antífona 2: Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Salmo 126.
El esfuerzo humano es inútil sin Dios.

Sois edificio de Dios.
(1 Co 3, 9)

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en manos de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Antífona 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

Cf. Cántico de Colosenses 1, 12-20.
Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los muertos.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

Lectura breve: Carta a los Filipenses 2, 12b-15a.

Trabajad por vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor. Cualquier cosa que hagáis sea sin protestas ni discusiones, así seréis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: Quien cumpla y enseñe los preceptos del Señor será grande en el reino de los cielos.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: Quien cumpla y enseñe los preceptos del Señor será grande en el reino de los cielos.

Preces:

Alabemos a Dios todopoderoso y providente, que conoce todas nuestras necesidades, pero quiere ante todo que busquemos su reino; supliquémosle, pues, diciendo:
Venga a nosotros, Señor, tu Reino y su justicia.

Padre santo, que nos diste a Cristo como pastor de nuestras vidas, ayuda a los pastores y a los pueblos a ellos confiados, para que no falte nunca al rebaño la solicitud de sus pastores

ni falte a los pastores la obediencia de su rebaño.

Mueve a los cristianos para que, con amor fraternal, se interesen por los enfermos

y socorran en ellos a tu Hijo.

Haz que entren a formar parte de tu Iglesia los que aún no creen en el Evangelio,

y que, con sus buenas obras, la hagan crecer en el amor.

A nosotros, pecadores, concédenos tu perdón

y la reconciliación con tu Iglesia.

A los que murieron, concédeles resucitar a la vida eterna

y morar eternamente contigo.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Señor, instruidos por las prácticas cuaresmales y alimentados con tu palabra, concédenos que te sirvamos fielmente con una santa austeridad de vida y perseveremos unidos en la plegaria. Por nuestro Señor Jesucristo.


JUEVES 3a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!

Salmo 86.
Himno a Jerusalén, madre de todos los pueblos.

La Jerusalén de arriba es libre;
ésa es nuestra madre. (Ga 4, 26)

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.

¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí».

Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado».

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí».
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!

Antífona 2: El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.

Cántico de Isaías 40, 10-17.
El buen pastor es el Dios altísimo y sapientísimo.

Mira, llego en seguida y traigo
conmigo mi salario. (Ap 22, 12)

Mirad, el Señor Dios llega con poder,
y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario,
y su recompensa lo precede.

Como un pastor que apacienta el rebaño,
su brazo lo reúne,
toma en brazos los corderos
y hace recostar a las madres.

¿Quién ha medido a puñados el mar
o mensurado a palmos el cielo,
o a cuartillos el polvo de la tierra?

¿Quién ha pesado en la balanza los montes
y en la báscula las colinas?
¿Quién ha medido el aliento del Señor?
¿Quién le ha sugerido su proyecto?

¿Con quién se aconsejó para entenderlo,
para que le enseñara el camino exacto,
para que le enseñara el saber
y le sugiriese el método inteligente?

Mirad, las naciones son gotas de un cubo
y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano,
el Líbano no basta para leña,
sus fieras no bastan para el holocausto.

En su presencia, las naciones todas
como si no existieran,
valen para él nada y vacío.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.

Antífona 3: Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies.

Salmo 98.
Santo es el Señor, nuestro Dios.

Tú, Señor, que estás sentado sobre querubines,
restauraste el mundo caído, cuando te hiciste
semejante a nosotros. (S. Atanasio)

El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.

El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.

Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.

Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.

Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón,
y un Dios vengador de sus maldades.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante su monte santo:
¡Santo es el Señor, nuestro Dios!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies.

Lectura breve: Cf. 1o Reyes 8, 51a. 52-53a.

Nosotros somos, Señor, tu pueblo y tu heredad. Estén abiertos tus ojos a la súplica de tu siervo, a la súplica de tu pueblo Israel, para escucharlos en cuanto te imploren. Porque tú, Señor Dios, los apartaste para ti, en herencia, entre todos los pueblos de la tierra.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.

Preces:

Glorifiquemos a Cristo, nuestro Señor, que resplandece como luz del mundo para que no caminemos en tinieblas, sino que tengamos la luz de la vida, y digámosle:
Que tu palabra, Señor, sea luz para nuestros pasos.

Cristo, amigo de los hombres, haz que sepamos progresar hoy en tu imitación,

para que lo que perdimos por culpa del primer Adán, lo recuperemos en ti, nuestro segundo Adán.

Que tu palabra sea siempre luz en nuestro sendero,

para que, realizando siempre la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en ti.

Enséñanos, Señor, a trabajar por el bien de todos los hombres,

para que así la Iglesia ilumine a toda la sociedad humana.

Que, por nuestra sincera conversión, crezcamos en tu amistad

y expiemos las faltas cometidas contra tu bondad y tu sabiduría.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Invocamos humildemente, Señor, tu grandeza para que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el Misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS JUEVES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

Salmo 131.
Promesas a la casa de David.

El Señor Dios le dará el trono
de David, su padre. (Lc, 1, 32)

I

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el fuerte de Jacob».

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

Antífona 2: El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

II

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono».

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Cántico de Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a.
El juicio de Dios.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos lo vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron;
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Lectura breve: Carta de Santiago 4, 7-8. 10.

Sed humildes ante Dios, pero resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Lavaos las manos, pecadores; purificad el corazón, los inconstantes. Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: Una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero Jesús repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: Una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero Jesús repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Preces:

Oremos a Cristo, el Señor, que nos dio el mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros, y digámosle:
Acrecienta, Señor, la caridad de tu Iglesia.

Maestro bueno, enséñanos a amarte en nuestros hermanos

y a servirte en cada uno de ellos.

Tú que en la cruz pediste al Padre el perdón para tus verdugos,

concédenos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen.

Señor, que la participación en el misterio de tu Cuerpo y de tu Sangre acreciente en nosotros el amor, la fortaleza y la confianza,

y dé vigor a los débiles, consuelo a los tristes, esperanza a los agonizantes.

Señor, luz del mundo, que, por el agua, concediste al ciego de nacimiento que pudiera ver la luz,

ilumina a nuestros catecúmenos por el sacramento del agua y de la palabra.

Concede la plenitud de tu amor a los difuntos

y haz que un día nos contemos entre tus elegidos.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Invocamos humildemente, Señor, tu grandeza para que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el Misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo.



VIERNES 3a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí.

Salmo 50.
Misericordia, Dios mío.

Renovaos en la mente y en el espíritu
y vestíos de la nueva condición humana.
(Ef 4, 23-24)

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí.

Antífona 2: Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.

Cántico de Jeremías 14, 17-21.
Lamentación del pueblo en tiempo de hambre y guerra.

Está cerca el reino de Dios: convertíos
y creed en el Evangelio. (Mc 1, 15)

Mis ojos se deshacen en lágrimas,
día y noche no cesan:
por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.

Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.

¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿Tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.

Señor, reconocemos nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.

No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.

Antífona 3: El Señor es Dios, y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.

El Señor manda que los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: El Señor es Dios, y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Lectura breve: Isaías 53, 11b-12.

Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Jesús le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón».

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Jesús le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón».

Preces:

Demos gracias a Cristo, el Señor, que al morir en la cruz nos dio la vida, y digámosle con fe:
Tú que has muerto por nosotros, escúchanos, Señor.

Maestro y Salvador nuestro, que nos revelaste con tu palabra el designio de Dios y nos renovaste con tu gloriosa pasión,

aleja de nuestra vida toda maldad.

Que sepamos, Señor, abstenernos hoy de los manjares del cuerpo,

para ayudar con nuestra abstinencia a los hambrientos y necesitados.

Que vivamos santamente este día de penitencia cuaresmal

y lo consagremos a tu servicio, mediante obras de misericordia.

Sana, Señor, nuestras voluntades rebeldes

y llénanos de tu gracia y de tus dones.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Infunde bondadosamente, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que sepamos apartarnos de los errores humanos y secundar las inspiraciones que, por tu generosidad, nos vienen del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS VIERNES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

Salmo 134.
Himno a Dios, realizador de maravillas.

Vosotros sois… un pueblo adquirido por Dios
para proclamar las hazañas del que os llamó
a salir de la tiniebla y a entrar
en su luz maravillosa. (1 Pe 2, 9)

I

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios,
—en medio de ti, Egipto—,
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán;
a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

Antífona 2: Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

II

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor;
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Cántico de Apocalipsis 15, 3-4.
Himno de adoración.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Lectura breve: Carta de Santiago 5, 16. 19-20.

Confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo. Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo convierte, sepa que quien convierte a un pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: Amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: Amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

Preces:

Oremos a Jesús, el Señor, que santificó por su propia sangre al pueblo, y digámosle:
Compadécete, Señor, de tu pueblo.

Redentor nuestro, por tu pasión, concede a tus fieles la fuerza necesaria para mortificar sus cuerpos, ayúdalos en su lucha contra el mal y fortalece su esperanza,

para que se dispongan a celebrar santamente tu resurrección.

Haz que los cristianos cumplan con su misión profética, anunciando al mundo tu evangelio

y dando testimonio de él por su fe, esperanza y caridad.

Conforta, Señor, a los que están tristes,

y danos a nosotros el deseo de consolar a nuestros hermanos.

Haz que tus fieles aprendan a participar de tu pasión con sus propios sufrimientos,

para que sus vidas manifiesten tu salvación a los hombres.

Tú que eres el autor de la vida, acuérdate de los difuntos

y dales parte en tu gloriosa resurrección.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Infunde bondadosamente, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que sepamos apartarnos de los errores humanos y secundar las inspiraciones que, por tu generosidad, nos vienen del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.


SÁBADO 3a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES
3a SEMANA DE CUARESMA.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.

Salmo 118, 145-152.
XIX (Qof).

Te invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.

Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.

Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.

Antífona 2: Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.

Cántico de Sabiduría 9, 1-6. 9-11.
Dame, Señor, la sabiduría.

Os daré palabras y sabiduría
a las que no podrá hacer frente…
ningún adversario vuestro. (Lc 21, 15)

Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus criaturas,
y para regir el mundo con santidad y justicia,
y para administrar justicia con rectitud de corazón.

Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

Pues, aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.

Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.

Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala,
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.

Antífona 3: La fidelidad del Señor dura por siempre.

Salmo 116.
Invitación universal a la alabanza divina.

Los gentiles alaban a Dios
por su misericordia. (cf. Rm 15, 9)

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: La fidelidad del Señor dura por siempre.

Lectura breve: Isaías 1, 16-18.

«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda. Venid entonces, y discutiremos —dice el Señor—. Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana».

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: El publicano se quedó atrás, y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: El publicano se quedó atrás, y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».

Preces:

Glorifiquemos a Cristo, que, para hacer de nosotros criaturas nuevas, ha instituido el baño del bautismo y nos alimenta con su palabra y su cuerpo, y supliquémosle, diciendo:
Renuévanos con tu gracia, Señor.

Señor Jesús, tú que eres manso y humilde de corazón, danos entrañas de misericordia, bondad y humildad,

y haz que tengamos paciencia con todos.

Que sepamos ayudar a los necesitados y consolar a los que sufren,

para imitarte a ti, el buen Samaritano.

Que María, la Virgen Madre, interceda por las vírgenes que se han consagrado a tu servicio,

para que vivan su virginidad en bien de la Iglesia.

Concédenos la abundancia de tu misericordia,

y perdona la multitud de nuestros pecados y el castigo que por ellos merecemos.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Llenos de alegría, al celebrar un año más la Cuaresma, te pedimos, Señor, al unirnos a los sacramentos pascuales, que gocemos plenamente de su eficacia. Por nuestro Señor Jesucristo.




INVITATORIO.

Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Salmo 94.
Venid, aclamemos al Señor.

Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3, 13)

Se anuncia la antífona.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Se repite la antífona.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Se repite la antífona.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Se repite la antífona.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Se repite la antífona.

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».

Se repite la antífona.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

También se pueden pronunciar éstos salmos, en lugar del Salmo 94.

Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.

El Señor manda que los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)

Se anuncia la antífona.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Se repite la antífona.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Se repite la antífona.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

Se repite la antífona.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».

Se repite la antífona.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Salmo 66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.

Sabed que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)

Se anuncia la antífona.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Se repite la antífona.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Se repite la antífona.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.

Se repite la antífona.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Se repite la antífona.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Se repite la antífona.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.

Las puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)

Se anuncia la antífona.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

Se repite la antífona.

— ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

Se repite la antífona.

— El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Se repite la antífona.

— Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

Se repite la antífona.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

Se repite la antífona.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


HIMNOS VÍSPERAS CUARESMA:

I

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira,
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina;
la mano que nos sostiene,
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida,
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!». Amén.

II

Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.

Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva,
y ábrela al bien de mis hermanos.

Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.

Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!)
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo. Amén.

III

¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?

Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza

de nuestras pasiones.
¡No me des coronas, Señor, de grandeza!

¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias
que el tiempo derrumba.

Es coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.

¡No me des siquiera coronas mortuorias!

No pido el laurel que nimba al talento,
ni las voluptuosas

guirnaldas de lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!

¡No me des coronas que se lleva el viento!

Yo quiero la joya de penas divinas
que rasga las sienes.

Es para las almas que tú predestinas.
Sólo tú la tienes.

¡Si me das coronas, dámelas de espinas! Amén.


HIMNOS LAUDES CUARESMA.

I

Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos,
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio,
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces,
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo,
revoca sus decretos:
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.

II

En tierra extraña peregrinos
con esperanza caminamos,
que, si arduos son nuestros caminos,
sabemos bien a dónde vamos.

En el desierto un alto hacemos,
es el Señor quien nos convida,
aquí comemos y bebemos
el pan y el vino de la Vida.

Para el camino se nos queda
entre las manos, guiadora,
la cruz, bordón, que es la vereda
y es la bandera triunfadora.

Entre el dolor y la alegría,
con Cristo avanza en su andadura
un hombre, un pobre que confía
y busca la ciudad futura. Amén.

III

Llorando los pecados

tu pueblo está, Señor.
Vuélvenos tu mirada
y danos el perdón.

Seguiremos tus pasos,
camino de la cruz,
subiendo hasta la cumbre
de la Pascua de luz.

La Cuaresma es combate;
las armas: oración,
limosnas y vigilias
por el Reino de Dios.

«Convertid vuestra vida,
volved a vuestro Dios,
y volveré a vosotros»,
esto dice el Señor.

Tus palabras de vida
nos llevan hacia ti,
los días cuaresmales
nos las hacen sentir. Amén.

IV
(Este himno sólo para los sábados.)

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
«No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna».
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel! Amén.

V

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: «Ave María»?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, Doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, Celestial Princesa,
Virgen sagrada, María. Amén.


CÁNTICO EVANGÉLICO PARA LAUDES:

— BENEDICTUS —

Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.


CÁNTICO EVANGÉLICO PARA VÍSPERAS:

— MAGNÍFICAT —

Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.




















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