4ª SEMANA CUARESMA

4a SEMANA CUARESMA

Lecturas: según la Biblia
de la Conferencia Episcopal Española.
Oraciones: según el Nuevo Misal español.

DOMINGO 4o
«Laetare»

1a Vísperas

Laudes

2a Vísperas

LUNES 4o

Laudes | Vísperas

MARTES 4o

Laudes | Vísperas

MIÉRCOLES 4o

Laudes | Vísperas

JUEVES 4o

Laudes | Vísperas

VIERNES 4o

Laudes | Vísperas

SÁBADO 4o

Laudes



DOMINGO 4a SEMANA DE CUARESMA.
«Laetare»

PRIMERAS VÍSPERAS.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Vamos alegres a la casa del Señor.

Salmo 121.
La ciudad santa de Jerusalén.

Os habéis acercado al monte Sión,
ciudad del Dios vivo,
Jerusalén del cielo. (Hb 12, 22)

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Vamos alegres a la casa del Señor.

Antífona 2: Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.

Salmo 129.
Desde lo hondo a ti grito, Señor.

Él salvará a su pueblo
de los pecados. (Mt 1, 21)

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.

Antífona 3: Dios, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo.

Cántico de Filipenses 2, 6-11.
Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Dios, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo.

Lectura breve: 2a Carta a los Corintios 6, 1-4a.

Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Nunca damos a nadie motivo de escándalo, para no poner en ridículo nuestro ministerio; antes bien, nos acreditamos en todo como ministros de Dios.

Responsorio breve:

V. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.

R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

Antífona del Magníficat:

Año A: En otro tiempo erais tinieblas; ahora sois luz en el Señor.

O bien Año A: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?». Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios».

Año B: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

O bien Año B: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.

Año C: Cristo ha reconciliado al mundo con Dios; el que es de Cristo es una criatura nueva.

O bien Año C: Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hij tuyo».

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona del Magníficat:

Año A: En otro tiempo erais tinieblas; ahora sois luz en el Señor.

O bien Año A: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?». Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios».

Año B: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

O bien Año B: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.

Año C: Cristo ha reconciliado al mundo con Dios; el que es de Cristo es una criatura nueva.

O bien Año C: Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hij tuyo».

Preces:

Bendigamos a Dios, solícito y providente para con todos los hombres, e invoquémosle, diciendo:
Salva, Señor, a los que has redimido.

Oh Dios, fuente de todo bien y origen de toda verdad, llena con tus dones al Colegio de los obispos,

y haz que aquellos que les han sido confiados se mantengan fieles a la doctrina de los apóstoles.

Infunde tu amor en aquellos que se nutren con el mismo Pan de vida,

para que todos sean uno en el Cuerpo de tu Hijo.

Que nos despojemos de nuestra vieja condición humana y de sus obras,

y nos renovemos a imagen de Cristo, tu Hijo.

Concede a tu pueblo que, por la penitencia, obtenga el perdón de sus pecados

y tenga parte en los méritos de Jesucristo.

Haz que nuestros hermanos difuntos puedan alabarte eternamente en el cielo,

y que nosotros esperemos confiadamente unirnos a ellos en tu reino.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que, por tu Verbo, realizas de modo admirable la reconciliación del género humano, haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe gozosa y entrega diligente, a celebrar las próximas fiestas pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo.


LAUDES DOMINGO
4o DOMINGO CUARESMA.
«Laetare»

V. Señor, ábreme los labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.

Salmo 117.
Himno de acción de gracias después de la victoria.

Jesús es la piedra que desechasteis vosotros,
los arquitectos, y que se ha convertido
en piedra angular. (Hch 4, 11)

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas;
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad, hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa».

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

— Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

— Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

— Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina.

— Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.

Antífona 2: Capaz eres, Señor, de liberarnos de la mano del poderoso; líbranos, Señor, Dios nuestro.

Cántico de Daniel 3, 52-57.
Que la creación entera alabe al Señor.

¡Bendito el Creador
por siempre! (Rm 1, 25)

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito tu nombre, santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Capaz eres, Señor, de liberarnos de la mano del poderoso; líbranos, Señor, Dios nuestro.

Antífona 3: Alabad al Señor por sus obras magníficas.

Salmo 150.
Alabad al Señor.

Salmodiad con el espíritu,
salmodiad con toda vuestra mente,
es decir, glorificad a Dios
con el cuerpo y con el alma. (Hesiquio)

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras;

alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas;

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta alabe al Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Alabad al Señor por sus obras magníficas.

Lectura breve: Cf. Nehemías 8, 9a.10.

Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis; pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!

Responsorio breve:

V. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.

R. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.

V. Tú que fuiste triturado por nuestros crímenes.

R. Ten piedad de nosotros.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Cristo, Hijo de Dios vivo,
Ten piedad de nosotros.

Antífona Benedictus:

Año A: Jamás se oyó decir que nadie, a no ser Cristo, el Hijo de Dios, abriera los ojos a un ciego de nacimiento.

O bien Año A: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro y me lo untó en los ojos: fui, me lavé y ahora veo.

Año B: Dios, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo.

O bien Año B:  Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Año C: Padre, he pecado contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.

O bien Año C: Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus:

Año A: Jamás se oyó decir que nadie, a no ser Cristo, el Hijo de Dios, abriera los ojos a un ciego de nacimiento.

O bien Año A: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro y me lo untó en los ojos: fui, me lavé y ahora veo.

Año B: Dios, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo.

O bien Año B:  Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Año C: Padre, he pecado contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.

O bien Año C: Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.

Preces:

Glorifiquemos a Dios, cuya bondad es infinita, y elevemos a él nuestra oración por medio de Jesucristo, que está siempre vivo para interceder en favor nuestro; digámosle:
Enciende, Señor, en nosotros la llama de tu amor.

Dios de misericordia, haz que hoy nos entreguemos generosamente a las obras de amor al prójimo,

para que tu misericordia, a través de nosotros, llegue a todos los hombres.

Tú que en el arca salvaste a Noé de las aguas del diluvio,

salva por el agua del bautismo a los catecúmenos.

Concédenos vivir no sólo de pan,

sino de toda palabra que sale de tu boca.

Haz que, con tu ayuda, venzamos toda disensión,

y podamos gozarnos en el don de tu paz y de tu amor.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que, por tu Verbo, realizas de modo admirable la reconciliación del género humano, haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe gozosa y entrega diligente, a celebrar las próximas fiestas pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo.


SEGUNDAS VÍSPERAS
4o DOMINGO CUARESMA.
«Laetare»

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos.

Salmo 109, 1-5. 7.
El Mesías, Rey y Sacerdote.

Cristo tiene que reinar hasta que
Dios haga de sus enemigos
estrado de sus pies. (1 Cor 15, 25)

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío
antes de la aurora».

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos.

Antífona 2: Dichoso el que se apiada en el Señor; jamás vacilará.

Salmo 111.
Felicidad del justo.

Caminad como hijos de la luz: toda bondad,
justicia y verdad son fruto de la luz. (Ef 5, 8-9)

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos,
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Dichoso el que se apiada en el Señor; jamás vacilará.

Antífona 3: Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.

Cántico Cf. 1a Pedro 2, 21b-24.
La pasión voluntaria de Cristo, el siervo de Dios.

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

Él no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca.
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.

Lectura breve: 1a Carta a los Corintios 9, 24-25.

¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio? Pues corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.

Responsorio breve:

V. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.

R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad,
Porque hemos pecado contra ti.

Antífona del Magníficat:

Año A: He lavado mis ojos, y ahora veo; y creo en ti, Señor.

O bien Año A: Jamás se oyó decir que nadie, a no ser Cristo, el Hijo de Dios, abriera los ojos a un ciego de nacimiento.

Año B: El Hijo del hombre tiene que ser elevado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

O bien Año B: El que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Año C: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona del Magníficat:

Año A: He lavado mis ojos, y ahora veo; y creo en ti, Señor.

O bien Año A: Jamás se oyó decir que nadie, a no ser Cristo, el Hijo de Dios, abriera los ojos a un ciego de nacimiento.

Año B: El Hijo del hombre tiene que ser elevado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

O bien Año B: El que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Año C: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

Preces:

Demos siempre gracias a Cristo, nuestra Cabeza y nuestro Maestro, que vino a servir y a hacer el bien a todos, y digámosle humilde y confiadamente:
Atiende, Señor, a tu Iglesia.

Asiste, Señor, a los obispos y presbíteros de la Iglesia y haz que cumplan bien su misión de ser instrumentos tuyos, cabeza y pastor de la Iglesia,

para que por medio de ti conduzcan a todos los hombres al Padre.

Que tus ángeles sean compañeros de camino de los que están de viaje,

para que se vean libres de todo peligro de cuerpo y de alma.

Enséñanos, Señor, a servir a todos los hombres,

imitándote a ti, que viniste a servir y no a ser servido.

Haz que en toda comunidad humana reine un espíritu fraternal,

para que, estando tú en medio de ella, sea como una plaza fuerte.

Sé misericordioso, Señor, con todos los difuntos

y admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que, por tu Verbo, realizas de modo admirable la reconciliación del género humano, haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe gozosa y entrega diligente, a celebrar las próximas fiestas pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo.


LUNES 4a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES.

V. Señor, ábreme los labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.

Salmo 89.
Baje a nosotros la bondad del Señor.

Para el Señor un día es como mil años,
y mil años como un día. (2 Pe 3, 8)

Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.

Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.

Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.

¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.

Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.

Antífona 2: Llegue hasta el confín de la tierra la alabanza del Señor.

Cántico de Isaías 42, 10-16.
Cántico nuevo al Dios vencedor y salvador.

Cantan un cántico nuevo delante
del trono de Dios. (cf. Ap 14, 3)

Cantad al Señor un cántico nuevo,
llegue su alabanza hasta el confín de la tierra;
muja el mar y lo que contiene,
las costas y sus habitantes;

alégrese el desierto con sus tiendas,
los cercados que habita Cadar;
exulten los habitantes de Petra,
clamen desde la cumbre de las montañas;
den gloria al Señor,
anuncien su alabanza en las costas.

El Señor sale como un héroe,
excita su ardor como un guerrero,
lanza el alarido,
mostrándose valiente frente al enemigo.

«Desde antiguo guardé silencio,
me callaba, aguantaba;
como parturienta, grito,
jadeo y resuello.

Agostaré montes y collados,
secaré toda su hierba,
convertiré los ríos en yermo,
desecaré los estanques;
conduciré a los ciegos
por el camino que no conocen,
los guiaré por senderos que ignoran;
ante ellos convertiré la tiniebla en luz,
lo escabroso en llano».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Llegue hasta el confín de la tierra la alabanza del Señor.

Antífona 3: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.

Salmo 134, 1-12.
Himno a Dios realizador de maravillas.

Vosotros sois… un pueblo adquirido por Dios
para proclamar las hazañas del que os llamó
a salir de la tiniebla y a entrar
en su luz maravillosa. (1 Pe 2, 9)

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios,
—en medio de ti, Egipto—,
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán;
a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.

Lectura breve: Éxodo 19, 4-6a.

Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún; oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, le pedía que bajase a curar a su hijo.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún; oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, le pedía que bajase a curar a su hijo.

Preces:

Alabemos a Dios, nuestro Padre, que nos concede ofrecerle el sacrificio de alabanza cuaresmal, y supliquémosle, diciendo:
Ilumínanos, Señor, con tu palabra.

Dios todopoderoso y compasivo, concédenos el espíritu de oración y de penitencia,

y danos un verdadero deseo de amarte a ti y de amar a nuestros hermanos.

Concédenos ser constructores de tu reino, para que, recapituladas en Cristo todas las cosas,

abunde la justicia y la paz en toda la tierra.

Haz que sepamos descubrir la bondad y hermosura de tu creación,

para que su belleza se haga alabanza en nuestros labios.

Perdónanos por haber ignorado la presencia de Cristo en los pobres, los sencillos y los marginados,

y por no haber atendido a tu Hijo en estos hermanos nuestros.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos, concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los necesarios de la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS LUNES
4a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Salmo 135.
Himno Pascual.

Alabar a Dios es narrar
sus maravillas. (Casiano)

I

Dad gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.

Sólo él hizo grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.

Él hizo sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.

Él afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.

Él hizo lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.

El sol que gobierna el día:
porque es eterna su misericordia.

La luna que gobierna la noche:
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Antífona 2: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

II

Él hirió a Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.

Y sacó a Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.

Con mano poderosa, con brazo extendido:
porque es eterna su misericordia.

Él dividió en dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.

Y condujo por en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.

Arrojó en el mar Rojo al Faraón:
porque es eterna su misericordia.

Guió por el desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.

Él hirió a reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.

Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.

A Sijón, rey de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.

Y a Hog, rey de Basán:
porque es eterna su misericordia.

Les dio su tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.

En heredad a Israel su siervo:
porque es eterna su misericordia.

En nuestra humillación, se acordó de nosotros:
porque es eterna su misericordia.

Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.

Él da alimento a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

Antífona 3: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en Cristo.

Cántico de Efesios 1, 3-10.
El Dios Salvador.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en Cristo.

Lectura breve: Carta a los Romanos 12, 1-2.

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; éste es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado». Y creyó él con toda su familia.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado». Y creyó él con toda su familia.

Preces:

Bendigamos a Dios, nuestro Padre, que, por boca de su Hijo, prometió escuchar la oración de los que se reúnen en su nombre, y, confiados en esta promesa, supliquémosle, diciendo:
Escucha a tu pueblo, Señor.

Señor, tú que en la montaña del Sinaí diste a conocer tu ley por medio de Moisés y la perfeccionaste luego por Cristo,

haz que todos los hombres descubran que tienen inscrita esta ley en el corazón y que deben guardarla como una alianza.

Concede a los superiores fraternal solicitud hacia los que les han sido confiados,

y a los súbditos, espíritu de obediente colaboración.

Fortalece el espíritu y el corazón de los misioneros,

y suscita en todas partes colaboradores de su obra.

Que los niños crezcan en gracia y en edad,

y que los jóvenes se abran con sinceridad a tu amor.

Acuérdate de nuestros hermanos que ya duermen el sueño de la paz

y dales parte en la vida eterna.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos, concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los necesarios de la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.


MARTES 4a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES.

V. Señor, ábreme los labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.

Salmo 100.
Propósitos de un príncipe justo.

Si me amáis, guardaréis
mis mandamientos. (Jn 14, 15)

Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿cuándo vendrás a mí?

Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles.

Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.

Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.

Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ése me servirá.

No habitará en mi casa
quien comete fraudes;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.

Cada mañana haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.

Antífona 2: No apartes de nosotros tu misericordia, Señor.

Cántico de Daniel 3, 26-27. 29. 34-41.
Oración de Azarías en el horno.

Arrepentíos y convertíos para que
se borren vuestros pecados. (Hch 3, 19)

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
digno de alabanza y glorioso es tu nombre.

Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros
y todas tus obras son verdad,
y rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios.

Porque hemos pecado y cometido iniquidad
apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.
Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.

Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste
multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.

Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.

En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.

Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.

Que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.

Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: No apartes de nosotros tu misericordia, Señor.

Antífona 3: Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.

Salmo 143, 1-10.
Oración por la victoria y la paz.

Todo lo puedo en aquel
que me conforta. (Flp 4, 13)

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.

Lectura breve: Joel 2, 12-13.

Convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: El que me ha curado es quien me ha dicho: «Toma tu camilla y echa a andar».

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: El que me ha curado es quien me ha dicho: «Toma tu camilla y echa a andar».

Preces:

Demos gracias a Dios, nuestro Padre, que nos dio a su Hijo unigénito, Palabra hecha carne, para que vivamos de ella, e invoquémosle, diciendo:
Que la palabra de Cristo habite en nosotros con toda su riqueza.

Concédenos escuchar con más frecuencia tu palabra en este tiempo cuaresmal,

para que, en la gran solemnidad que se avecina, nos unamos con mayor fervor a Cristo, nuestra Pascua.

Que tu Espíritu Santo nos asista,

para que seamos testigos de tu verdad y de tu bondad ante los vacilantes y equivocados.

Concédenos vivir más profundamente el misterio de Cristo,

para que podamos dar testimonio de él con más fuerza y claridad.

En este tiempo de penitencia, Señor, renueva y purifica a tu Iglesia,

para que se manifieste con más claridad como signo de salvación.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Señor, que el ejercicio respetable de este tiempo santo prepare el corazón de tus fieles para acoger adecuadamente el Misterio pascual y anunciar a todos los hombres el mensaje de tu salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS MARTES
4a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.

Salmo 136, 1-6.
Junto a los canales de Babilonia.

Este destierro y esclavitud material
hay que tomarlo como símbolo
de la esclavitud espiritual. (S. Hilario)

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión».

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;

que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.

Antífona 2: Te doy gracias, Señor, delante de los ángeles.

Salmo 137.
Acción de gracias.

Los reyes de la tierra llevarán
a la ciudad santa su esplendor.
(cf. Ap 21, 24)

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:

por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.

Cuando camino entre peligros,
me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.

El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Te doy gracias, Señor, delante de los ángeles.

Antífona 3: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

Cántico de Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12.
Himno de los redimidos.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura breve: Carta de Santiago 2, 14. 17. 18b.

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? La fe, si no tiene obras, está muerta por dentro. Muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.

Preces:

Oremos a Jesús, el Señor, que, levantado en la cruz, atrae a todos hacia él, y digámosle:
Atrae, Señor, a todos los hombres hacia ti.

Señor, que la luz con que resplandece el misterio de la cruz atraiga a todos los hombres,

para que te reconozcan como Camino, Verdad y Vida.

Da tu agua viva a todos los sedientos de verdad,

para que su sed quede eternamente saciada.

Ilumina a los científicos y a los artistas,

para que el progreso sea también camino de salvación.

Mueve los corazones de los que se apartaron de ti a causa del pecado o del escándalo,

para que se conviertan a ti y permanezcan en tu amor.

Admite en tu reino a todos los difuntos,

para que se alegren eternamente con la Virgen María y con todos los santos.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Señor, que el ejercicio respetable de este tiempo santo prepare el corazón de tus fieles para acoger adecuadamente el Misterio pascual y anunciar a todos los hombres el mensaje de tu salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.


MIÉRCOLES 4a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES.

V. Señor, ábreme los labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Dios mío, mi corazón está firme.

Salmo 107.
Alabanza al Señor y petición de auxilio.

Porque Cristo se ha elevado sobre el cielo,
su gloria se anuncia sobre toda la tierra.
(Arnobio)

Dios mío, mi corazón está firme,
para ti cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora.

Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.

Dios habló en su santuario:
«Triunfante, ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;

mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;

Moab, una jofaina para lavarme;
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria».

Pero, ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?

Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Dios mío, mi corazón está firme.

Antífona 2: El Señor me ha vestido un traje de gala y de triunfo.

Cántico de Isaías 61, 10 – 62, 5.
Alegría del profeta ante la nueva Jerusalén.

Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén,
arreglada como una novia que se adorna
para su esposo. (Ap 21, 2)

Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.

Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.

Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia,
y su salvación llamee como antorcha.

Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.

Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada»,
ni a tu tierra «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita»,
y a tu tierra «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.

Como un joven se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: El Señor me ha vestido un traje de gala y de triunfo.

Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.

Salmo 145.
Felicidad de los que esperan en Dios.

Alabemos al Señor mientras vivimos,
es decir, con nuestras obras. (Arnobio)

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.

Lectura breve: Deuteronomio 7, 6. 8-9.

El Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: «Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna», dice el Señor.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: «Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna», dice el Señor.

Preces:

Demos gracias a Dios, nuestro Padre, que por la acción de su Espíritu purifica nuestros corazones y los llena de su amor, y digámosle:
Danos, Señor, tu Espíritu Santo.

Concédenos, Señor, el espíritu de fe y de acción de gracias,

para recibir siempre con gozo lo bueno y soportar con paciencia lo adverso.

Haz que busquemos la caridad no únicamente en los acontecimientos importantes,

sino, ante todo, en la vida ordinaria.

Concédenos observar el ayuno que te agrada,

compartiendo nuestro pan con los hambrientos.

Danos llevar en nuestros cuerpos la muerte de tu Hijo,

tú que nos has vivificado en su Cuerpo.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que concedes a los justos el premio de sus méritos, y a los pecadores, por la penitencia, les perdonas sus pecados, ten piedad de nosotros, para que la humilde confesión de nuestras culpas nos obtenga tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS MIÉRCOLES
4a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Señor, tu saber me sobrepasa.

Salmo 138, 1-18. 23-24.
Dios está en todas partes y lo ve todo.

¿Quién conoció la mente del Señor?
¿Quién fue su consejero? (Rm 11, 34)

I

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Señor, tu saber me sobrepasa.

Antífona 2: Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.

II

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando en lo oculto me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.

Antífona 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

Cf. Cántico de Colosenses 1, 12-20.
Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los muertos.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

Lectura breve: Carta a los Filipenses 2, 12b-15a.

Trabajad por vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor. Cualquier cosa que hagáis sea sin protestas ni discusiones, así seréis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: «Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo», dice el Señor.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: «Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo», dice el Señor.

Preces:

Demos gracias a Dios Padre, que estableció en la sangre de Cristo una alianza nueva y eterna con su pueblo y la renueva en el sacramento del altar, y supliquémosle, diciendo:
Bendice, Señor, a tu pueblo.

Dirige, Señor, por los caminos de tu voluntad, el sentir de los pueblos y la mente de sus gobernantes,

para que procuren con empeño el bien común.

Aumenta el fervor de aquellos que, habiéndolo dejado todo, siguieron a Cristo,

para que manifiesten con su testimonio la vida de la Iglesia.

Tú que creaste a todos los hombres a imagen tuya,

haz que sintamos horror de las injusticiasy desigualdades entre los hombres.

Llama a tu amistad y a tu verdad a los que viven alejados de ti,

y, a nosotros, enséñanos cómo podemos ayudarlos.

Admite a los difuntos en tu gloria,

para que te alaben eternamente.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que concedes a los justos el premio de sus méritos, y a los pecadores, por la penitencia, les perdonas sus pecados, ten piedad de nosotros, para que la humilde confesión de nuestras culpas nos obtenga tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.


JUEVES 4a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES.

V. Señor, ábreme los labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Salmo 142, 1-11.
Lamentación y súplica ante la angustia.

El hombre no se justifica por cumplir la ley,
sino por creer en Cristo Jesús. (Ga 2, 16)

Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.

El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.

Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.

En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.

Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Antífona 2: El Señor hará derivar hacia Jerusalén, como un río, la paz.

Cántico de Isaías 66, 10-14a.
Consuelo y gozo para la ciudad santa.

La Jerusalén de arriba es libre;
ésa es nuestra madre. (Ga 4, 26)

Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus ubres abundantes.

Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.

Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.

Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
y vuestros huesos florecerán como un prado».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: El Señor hará derivar hacia Jerusalén, como un río, la paz.

Antífona 3: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

Salmo 146.
Poder y bondad de Dios.

A ti, oh Dios, te alabamos;
a ti, Señor, te reconocemos.

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;

que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.

No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

Lectura breve: Cf. 1o Reyes 8, 51a. 52-53a.

Nosotros somos, Señor, tu pueblo y tu heredad. Estén abiertos tus ojos a la súplica de tu siervo, a la súplica de tu pueblo Israel, para escucharlos en cuanto te imploren. Porque tú, Señor Dios, los apartaste para ti, en herencia, entre todos los pueblos de la tierra.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: «No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis», dice el Señor.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: «No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis», dice el Señor.

Preces:

Celebremos la bondad de Dios, que por Cristo se reveló como Padre nuestro, y digámosle de todo corazón:
Acuérdate, Señor, de que somos hijos tuyos.

Concédenos vivir con toda plenitud el misterio de la Iglesia,

a fin de que nosotros y todos los hombres encontremos en ella un sacramento eficaz de salvación.

Padre, que amas a todos los hombres, haz que cooperemos al progreso de la comunidad humana

y que en todo busquemos tu reino con nuestros esfuerzos.

Haz que tengamos hambre y sed de justicia

y acudamos a nuestra fuente, que es Cristo, el cual entregó su vida para que fuésemos saciados.

Perdona, Señor, todos nuestros pecados

y dirige nuestra vida por el camino de la sencillez y de la santidad.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Imploramos deseosos, Señor, tu perdón, para que tus siervos, corregidos por la penitencia y educados por las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS JUEVES
4a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio donde me pongo a salvo.

Salmo 143.
Oración por la victoria y la paz.

Su brazo se adiestró en la pelea
cuando venció al mundo; dijo, en efecto:
«Yo he vencido al mundo». (S. Hilario)

I

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio donde me pongo a salvo.

Antífona 2: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

II

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Cántico de Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a.
El juicio de Dios.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Lectura breve: Carta de Santiago 4, 7-8. 10.

Sed humildes ante Dios, pero resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Lavaos las manos, pecadores; purificad el corazón, los inconstantes. Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: Dice el Señor: «Esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado».

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: Dice el Señor: «Esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado».

Preces:

Celebremos la misericordia de Dios, que nos ilumina con la gracia del Espíritu Santo, para que nuestra vida resplandezca con obras de fe y santidad, y supliquémosle, diciendo:
Renueva, Señor, al pueblo redimido por Cristo.

Señor, fuente y autor de toda santidad, haz que los obispos, presbíteros y diáconos, al participar de la mesa eucarística, se unan más plenamente a Cristo,

para que vean renovada la gracia que les fue conferida por la imposición de manos.

Impulsa a tus fieles para que, con santidad de vida, participen activamente de la mesa de la palabra y del cuerpo de Cristo

y vivan lo que han recibido por la fe y los sacramentos.

Concédenos, Señor, que reconozcamos la dignidad de todo hombre redimido con la sangre de tu Hijo

y que respetemos su libertad y su conciencia.

Haz que todos los hombres sepan moderar sus deseos de bienes temporales

y que atiendan a las necesidades de los demás.

Acuérdate, Señor, de todos los que has llamado hoy a la eternidad

y concédeles el don de la eterna bienaventuranza.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Imploramos deseosos, Señor, tu perdón, para que tus siervos, corregidos por la penitencia y educados por las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo.


VIERNES 4a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES.

V. Señor, ábreme los labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

Salmo 50.
Misericordia, Dios mío.

Renovaos en la mente y en el espíritu
y vestíos de la nueva condición humana.
(Ef 4, 23-24)

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

Antífona 2: Alégrate, Jerusalén, porque en ti se reunirán todos los pueblos.

Cántico de Tobías 13, 8-11. 13. 15b-17a.
Acción de gracias por la liberación del pueblo.

Me enseñó la ciudad santa, Jerusalén,
que traía la gloria de Dios. (Ap 1, 10. 11)

Que todos alaben al Señor
y le den gracias en Jerusalén.
Jerusalén, ciudad santa,
él te castigó por las obras de tus hijos,
pero volverá a apiadarse del pueblo justo.

Da gracias al Señor como es debido
y bendice al rey de los siglos,
para que su templo
sea reconstruido con júbilo,

para que él alegre en ti
a todos los desterrados,
y ame en ti a todos los desgraciados,
por los siglos de los siglos.

Una luz esplendente iluminará
a todas las regiones de la tierra.
Vendrán a ti de lejos muchos pueblos.
Y los habitantes del confín de la tierra
vendrán a visitar al Señor, tu Dios,
con ofrendas para el rey del cielo.

Generaciones sin fin
cantarán vítores en tu recinto,
y el nombre de la elegida durará para siempre.

Saldrás entonces con júbilo
al encuentro del pueblo justo,
porque todos se reunirán
para bendecir al Señor del mundo.

Dichosos los que te aman,
dichosos los que te desean la paz.

Bendice, alma mía, al Señor,
al rey soberano,
porque Jerusalén será reconstruida,
y allí su templo para siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Alégrate, Jerusalén, porque en ti se reunirán todos los pueblos.

Antífona 3: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.

Salmo 147.
Acción de gracias por la restauración de Jerusalén.

Ven acá, voy a mostrarte a la novia,
a la esposa del Cordero. (Ap 21, 9)

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza.

Hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.

Lectura breve: Isaías 53, 11b-12.

Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo; sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por mi Padre», dice el Señor.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo; sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por mi Padre», dice el Señor.

Preces:

Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y supliquémosle, diciendo:
Señor, ten piedad de nosotros.

Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,

conduce a tu Iglesia a la pascua eterna.

Tú que exaltado en la cruz quisiste ser atravesado por la lanza del soldado,

sana nuestras heridas.

Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,

haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.

Tú que clavado en la cruz perdonaste al ladrón arrepentido,

perdónanos también a nosotros, pecadores.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que has preparado el remedio adecuado para nuestra fragilidad, concédenos recibir con alegría la salvación que nos otorgas y manifestarla en nuestra propia conducta. Por nuestro Señor Jesucristo.


VÍSPERAS VIERNES
4a SEMANA DE CUARESMA.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.

Himno:

Himno I II III

Salmodia:

Antífona 1: Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.

Salmo 144.
Himno a la grandeza de Dios.

Tú, Señor, el que eras y eres,
eres justo. (Ap 16, 5)

I

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día, te bendeciré,
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.

Antífona 2: Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.

II

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.

Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Cántico de Apocalipsis 15, 3-4.
Himno de adoración.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Lectura breve: Carta de Santiago 5, 16. 19-20.

Confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo. Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo convierte, sepa que quien convierte a un pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.

Responsorio breve:

V. Yo dije: Señor, ten misericordia.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Yo dije: Señor, ten misericordia.

Antífona Magníficat: Nadie pudo echar mano a Jesús, porque todavía no había llegado su hora.

Cántico Magníficat: Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magníficat: Nadie pudo echar mano a Jesús, porque todavía no había llegado su hora.

Preces:

Adoremos al Salvador de los hombres, que, muriendo destruyó nuestra muerte y, resucitando, restauró la vida, y digámosle humildemente:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.

Redentor nuestro, concédenos que, por la penitencia, nos unamos más plenamente a tu pasión,

para que consigamos la gloria de la resurrección.

Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,

para que podamos confortar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos confortas.

Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida,

para que se manifiesten en ellos los frutos de tu salvación.

Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

enseña a tus fieles a ser obedientes y tener paciencia.

Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso

y a nosotros danos un día parte en su felicidad.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Oh, Dios, que has preparado el remedio adecuado para nuestra fragilidad, concédenos recibir con alegría la salvación que nos otorgas y manifestarla en nuestra propia conducta. Por nuestro Señor Jesucristo.


SÁBADO 4a SEMANA DE CUARESMA.

LAUDES.

V. Señor, ábreme los labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

| Invitatorio 94 | Invitatorio 99 |

| Invitatorio 66 | Invitatorio 23 |

Himno:

Himno I II III IV V

Salmodia:

Antífona 1: Es bueno tocar para tu nombre, oh Altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.

Salmo 91.
Alabanza del Dios Creador.

Este salmo canta las maravillas
realizadas en Cristo. (S. Atanasio)

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos despreciarán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;

en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Es bueno tocar para tu nombre, oh Altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.

Antífona 2: Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo.

Cántico de Ezequiel 36, 24-28.
Dios renovará a su pueblo.

Ellos serán su pueblo,
y Dios estará con ellos
y será su Dios. (Ap 21, 3)

Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo.

Antífona 3: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado tu alabanza.

Salmo 8.
Majestad del Señor y dignidad del hombre.

Todo lo puso bajo sus pies,
y lo dio a la Iglesia, como cabeza,
sobre todo. (Ef 1, 22)

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado tu alabanza.

Lectura breve: Isaías 1, 16-18.

«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda. Venid entonces, y discutiremos —dice el Señor—. Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana».

Responsorio breve:

V. Él me librará De la red del cazador.

R. Él me librará De la red del cazador.

V. Me cubrirá con sus plumas.

R. De la red del cazador.

V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

R. Él me librará De la red del cazador.

Antífona Benedictus: Jamás ha hablado nadie como ese hombre.

Cántico Benedictus: Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Benedictus: Jamás ha hablado nadie como ese hombre.

Preces:

Demos gracias, siempre y en todo lugar, a Cristo, nuestro salvador, y supliquémosle diciendo:
Ayúdanos, Señor, con tu gracia.

Concédenos guardar sin mancha nuestros cuerpos,

para que el Espíritu Santo pueda habitar en ellos.

Desde el comienzo del día, acrecienta en nosotros el amor a nuestros hermanos

y el deseo de cumplir tu voluntad durante toda la jornada.

Danos hambre del alimento que perdura y da vida eterna

y que tú diariamente nos proporcionas.

Que tu Madre, refugio de pecadores, interceda por nosotros,

para que obtengamos el perdón de nuestros pecados.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Oración:

Te pedimos, Señor, que tu acción misericordiosa mueva nuestros corazones, ya que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por nuestro Señor Jesucristo.






INVITATORIO.

Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Salmo 94.
Venid, aclamemos al Señor.

Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3, 13)

Se anuncia la antífona.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Se repite la antífona.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Se repite la antífona.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Se repite la antífona.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Se repite la antífona.

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso”».

Se repite la antífona.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

También se pueden pronunciar éstos salmos, en lugar del Salmo 94.

Salmo 99.
Alegría de los que entran en el templo.

El Señor manda que los redimidos entonen
un himno de victoria. (S. Atanasio)

Se anuncia la antífona.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Se repite la antífona.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Se repite la antífona.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

Se repite la antífona.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».

Se repite la antífona.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Salmo 66.
Que todos los pueblos alaben al Señor.

Sabed que la salvación de Dios
se envía a los gentiles. (Hch 28, 28)

Se anuncia la antífona.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Se repite la antífona.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Se repite la antífona.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.

Se repite la antífona.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Se repite la antífona.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Se repite la antífona.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


Antífona Invitatorio: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Antífona Invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Salmo 23.
Entrada solemne de Dios en el templo.

Las puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo. (S. Ireneo)

Se anuncia la antífona.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

Se repite la antífona.

— ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

Se repite la antífona.

— El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Se repite la antífona.

— Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

Se repite la antífona.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

Se repite la antífona.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos;
él es el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


HIMNOS VÍSPERAS CUARESMA:

I

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira,
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina;
la mano que nos sostiene,
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida,
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!». Amén.

II

Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.

Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva,
y ábrela al bien de mis hermanos.

Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.

Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!)
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo. Amén.

III

¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?

Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza

de nuestras pasiones.
¡No me des coronas, Señor, de grandeza!

¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias
que el tiempo derrumba.

Es coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.

¡No me des siquiera coronas mortuorias!

No pido el laurel que nimba al talento,
ni las voluptuosas

guirnaldas de lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!

¡No me des coronas que se lleva el viento!

Yo quiero la joya de penas divinas
que rasga las sienes.

Es para las almas que tú predestinas.
Sólo tú la tienes.

¡Si me das coronas, dámelas de espinas! Amén.


HIMNOS LAUDES CUARESMA.

I

Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos,
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio,
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces,
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo,
revoca sus decretos:
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.

II

En tierra extraña peregrinos
con esperanza caminamos,
que, si arduos son nuestros caminos,
sabemos bien a dónde vamos.

En el desierto un alto hacemos,
es el Señor quien nos convida,
aquí comemos y bebemos
el pan y el vino de la Vida.

Para el camino se nos queda
entre las manos, guiadora,
la cruz, bordón, que es la vereda
y es la bandera triunfadora.

Entre el dolor y la alegría,
con Cristo avanza en su andadura
un hombre, un pobre que confía
y busca la ciudad futura. Amén.

III

Llorando los pecados

tu pueblo está, Señor.
Vuélvenos tu mirada
y danos el perdón.

Seguiremos tus pasos,
camino de la cruz,
subiendo hasta la cumbre
de la Pascua de luz.

La Cuaresma es combate;
las armas: oración,
limosnas y vigilias
por el Reino de Dios.

«Convertid vuestra vida,
volved a vuestro Dios,
y volveré a vosotros»,
esto dice el Señor.

Tus palabras de vida
nos llevan hacia ti,
los días cuaresmales
nos las hacen sentir. Amén.

IV
(Este himno sólo para los sábados.)

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
«No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna».
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel! Amén.

V

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: «Ave María»?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, Doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, Celestial Princesa,
Virgen sagrada, María. Amén.


CÁNTICO EVANGÉLICO PARA LAUDES:

— BENEDICTUS —

Lucas 1, 68-79
El Mesías y su Precursor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.


CÁNTICO EVANGÉLICO PARA VÍSPERAS:

— MAGNÍFICAT —

Lucas 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.



















Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar
search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close